Durante mi primera tarde de trabajo, fueron pocos los que vinieron hasta la ventanilla de mi despacho a pedirme unas copias, impresiones de documentos o material de oficina. Aquello me extrañó un poco porque tanto Max como Tefi me habían dicho en más de una ocasión desde que decidiera aceptar ese puesto, que reprografía era un constante bullicio de gente con tal cantidad de prisa que parecían tener todos un cohete en el trasero. Bueno, lo de trasero lo digo yo, Tefi dijo directamente ojete.
Algo bueno que también ocurrió aquella tarde, además de no estar a tope de trabajo y no tener tanto agobio que quisiera huir de allí lanzándome por la ventana, fue que recibí varios mensajes de Max preguntándome si todo iba bien, si necesitaba su ayuda o si la fotocopiadora rebelde, a la que esa misma mañana bautizamos juntos como Señoritinga, había hecho de las suyas. Supongo que no sorprenderé a nadie si admito con la mano en el corazón que aquellos mensajes me sacaron una sonrisa, y dos, y tres... Y que fueron un aliciente para seguir desempeñando mi trabajo con todo el ánimo del mundo mundial.
Al día siguiente llegué de nuevo a la sala de las fotocopiadoras después de fichar en la entrada y despedirme de Tefi que, de nuevo y como las locas, salió corriendo hacia su mesa para seguir trabajando en el proyecto que tenía entre manos y que la catapultaría directa a un más que merecido ascenso en la empresa. O al menos eso era lo que ella no dejaba de repetirse a modo de motivación personal para que las fuerzas no flaqueasen.
Lo primero que hice, aprovechando que aún faltaban cinco minutos para abrir la ventanilla, fue revisar que el almacenaje estuviese bien y no faltase de nada. Que tampoco me llevaría mucho tiempo, también lo digo, porque la tarde anterior apenas había entregado un par de bolígrafos, una caja de grapas y un bote de tinta para reponer la de varios sellos que ya estaban relativamente secos. Pobre de mí que aún no tenía ni idea de lo que pasaría cuando abriese la ventana, porque de haberlo sabido me hubiese preparado mucho mejor. Y respirado hondo varias veces, eso también.
Fue quitar el cerrojo del pequeño ventanuco de despacho para levantarlo y escuchar cómo varias personas se organizaban al otro lado e intercambiaban frases del tipo "yo he llegado antes", "tengo mucha prisa", "mi superior está esperando el informe" o "tengo que tenerlo listo antes de que venga el de correos o mi encargado me corta la cabeza", así, a lo Reina de Corazones en Alicia en el País de las Maravillas.
Esa mañana no paré, de hecho, y como todos los empleados, a eso de las once tenía un pequeño descanso de 15 minutos... descanso que me fue imposible disfrutar porque aquello parecía un grifo con goteo constante de gente reclamando mis servicios. Si no era el email con un nuevo documento que tenía que preparar porque en diez minutos bajaba el compañero que me lo había enviado a recogerlo, era alguien que necesitaba material o duplicar documentos para enviar a un tercero y... Bueno, ¿yo qué sé? Demasiada información de unos y de otros de golpe. Esa noche iba a soñar con olor a tinta y con el sonido de Señoritinga sacando una hoja detrás de otra a la bandeja de impresión.
El día siguiente no fue diferente, aunque para ese entonces ya había aprendido de la jornada interior y me había preparado a consciencia. Tenía todo listo, absolutamente todo, hasta lo que me pensaba que nadie iba a pedir nunca pero que el día anterior me habían pedido más de una vez: cartuchos de etiquetas adhesivas. Me había propuesto no perder los nervios y quería conseguirlo hasta el final. A partir de ese momento ya no sería Alex sino la Fría como el Hielo o la Nervios de Acero.
Afortunadamente, aunque con bastante estrés, todo ese día fue sobre ruedas. Eso a pesar de no poder contestar a los mensajes que Max y Tefi me mandaban para asegurarse de que no necesitaba ayuda extra.
Lo mejor de mi nuevo trabajo era precisamente que trabajaba en el mismo lugar que el resto de mis amigos. La hora de la comida se había vuelto el gran momentazo del día para descargar agobios del curro y cargar bien las pilas de ganas y el estómago de comida. Esos momentos sí que valían la pena.
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Soy Diferente© [COMPLETA]
ЧиклитA raíz del trágico fallecimiento de sus padres en un accidente de coche, Alex tiene que lidiar con la pérdida emocional mudándose a la gran ciudad y dejando atrás el pequeño pueblo donde ha vivido toda su vida. Junto a su amiga de la infancia Estefa...