Fernando tamborileó con sus dedos sobre el volante de su auto mientras esperaba que el semáforo pasara a verde. Estaba yendo de camino a casa de Valeria para llevarla a la cena de fin de año en casa de los Soler, pero desde anoche tenía una mala sensación en el estómago.
Decir que se había arrepentido de su plan con ella sería un poco infantil de su parte; se preciaba de ser un hombre de palabra, pero esto le estaba carcomiendo una parte de su alma.
¿Por qué, para empezar, se había dejado llevar por su rabia y había cometido una tontería como esta? Dudaba que los adolescentes de hoy en día se involucraran en entuertos como este.
Pero si desnudaba su alma, si se hablaba a sí mismo sin eufemismos, tenía que admitir que todo esto lo estaba haciendo por Silvia. Un poco por sí mismo, pero más por ella.
No, no buscaba herirla de ningún modo. No se puede herir con celos a una persona que no siente nada por ti, así que esto no era para provocarlos. Era porque quería demostrar que podía ser fiel, aunque fuera en una relación de mentiras. Pero hasta el momento, Fernando nunca había estado en una relación de verdad, todas sus mujeres fueron de una, o máximo, dos noches. Sólo Silvia había ido mucho más allá, y no llegó ni a la semana.
Él podía ser leal, él podía ser hombre de una sola mujer... pero, ¿por qué se había dejado dominar y llegado a este absurdo para comprobárselo a sí mismo y a Silvia?
¿Era idiota?
Cuando Valeria entró a su auto y notó su actitud, se echó a reír.
—Te arrepentiste —le dijo antes de siquiera saludarlo. Fernando hizo una mueca.
—Lo siento.
—Oh, definitivamente, estás mal. ¿Quién te tiene así, ah?
—Nadie en particular.
—Vamos, puedes confiar en mí. Del mismo modo que no le contaré a nadie que me propusiste una relación de mentiras, guardaré el secreto de lo que me digas aquí—. Fernando la miró de reojo. En una fracción de segundo, se sintió un poco chantajeado. Sus palabras implicaban que ella le tenía un guardado, uno que podía usar si fuera mala, pero que no lo era.
Pestañeó metiendo el cambio y soltando los frenos. No, estaba imaginando cosas.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer? ¿Iremos a otro lado? Dejé a mi familia de lado en esta fecha para estar contigo. Haz que valga la pena.
—Te llevaré con los Soler —dijo Fernando en tono grave—, pero no como mi novia, sino como una amiga—. Valeria hizo una mueca como si analizara este nuevo estado de las cosas.
—¿Y cuál será la diferencia?
—¿Te parece poco? Eres amiga de Paula, ¿no? Podrías estar allí por ella, y no por mí—. Valeria se echó a reír.
—¡Qué ingenuo eres! —Fernando la miró de nuevo—. En serio, Fer... te creí más... mundano. Obviamente todo el mundo va a pensar que tenemos algo. Nunca he pasado fin de año con ellos, y llegar contigo, bajarme de tu auto, ¡mandará todas las señales equivocadas! No, mejor dejemos esto así, detente aquí cerca, tomaré un taxi y volveré con mis padres—. Fernando se mordió el lado interior de sus labios. Justo estaba quedando como lo que más odiaba, como un pusilánime indeciso.
¡Mierda y más mierda!
—Fernando...
—No te devolveré con tus padres—. Valeria se cruzó de brazos.
—Quiero que ese diamante sea bien grande —murmuró, lo que hizo sonreír a Fernando.
Como siempre en estas fechas, la pandilla de amigos se había reunido con sus esposas, y ahora, sus hijos. El ambiente era más bien informal, lleno de música y mucha comida. A diferencia de las cenas de navidad, estaban todos vestidos de manera casual, la comida era un asado, habían llevado mesas y sillas al jardín, y la cerveza rodaba sin pudor.
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Tu ilusión (No. 5 Saga Tu Silencio)
RomanceSilvia Velásquez, a pesar de su corta edad, ya ha atravesado por más cambios, pérdidas y desilusiones que la mayoría de jóvenes que ha conocido; y eso ha templado su carácter, volviéndola, tal vez, un poco más cínica que antes. Ser nadie para los de...