𝟑𝟎

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Narra Temari:

Los rayos del sol traspasaban la ventana dando en dirección a mi rostro, lo único que hice fue ocultar mi rostro en algo, y ese algo era la pelinegra a mi lado. 

Su rostro tenía un rubor rosado, parecía un ángel, dormía pacíficamente, su expresión de serenidad me inspiraban tranquilidad y ternura.

Tenerla a mi lado era algo que le agradecía a los dioses, vida o destino, como ella lo llamaba.

Me levanté con delicadeza de la cama para no despertarla, me dirigí a su armario y tomé uno de los suéteres más grandes de la pelinegra. Regresé a la cama junto a ella.

Miré el reloj encima del mueble a su lado, era temprano.

La Shinari dormia con parte de su espalda descubierta, y con una pequeña parte de su sábana cubría sus pechos.

Besé su frente y ella despertó.

—Buenos días, cariño— saludé mientras despejaba los cabellos que cubrían su rostro, sus ojos se abrieron poco a poco, y con una leve sonrisa me saludó.

—¿Cómo estás, cielo?— preguntó la pelinegra, incorporándose y levantándose quedando sentada en la cama. Se aproximó a mi, rodeó mi cuello con sus brazos y se acercó a darme beso mágico y delicado, como cada uno de sus besos. Pero se había olvidado de algo, la sábana había dejado de cubrir sus pechos, más eso no la detuvo, durante el beso, volví a cubrirla.

Tiernamente me sonrió. 

—Dios, me duele el cuerpo, voy a tener que andar en silla de ruedas esta semana— se quejó la Shinari riendo.

—¿Por qué me levantas tan temprano?, aún estoy cansada— preguntó como una niña pequeña, caprichosa y consentida. Una vez más se acostó y se cubrió con la sábana.

—¿Acaso no quieres bañarte conmigo?.

La pelinegra dudó. Sonrió pícara.

—Luego volvemos a la cama y nos acostamos otra vez— Eso no parecía convencerla.

—¿Desnudas?— preguntó _______.

—Como quieras.

Tomé su brazo llevándola a la ducha junto conmigo. Ella tomó la sábana para envolverse durante el camino, al llegar al baño se desprendió rápidamente de esta.

Se abalanzó a mis brazos y me besó apasionada, sus dedos se enterraban en mi cabello suelto, y mi mano en su cintura la aproximaba mas a mi. Mi compañera sonrió durante el beso, sus mejillas poseían un rubor color carmesí. Nos detuvimos, me miró en silencio y sonrió.

Se metió a la ducha, me arrastró junto con ella y abrió el grifo. El agua tibia recorría nuestros cuerpos y en medio de caricias besé su cuello dejando pequeñas marcas, leves suspiros y gemidos salían de su boca. Ella acariciaba mi rostro con delicadeza. Rápidamente la acorralé contra la pared. 

Sorprendida sonrió.

—Que tierna luces sonrojada— confesé susurrando a su oído.

¿Cómo no amarte? | Temari y Tú [Yuri +18] √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora