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El salón de fiestas estaba bellamente decorado en tonos blanco y dorado, con altas columnas que simulaban una catedral haciendo arcos a la altura del techo, que era de más de tres metros. Bellos arreglos florales pendían como arañas o se posaban sobre las mesas, y los candelabros encendidos daban un toque cálido e íntimo.

El logo de la empresa brillaba en el centro de la pista de baile, y alrededor de esta, todas las mesas, con sus sillas dispuestas, lucían elegantes y preciosas. Al fondo había una tarima con sus micrófonos y equipos de audio listos para las diferentes presentaciones, al tiempo que, a través de los altoparlantes, se escuchaba una música de piano y violín relajante y suave.

Dora miró todo con orgullo. Aunque no trabajaba activamente en la empresa, todavía la buscaban para este tipo de eventos, y ella había ayudado mucho en todo el proceso.

—Como siempre, te quedó espectacular —la alabó Judith, ya vestida para la fiesta. Dora sonrió suspirando.

—Quiero que sea una noche especial no sólo para la empresa —dijo—. También para mi hijo—. Judith la miró elevando una ceja, pero no dijo nada, pues los invitados empezaron a llegar.

Poco a poco el enorme salón se fue llenando con la crema y nata de la ciudad. Presidentes de empresas que regularmente hacían negocios con los Alvarado, socios accionistas, los vicepresidentes y directores más destacados, y también aquellos que no tenían negocios con ellos, pero que les unía una larga amistad. Entre ellos estaban los Magliani, un ministro del estado, y otras figuras políticas y sociales reconocidas a nivel nacional.

Todos lucían impecables, con sus espléndidos trajes a medidas, vestidos exclusivos, joyas carísimas y relucientes bajo la cálida luz de los candelabros o las lámparas.

Valeria llegó del brazo de su padre mirando todo como lo haría cenicienta en el baile donde conoció a su príncipe. Estaba encantada de poder asistir a una fiesta de estas, pues, por lo general, quien acompañaba a su padre era Mirna, su madre, pero esta vez su berrinche había surtido efecto y la madre le dio su lugar en la fiesta.

—Ella nos reportará más beneficios que si vas tú —le dijo Eduardo a Mirna—. Si atrapamos al chico Alvarado, tendremos toda su fortuna a nuestros pies. ¿Puedes conseguir eso?

—Si ella pudiera atraparlo, ¡habría tenido su propia tarjeta de invitación! ¡O el mismo Fernando Alvarado habría venido por ella!

—Mi tarjeta de invitación se perdió —lloró Valeria—. ¡Y Fernando no viene por mí porque está muy ocupado! —Mirna todavía tenía mucho qué refutar a esos argumentos tan débiles, pero Eduardo estaba siendo inflexible al respecto, así que la dejó estar, y Valeria acudió en su lugar haciéndole jurar que en verdad atraparía al heredero, o le haría pagar el haber comprado un vestido para nada.

Ahora que entraba al elegante salón, Valeria sólo sonrió. Esta noche, Fernando sería suyo, al igual que toda su fortuna, y su lugar en la alta sociedad; lo había puesto todo en esta empresa, así que nada podría quitárselo de sus manos.

Pero no era sólo por su dinero. Sus padres nunca la habían tratado tan bien como cuando les dijo que estaba saliendo con él; ya no era la basura de siempre, ya no tendría que volver a esforzarse por nada; si atrapaba a Fernando, toda su vida estaría solucionada para siempre.

Miró de reojo a su padre, que saludaba a varios conocidos mientras ella se apoyaba en su brazo. Todos le decían lo hermosa que estaba, y la halagaban diciendo que su padre debía estar muy orgullosa de ella.

No lo estaban; nunca lo habían estado; nunca había logrado llenar todas sus expectativas. Hasta ahora.

Fernando se acercó a su madre para hacerle algunas preguntas referentes a la ceremonia, y ella le pasó unas tarjetas con el resumen de su discurso.

Tu ilusión (No. 5 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora