...19...

13.8K 2.3K 738
                                    

Fernando se sentó en su asiento en el avión luego de poner en el maletero superior su mochila. Se dejó caer en el espaldar y miró hacia la estrecha ventanilla la parte exterior del aeropuerto. Otros aviones se alistaban para el despegue, unos más, se ubicaban para desembarcar.

El nudo que tenía en la garganta desde que hablara con Silvia, no se había desatado; sentía que lo estaba estrangulando, pero tenía los ojos secos, como si hubiese volado con ellos abiertos.

"No eres el hombre que deseo para mi vida", había dicho ella. "No puedo tener nada contigo".

Se pasó la mano por la nuca y respiró hondo, pero nada, ahí seguía el maldito nudo.

Le esperaban casi cuarenta horas de viaje, y estaba seguro de que todos esos recuerdos, cada palabra dura de ella lo estaría martillando. Necesitaba un trago, pero no podía embriagarse ahora.

No, tenía que admitir que no había llevado una vida ejemplar. Desde los catorce años se había dado cuenta de que las mujeres lo buscaban, y él no vio por qué negarse. Odiaba estar en casa, así que sí, se iba de fiestas, de tragos; cometió imprudencias, como conducir ebrio, y pagó multas por escándalo público. Estuvieron a punto de quitarle la licencia de conducir, de perder el cupo en la universidad, de mil cosas más.

Su padre había acallado todas esos problemas y escándalos con dinero, pero ni una sola vez lo regañó por estar haciendo las cosas mal. Por el contrario, mientras más se descarriaba, más distante estaba él. Su abuela lo reprobaba, y su madre estaba tan ocupada en su padre, que no lo veía a él.

Claro que no era una excusa, pero tratar de incordiarlos se había vuelto un hábito. Nunca, nunca pensó que esto le traería este tipo de consecuencias.

¿Había sido eso lo que le hiciera perder su oportunidad con Silvia?

Se escuchó la voz del capitán por el altavoz del avión avisándoles del pronto despegue, y en las pantallas apareció el consabido video del uso de los salvavidas y las mascarillas de oxígeno.

No podía empezar a lamentarse por su pasado. Ni siquiera había imaginado que tuviera que considerarlo un obstáculo, esa era parte de su historia, eso había moldeado su carácter, él era el resultado de todo lo vivido, fuera bueno, o malo, y hasta el momento, a ella no pareció disgustarle ese resultado, o sea, él. ¿Por qué, de repente, lo había rechazado?

Porque era egoísta, se respondió a sí mismo, y todavía vivía en un cuento de hadas, creyéndose la princesa encerrada en una torre que espera a que su príncipe perfecto la rescate.

Y él no había podido ver eso. ¿Cómo había sido tan tonto?

Lo acusaba de ser "El jardinero". ¿Qué diablos era eso?, ¿cómo es posible que entre mujeres hablen de ese modo de un hombre? Podía contar con los dedos de una mano, y aún le sobraban tres, las mujeres vírgenes con las que se había acostado en toda su vida, y Silvia era una de ellas. ¿Por qué inventar algo tan denigrante? Sí, había tenido mujeres en su cama, o, más bien, él había estado en la cama de ellas... ¿por qué juzgarlo sólo a él entonces?

Porque la doble moral era la orden del día... y Silvia era una de esas mujeres, y odiaba a ese tipo de personas.

Por fin el avión encendió motores y aceleró para ubicarse sobre la pista, pero en su mente no había nada más que la imagen de Silvia diciéndole, otra vez, que él no era lo que ella quería. Ah, esta era una escena que repetiría varias veces hasta al fin llegar a casa. Mejor hubiera sido no venir. Maldita fuera la hora en la que se le ocurrió pasar Semana Santa con Silvia. ¿De dónde había sacado esa idea tan estrafalaria? ¿Y por qué nadie lo detuvo?

Tu ilusión (No. 5 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora