Sexto Cambio II

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Max y Luis no tardaron en irse juntos. Los cuatro pensamos que sería mucho mejor para Miriam que esa primera noche estuviese relajada y consiguiese descansar un poco. Aunque solo fuesen unas horas. 

En cuanto Miriam salió de la ducha, Tefi le preparó una tila doble para que se la tomase. Lo que más me rompió el corazón fue que ella intentaba sonreír; a pesar de las palizas que había sufrido, porque a la vista estaba que esos golpes no eran recientes, con nosotras parecía volver a la Miriam de siempre, risueña y alegre, que había conocido aquel día de mi llegada a la ciudad.

No quisimos presionarle ni preguntarle nada, no era el momento. Juntas preparamos algo ligero para cenar, sobre todo porque el estómago se nos había cerrado después de lo ocurrido. En cuanto terminamos de cenar y de recoger todo, nos abrazamos a modo de despedida y marchamos a nuestras habitaciones.

Tal y como había anunciado mi mejor amiga, ella y Miriam dormirían en su habitación. Tenía la certeza de que Miri se sentiría mucho más cómoda con Tefi; se conocían desde hacía años. Por mi parte, me acosté en mi cama y me quedé mirando esa mancha del techo de mi habitación sin saber muy bien cómo acomodarme para intentar conciliar el sueño; mancha que, por cierto, la había hecho Estefanía lanzando un slime para ver cuánto estiraba y si conseguía que se pegase a la pared. Spoiler: sí, se pegaba, y sacarlo del gotelé era misión casi imposible.

Jamás había vivido algo así. Era la primera vez que presenciaba una situación tan violenta. Es cierto que conocía un caso en el pueblo, aunque nunca vi nada. Se rumoreaba que Doña Milagros, una mujer mayor que asistía día sí y día también a la iglesia, era maltratada por su marido. No tengo ni idea de si ella vivía ajena a los chismes que se contaban y a lo que se hablaba a sus espaldas, pero la verdad era que jamás dio eco a esos rumores y seguía su día a día normal. Se me encoje el estómago de pensar el infierno que seguramente ha vivido y seguirá viviendo de puertas para adentro, porque los rumores que corren por los pueblos no suelen estar muy desencaminados de la realidad.

Di muchas vueltas en la cama, lo confieso. Mi cabeza no dejaba de repetir las mismas imágenes una y otra vez: la hostia de Luis, Miriam llorando y gritando para que Víctor se marchase, mi bofetón, Tefi abrazando a Miriam, Max petrificado, Max a punto de soltar un golpe a Víctor... El ciclo se repetía sin cesar, como un pez que se mordía la cola. ¿Cuántas veces habría pasado por la cabeza de Miriam, sin éxito, la idea de pedir ayuda? 

A la mañana siguiente, algo más serenas y calmadas después de haber sido arropadas por los brazos de Morfeo, nos juntamos las tres para desayunar sentadas en el sofá.

─Dame una galleta de esas. 

Tefi señaló a la mesita que teníamos delante del sofá, en donde había sacado variedad de galletas, pequeños bizcochitos y magdalenas.

─¿De estas? ─pregunté señalando unas de chocolate. Mis favoritas.

─No, esas no, las otras.

─¿Estas? 

─Sí, esas. 

Estefanía cogió las dos galletas que le di y las mojó juntas en el café, algo que le gustaba mucho hacer y que repetía cada mañana como ritual de desayuno. Eso, y comer un bol de cereales que esa mañana ya se había metido entre pecho y espalda.

─Aún tenemos tiempo ─Miriam miró su reloj para comprobar la hora.

Estefanía dejó de masticar y la miró extrañada.

─¿Tiempo para qué? ─preguntó con la boca llena.

─Para cambiarnos e ir a trabajar.

─Y unas narices ─contestó volviendo a masticar y a tragar las galletas que tenía en la boca─. Alex sí que va a ir, que por cierto... ─sacó su teléfono móvil y tecleó en él─, la recogerá  Max. Ya le he avisado. Pero tú y yo vamos a ir a comisaría para que pongas una denuncia a ese imbécil.

Soy Diferente© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora