veintiuno

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Había llorado todo el fin de semana. Se había comprado unos cinco litros de helado, un par de papas, el pollo frito de KFC y unos cuantos chocolates. Harry llamó varias veces, no respondió ninguna. Sentía muchísima vergüenza por lo que había ocurrido, pero no se arrepentía. No sabía que era lo que en realidad estaba ocurriendo. Sentía que había algo más en todo lo que había sucedido. Si tan solo Harry le hubiera dicho algo, lo que sea, pero nada de eso pasó y su mente se largó a imaginar un sinfín de excusas que empeoraban su ánimo.

Para cuando lunes por la mañana llegó, un incesante toque al timbre de su departamento lo despertó de entre las envolturas de twinkies. Caminó con las pantuflas puestas, aquel pijama que no se había querido cambiar, el pelo hecho nudos y los visibles ojos hinchados de tanto llorar.

—¡Pero si es mi precioso hijo! —su rostro se distorsionó al ver a su madre en la puerta de su casa, deslumbrante y hermosa, pasando de largo sin siquiera pedir permiso. Su padre le siguió después, entregándole una bolsa kraft con lo que era al parecer, unas cuantas verduras.

—Son del jardín botánico de Fizzy, me pidió que te las traiga—dijo como quien no quiere la cosa, sin hacerle más caso, empezando a rondar el departamento.

Apretó los labios algo ofuscado, cerrando con fuerza la puerta. Les miró largo rato mientras platicaban cómodamente entre ellos acerca de lo mal oliente y desordenado que estaba su pieza, algo poco ofensivo, considerando que él seguía ahí.

—¿Qué es lo que hacen aquí? —farfulló dejando la bolsa de lado, caminando hasta ellos, cruzado de brazos.

—No devolvías nuestras llamadas, así que, nos hemos tomado la libertad de venir a visitarte—apretó los labios rodando los ojos y suspirando resignado.

—¡Bien!, pero debieron avisarme, ¿qué tal si no podía recibirles?

—Pero puedes—interrumpió su padre.

—Pero que tal y no, ¿qué tal y me salía otro compromiso?

—Pero no es así—dijo ahora su madre.

—Ya, pero ¿qué tal y si tenía que hacer algo más?

—¿Cómo qué? —cuestionaron ambos. Louis movió los brazos de forma ambulatoria.

—Trabajar—le vieron largo rato con sonrisas burdas sobre sus rostros antes de echarse a reír.

—Tú no trabajas, cariño.

—¡Lo hacía!

—¿Lo hacías?, y no me habías contado—negó la mujer, siguiéndole de largo hasta entrar a su cocina—. ¿Dónde están tus tazas?

—Al lado del refrigerador... espera, ¡Ese no es el punto!

—¿Y cuál sí lo es? —cuestionó su padre—. Yo quiero un café—. Alcanzó a gritar hacia donde su madre estaba. Louis rodó los ojos con hastio.

—¡Bien, quédense cuanto quieran, me iré de nuevo a dormir! —anunció caminando a grandes y resonantes pasos.

—Hey, espera—Johannah salió enseguida de la cocina siguiéndole el paso, hasta quedar frente suyo—, que no hemos terminado esta conversación, jovencito—. Frunció el ceño, deteniéndose cuando ella le cubrió el paso—. Verás, debido a tu falta de interés...

—Y respuesta—aumentó Mark.

—...con respecto a el arreglo de la cita matrimonial con Eleanor...

—¿Cita matrimonial?

—Hemos decidido invitarla a pasar unos días aquí en la ciudad con nosotros, aquí contigo—retrocedió un par de pasos sin poder procesar por completo lo que decía.

—¿Qué?

—Oh, vamos cariño, ¡Es una chica encantadora!

—No se trata de eso, mamá. Creo que fui claro, y más con mi evidente falta de respuesta. No estoy interesado.

—Louis, por favor, solo es una cita, conócela y ya—sugirió con una sonrisa. El castaño gruñó.

—Lo siento, no es no, mamá—ella le miró achicando los ojos mientras el castaño se cruzaba de brazos firme ante su decisión. Al final, la mujer suspiró encogiéndose de hombros.

—Bueno, es una lástima porque ya está aquí...

—¿Qué?

—Ella tomó el tren después que nosotros, así que no debería tardar en llegar—abrió por completo los ojos llenos de impotencia, chasqueando la lengua.

—Pues tendrás que decirle que no puede quedarse.

—Ah no, yo la invité, si quieres que se vaya pues—caminó de largo hasta donde su padre estaba, quien al parecer no había tenido problema alguno encontrando las tazas y haciendo funcionar la cafetera, entregándole una taza del humeante líquido a su madre—, díselo tú.

Su expresión cambió a una encolerizada, apretando los labios, cruzándose de brazos de nuevo. Quiso replicar enseguida ante la desfachatez, pero el timbre sonó enseguida y su madre se burló en su cara.

Abrió la boca señalándola, pero la insistencia del timbre volvió a atacarle. Empezaba a darle ansiedad. Caminó sin ánimo hasta la puerta, abriendo esa con poco tacto y un gesto gélido, abriendo la boca de la sorpresa cuando fue Harry quien apareció en su puerta.

—Louis—tenía una expresión seria, poco expresiva, mirándole con cierto rencor, quizá debido a que había estado ignorando sus llamadas.

El beta balbuceó tratando de decir algo, nada eventualmente—: No respondiste mis llamadas—. Dijo después, como algo obvio. Hizo una mueca sin saber bien que responder, después de todo, seguía sintiéndose mal por toda la situación.

—¿Louis?, ¿por qué tardas tanto? —su madre se había puesto de pie, yendo hasta donde estaba, mirando con sorpresa al alfa parado en la puerta—. ¿Quién eres tú?—. El castaño la miró con preocupación, sin poder decir palabra alguna.

—Harry Styles, un placer—se presentó él, tomando la mano de la mujer, sonriendo genuino.

—Mucho gusto, Harry. Soy la madre de Louis. Ya que este mal criado no nos presenta, hagámoslo nosotros, ¿no lo crees? —ella ríe y Louis gruñe por lo bajo, llenándose de valor para por fin poder hablar, escuchando unos pasos acercarse a la entrada, viendo a una chica esbelta, castaña de piel algo bronceada aparecerse.

—¡Lamento la tardanza!—sonriendo hacia ellos.

—¡Eleanor! —su madre enseguida deja de prestarles atención dejando entrar a la chica—, justo hablábamos de ti. Louis está ansioso de conocerte—. Con todas las miradas puestas sobre él, y una sensación extraña en la boca de su estómago.

Iba a vomitar. 

*

Lamento la tardanza, han sido semanas locas. 

Felices fiestas. <3

Mi perfume~ Ziall.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora