Cuando mi madre murió creí que mi vida había acabado. Huí dejando a mi familia detrás y al que yo creí el amor de mi vida, pero resulta que cuando esto paso mi vida apenas comenzó. Lo conocí y me importo una mierda cualquier cosa que se pudiera interponer entre nosotros, pero seis años después eso nos exploto en la cara poniendo todo lo que nosotros habíamos construido en riesgo. Haciéndome dudar de todo lo que alguna vez creí. Nunca he rezado hacia Dios con tanta devoción como lo hago ahora por nosotros. No me dí cuenta que somos como el cristal. Tan frágiles, dependiendo de que nadie nos empuje.