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El abrazo que Silvia le dio a Sebastián y a su hermana Ana fue corto en comparación al que le dio a Lorena, y luego, a Ricardo. ¡Eran tan hermosos! La mejor combinación entre Ana y Carlos, tenían lo mejor de cada uno, con esos ojos claros, esa naricita respingona de las Velásquez, y sobre todo en el caso de Ricardo, la picardía de Juan José.

—¡Eres precioso! —declaró Silvia mirando a su sobrino mientras lo sostenía con fuera entre sus brazos, tan pequeñito, tan hermoso—. ¡Desde ahora te digo que te amaré con locura por el resto de mi vida! —Ricardo sólo sonrió haciendo monerías, y luego miró a su madre como pidiendo que lo salvaran de la loca que lo cargaba, pero Silvia no lo hizo, sino que lo apretó con más fuerza y lo llenó de besos. Sólo tenía un añito, y ella juraba que no había visto niño más hermoso en todo el mundo.

Cuando llegó Carlos del trabajo también la abrazó y felicitó por las calificaciones que había conseguido en Australia. Silvia había estado entre los mejores graduados, y eso lo llenaba de orgullo.

También a ella. No había sido nada fácil, empezando por el idioma en que veía todas las clases. Había sacrificado todas sus vacaciones poniéndose al corriente de todo, para no quedarse atrás. Nunca pudo regresar, pues si no estaba en Australia, estaba en otro país mejorando el idioma, haciendo posgrados, y hasta pasantías en grandes empresas de moda, pues en eso era que trabajaría al regresar.

—Descansa —le dijo Carlos cuando Silvia le preguntó cuándo empezaría en Jakob—. Tómate unas vacaciones—. Silvia lo miró extrañada, como si de repente le hubiesen cambiado al cuñado de toda la vida por un extraño. En el momento, Ricardo caminó tambaleante hacia él y Carlos lo alzó sentándolo en su rodilla—. Y no me mires así.

—Pero es que... pensé que...

—Ahora mismo, estamos en temporada de ventas. Es diciembre, así que todos los departamentos están centrados en salir lo más pronto posible de todo el stock. En año nuevo, cuando volvamos a iniciar el ciclo, empezarás tú también.

—Ella lo dice porque te recuerda como un trabajólico —sonrió Ana sentándose en el reposabrazos del sillón donde estaba Carlos, y aquella imagen fue tan linda, que Silvia quiso tomarles una fotografía. Carlos sonrió mirándola y meneó su cabeza.

—Llevas cuatro años trabajando duro sin descansar... Necesitas recuperar fuerzas para esta nueva etapa en tu vida... Así que tómalo con calma. Disfruta este diciembre, y en año nuevo, vamos a la carga—. Silvia sonrió sintiendo el corazón lleno de calma y alegría. Suspiró y asintió.

—Gracias, Carlos—. Él asintió sin decir nada, y dejó a Ricardo en el suelo, pues quería seguir caminando—. ¿Ya te dije que te quiero?

—No. Pero dímelo.

—Te quiero —rio Silvia, y se recostó en el sofá dándose cuenta de que era verdad. Hacía tiempo que no tenía días libres para nada. Sus últimas vacaciones fueron, de hecho, aquella Semana Santa con...

Interrumpió sus pensamientos, como siempre, poniéndose recta de nuevo y mirando a su hermana y a su cuñado con una sonrisa.

—¿Van a darme más sobrinos?

—¡No! —rio Ana, y en el momento llegó Judith a la sala con unas bolsas de compras, a tiempo para escuchar la última declaración de su nuera.

—Ella dice que no... pero le voy a remplazar las píldoras anticonceptivas por vitaminas, y ya verás, en menos de un mes estaré esperando otro nieto.

—¡Ya tienes cinco! —le reprochó Silvia poniéndose en pie para saludarla con un abrazo y los obligatorios besos en cada mejilla.

—¿Y qué? ¿Por qué no puedo tener seis?

Tu ilusión (No. 5 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora