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Las sirenas ululaban ya no tan lejos, y aquel maravilloso sonido le dio a Silvia la fuerza para quitarse de encima a Valeria, que había estado usando sus uñas muy diestramente para hacerla retroceder.

—¡Tienes que morir! —gritó Valeria yendo de nuevo por ella, y Silvia abrió la puerta para escapar. Necesitaba espacio para poder pelear bien, y dentro, con los asientos y el volante en medio, no era fácil.

—Por qué —inquirió Silvia entre dientes, mirándola retadora—. Por qué morir. ¿Por qué me odias tanto? ¿Qué fue eso tan malo que te hice?

—¿Ya lo olvidaste? Por tu culpa tuve esa mancha en mi historial del colegio. Por tu culpa recibí un castigo en casa...

—Paula llevará por siempre una cicatriz en la muñeca... ¿No te parece que quedamos a mano?

—¡Tú y tu asquerosa hermana deberían morirse! —Valeria bajó de la camioneta y puso sus manos como garras para atacar a Silvia, pero esta al fin tenía espacio, así que no vaciló en subirse el vestido y asestarle una patada que la envió lejos. Valeria cayó en tierra, y con más ira todavía, se levantó para volver a atacar. Silvia rechazó todos sus avances, pero cada vez que sus golpes daban en el vacío, Valeria se enojaba más.

—¡No vas a ganar! —le gritó Silvia—. Tengo experiencia peleando. Ríndete ya. Entrégate a la policía y tal vez te rebajen la pena.

—No sé de qué hablas.

—¿Vas a decirme que es casualidad que estés aquí? Te aliaste con Agustín Alvarado, ¿no es cierto? ¿Qué plan tenías? ¿Qué es lo que pretendías? —Valeria retrocedió unos pasos y se apoyó en la camioneta tomando un poco de aire. Luego de unos segundos en silencio, se echó a reír.

—No lo sé —admitió—. Tal vez... podía usar un poco a los matones que las trajeron hasta aquí... Tal vez... si dos o tres hombres te violaban... yo estaría un poco más satisfecha—. Silvia la miró con sorpresa y rencor mezclados.

—¿Planearías algo así en contra de otra mujer?

—¿Por qué no? Ah, ¿hablas de la sororidad y todas esas estupideces? ¿Por qué me solidarizaría con una perra como tú? Desde siempre, lo que he querido es destruirte.

—No comprendo tu odio —murmuró Silvia, notando que, después de todo, le seguía doliendo la actitud de la que una vez creyó amiga—. Es desmedido... Tú me has hecho más daño a mí del que jamás yo te hice a ti... y estuve dispuesta a ignorarlo.

—No me vengas con idioteces. Es todo porque no dejas de ser una campesina con complejo de inferioridad. Todo aquél que esté por encima de ti siempre va a obtener tu respeto y tu perdón no importa lo que te hayan hecho. Por eso me aceptaste como amiga, porque concluiste que yo era superior, que podías aprender de mí... Siempre tuviste miedo de no poder sacarte de encima el olor a pueblo que traías, por más que te bañaras con jabones finos...

Silvia dio un paso adelante. Hace rato que estaba descalza, pero todavía podía dar patadas contundentes, y Valeria lo sabía, así que dio otro paso atrás.

—Colaboraste en la fuga de Agustín —dijo Silvia enumerando sus crímenes, y avanzando a ella paso a paso—, planeaste una violación en grupo para mí, y tal vez, matarme. Creo que te esperan unos cuantos años de cárcel, Valeria.

—No hay pruebas de nada.

—El hecho que estés aquí ya es prueba suficiente —Silvia volvió a caer sobre Valeria, esta vez, usando todo su ímpetu, y Valeria volvió a darle pelea, pero esta vez estaba en seria desventaja. Silvia le asestó un golpe en la cara, otro en el abdomen, y por último, le golpeó la nuca dejándola inconsciente en el suelo.

Tu ilusión (No. 5 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora