Cuarto Cambio I

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Conforme el reloj avanzaba, la decisión que había tomado respecto al ofrecimiento del puesto de trabajo me fue pareciendo un poquito mejor. No del todo, aviso, porque aún quedaban muchas dudas internas y miedos a los que ni yo misma podía poner cara.

Mi único empleo había sido en el supermercado del pueblo, como le había ocurrido a Tefi antes de venir a la ciudad. Pasé unos meses en el puesto de cajera, pero he de confesar que me agobiaba muchísimo atender a depende de qué personas que no se cortaban a la hora de lanzarme comentarios hirientes y que no les había pedido; frases del estilo "tengo una conocida que va a una dietista estupenda, si quieres te paso el teléfono" o "uy, parece que estás más gorda". Cada vez que alguien soltaba una de esas y se metía donde no le llamaban, me limitaba a sonreír y a pasar el trago aunque por dentro me apeteciese mandarles donde mi vecino del octavo inexistente había perdido los calzones. Vamos, a la mierda. 

Durante el resto del día recreaba la escena una y otra vez en mi cabeza imaginando la contestación que les habría dado si tuviera el valor y la decisión suficiente como para no hacerme del tamaño de una hormiga al oírles. Y esas disputas me quedaban preciosas, divinas, maravillosas, estupendas; les metía unos cortes de espanto y salía triunfal, porque claro, como para no hacerlo con cada una de las contestaciones bordes e irónicas que se me ocurrían refunfuñando para mis adentros.

Voy a ser directa ¿qué espera la gente que les contestemos a eso? ¿Piensan que los demás no tenemos espejos en nuestras casas? ¿Que no nos vemos cuando nos miramos en ellos? ¿Que no percibimos si engordamos o no aunque sea por la talla de ropa que gastamos? Es que, de verdad... Y todavía pensarán que nos están haciendo un favor o que son los enviados de la realidad para abrirnos los ojos a los que, además de gordos, parece ser que estamos también ciegos.

Después de esos primeros meses en la caja y por petición mía, me cambiaron a reposición y allí pude encontrarme mucho mejor y alejarme de ese pesar que se instalaba en mi vientre cada mañana de camino al supermercado. Apenas hablaba con nadie salvo si me cruzaba justo en ese momento con clientes por el pasillo y la mayor carga de trabajo era antes de abrir el comercio, cuando aún nadie había pisado el suelo de la tienda. ¿Conclusión? Me venía de perlas el nuevo horario y modo de trabajar, y a Tefi también, que sustituirme en la caja le encantaba. Ella, a diferencia de mí, no se cortaba si tenía que contestar a los clientes y lo mejor era que las contestaciones se le ocurrían en el momento, no como a mí, que lo hacía mientras me duchaba antes de ir a la cama. A los clientes no les respondía borderías pero a la alcachofa de la ducha ya la tenía frita.

─A ver cómo se pone esto... ─Tefi se levantó y comenzó a trastear durante unos segundos mientras el resto seguíamos comiendo y dando buena cuenta de la bebida a excepción del vodka de Miriam. Ese estaba reservado para unas horas después─. ¡Tachán!

En la pantalla se pudo ver el inicio del juego de karaoke con la lista de canciones para cantar, pero apenas pude darme cuenta de cuáles había. En apenas unos segundos ella ya me había colocado uno de los dos micros en la mano y sujetado el otro con la suya; los primeros acordes de "Baby one more time" de Britney Spears comenzaron a sonar y la cara pícara de Tefi hizo su aparición repitiendo el "oh baby, baby" del inicio. Ella había clavado su mirada en mí y yo literalmente no sabía dónde meterme. ¿Había alardeado hace poco de mis poderes de ninja y ocultación? ¡Error! Porque en ese momento no había jardinera ni armario en el que meterme para escabullirme alejada de las miradas del resto de la vergüenza que me estaba entrando.

Tefi no se contentó con mirarme de la forma en la que lo hizo que pareciese que me iba a comer con patatas fritas, sino que comenzó a mover lentamente y de manera sugerente la cadera animándome a que le acompañase en aquella performance que estaba aumentándome la borrachera de cero a cien, como si fuese un Ferrari. Sentía más calor en las mejillas y en la cabeza que en pleno día de verano a las tres y media de la tarde.

Soy Diferente© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora