—¿Arelis sabe que estás aquí? —le preguntó Judith a Alejandro cuando éste se quedó solo.
Alejandro se giró a mirar a la mujer a su lado cuando escuchó mencionar el nombre de su madre y elevó sus cejas.
—No, pero no tiene nada de malo—. Judith elevó sus cejas con aire misterioso.
—No lo sé. La conozco desde hace muchos años, y sé que ninguna de las Velásquez sería una candidata aceptable para su precioso hijo.
—Silvia es sólo una amiga...
—Está bien, si tú no estás preocupado... —Alejandro sólo sonrió.
—No somos tan esnobs.
—Ay, mi corazón... si hiciéramos un concurso, tu madre sería la reina de los esnobs. No te confundas, la aprecio muchísimo, y yo antes era la presidenta del club de esnobistas, pero ella ya me quitó la corona hace rato.
—Entonces, ¿qué me aconseja? —Judith se encogió de hombros.
—Ve con cuidado. Silvia merece que la traten bien. Si tanto te gusta, vela por ella.
—Claro que sí.
—Aunque... primero asegúrate de que tú eres el que le gusta a Silvia—. Alejandro sonrió. En cuanto a eso, acababa de recibir información privilegiada, así que estaba tranquilo.
Silvia vio a Alejandro acercarse al lugar donde ella hablaba con su hermana y Román, y no pudo menos que intentar disimular su incomodidad. Ella no lo había invitado aquí, ni siquiera le había insinuado que le gustaría que viniese. De hecho, aquella última salida había quedado en nada, y aunque él le escribió un par de veces, la conversación siempre murió sin concertar un siguiente encuentro.
—Te conozco —le dijo Paula a Alejandro cuando este se presentó dándoles la mano a cada uno—. Eres hijo de una de las amigas de Judith. Creo que te he visto en el club un par de veces.
—Ah, seguramente. La verdad, yo no sabía que eran tan cercanos a los Soler...
—¡Vivimos aquí desde hace años! —sonrió Paula un poco extrañada. Alejandro miró a Silvia como si tuviera algo importante que decirle, y le pidió en voz baja hablar en un lugar privado. Silvia asintió y lo guio al interior de la casa.
—Vine sólo a desearte un feliz año. No quiero incomodarte, ni hacerte sentir comprometida en modo alguno. Así que... —él abrió sus brazos y se acercó a ella para abrazarla. Silvia recibió su abrazo sin corresponderle—. Feliz año —dijo Alejandro—. Espero que este año podamos convertirnos en muy buenos amigos.
—¿Por qué? —le preguntó Silvia con su ceño fruncido.
—¿Por qué, qué? —preguntó él a su vez. Silvia dejó salir el aire cruzándose de brazos, y Alejandro sonrió—. ¿Cuándo vas a creerme que es verdad que me gustas? ¿Qué segunda intención podría tener? ¿Piensas que me interesa tu dinero, conexiones o algo más? —Silvia elevó sus cejas mirando a otro lado disponiéndose a decir algo, pero él no la dejó—. Tal vez tenga más dinero que tú, y también muy buenas conexiones... y, ¿No sería un camino muy largo utilizarte para conseguir algo así? ¿Y por qué un hombre como yo no podría mostrar su interés por alguien como tú sólo a unos días de tu regreso? ¿Tengo que cultivar una amistad de años para sentirme atraído? —Silvia hizo una mueca quedándose sin palabras. Alejandro sonrió—. No pienses demasiado en eso. Me gustas, pero ese es mi asunto, déjame hacer mi lucha.
Silvia siguió mirándolo sin decir nada. Alejandro se inclinó a ella para besarle la mejilla.
—Que disfrutes la noche —le susurró, y luego de eso, salió de la casa, se metió en su auto y se marchó.
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Tu ilusión (No. 5 Saga Tu Silencio)
Roman d'amourSilvia Velásquez, a pesar de su corta edad, ya ha atravesado por más cambios, pérdidas y desilusiones que la mayoría de jóvenes que ha conocido; y eso ha templado su carácter, volviéndola, tal vez, un poco más cínica que antes. Ser nadie para los de...