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Fernando llegó a la calle donde había ocurrido todo.

Se bajó del auto y miró el asfalto como si en él pudiera descubrir la verdadera historia de lo que había ocurrido aquí. Tras él, los escoltas que lo habían seguido lo imitaron sin pronunciar palabras, pero analizaban el perímetro en busca de amenazas.

¿Será en verdad capaz de hacerles daño?, se preguntó Fernando. ¿No le importará que yo lo odie aún más por esto?

Hasta el momento, había pensado que a su padre le importaba al menos un poco la opinión de su hijo. Todas las veces que le envió mensajes para que lo fuera a ver a la cárcel le hacían pensar que así era. El haberle ocultado su secreto, y preferir divorciarse a que él lo supiera, eran muestras de que aún valoraba lo que pensara de él.

Tal vez debió ir a verlo un par de veces más, tal vez debió apaciguar un poco ese odio que lo había estado carcomiendo todos estos años.

Le llegó un mensaje. Era la policía indicando la zona en la que se había dejado de recibir señal del teléfono de Silvia, y Fernando abrió la aplicación de mapas.

Habían salido de Bogotá, eso era claro, pero ¿a dónde se dirigían? Desde allí se podía ir a casi cualquier lugar del país.

No debían estar demasiado lejos. ¿Qué sitio en los alrededores Agustín consideraría seguro para mantener a dos mujeres, sin vecinos que reportaran nada extraño? Ya él no tenía propiedades, y todos los almacenes y propiedades de las empresas Alvarado tenían fuerte vigilancia, no había ninguno que estuviese en desuso, o abandonado. ¿A dónde las había llevado?

—Señor, yo iré con usted —le dijo uno de los escoltas cuando él se dirigió de nuevo a su auto. Fernando no se opuso, y lo vio sentarse en el puesto del copiloto.

Puso el auto en marcha de nuevo y condujo hacia ese lugar donde habían perdido el teléfono de Silvia. Tal vez alguna idea se le venía a la cabeza si recorría los mismos lugares que ella.


Agustín miró su teléfono sintiendo un poco de angustia. Edinson no respondía a sus mensajes, a pesar de que lo había estado llamando desde el mismo día que salió de la cárcel.

—No me ignores más, por favor —casi rogó mirando la pantalla.

"Estoy esperándote en el lugar de siempre", le había escrito, pero él, si vio el mensaje, lo había ignorado.

"Ven a verme, desespero por estar a tu lado de nuevo".

"Podemos volver a empezar, olvidemos el pasado, olvidemos todo lo que nos separó. Vuelve conmigo".

"Soy una persona diferente, he dejado todo atrás, volvamos a empezar".

Pero a lo mejor a Edinson no le importaba ya cuánto hubiese cambiado. Lo estaba ignorando sin ningún remordimiento.

Se recostó en la encimera de la cocina de la casa de campo sin dejar de mirar el teléfono. A un lado estaban unas bolsas con comida preparada, y las atrajo para empezar a comer. Tomó una navaja de fabricación casera y rompió la bolsa con ella. Nunca la dejaba, había sido su mejor compañía en la celda. Al principio había sido para defenderse, y ya luego, para intimidar.

Habían sido años horribles. No podía volver allí, prefería morir.

Pero no iba a morir, tenía que vivir, y para eso necesitaba a Edinson.

Terminó de comer pensando en él, en todo lo que había ocurrido entre los dos, en lo difícil que fue mantener la relación estando preso. ¿Estaría con alguien más? ¿Lo había olvidado ya? ¿Lo odiaba?

Tu ilusión (No. 5 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora