Silvia regresó del spa sintiéndose renovada, como si no hubiera preocupación que no pudiera ser barrida por una excelente sesión de exfoliación, sauna y masaje relajante. La mitad de sus cargas se habían ido a través de las manos de su masajista.
—¡Dora! ¡No te esperaba hoy! —dijo Judith acercándose a su amiga para darle un par de besos, que era su saludo acostumbrado, y Dora sonrió hasta que la vio a ella—. Espérame aquí un momento, no tardo.
—Claro —dijo Dora sin quitarle la mirada de encima a Silvia, que apretó sus labios esquivándola, como si la hubiese pillado en falta—. Hola, Silvia.
—Hola, señora Dora... ¿Cómo está usted?
—No tan bien como tú. Te ves... muy bonita.
—Ah... gracias.
—Pensé que tardarías más en regresar.
—No, me gradué y ya era hora de volver... No tenía nada más que hacer en Australia.
—Entonces, ¿tomarás el control de Jakob? —Silvia sonrió un poco tímida, e incluso acomodó su cabello tras su oreja.
—No, señora. No creo que me sea tan fácil; aún tengo mucho que aprender—. Dora asintió, y se volvió a sentar en el sofá de la sala sin dejar de mirarla. Silvia miró hacia las escaleras preguntándose cómo despedirse para ir a su habitación. Se sentía estudiada, como si la estuvieran analizando con rayos X.
—No te preocupes por dejarme sola —dijo Dora, casi como si hubiese leído sus pensamientos—. Ya no soy una visita aquí, y sólo vine a decirle a Judith que sí aceptamos su invitación a cenar.
—Oh, ¿cenará esta noche aquí?
—No. Me refiero a la cena de navidad. Fernando y yo asistiremos—. Silvia la miró pestañeando sintiéndose un poco aturdida. ¿Por qué asistirían ellos a una reunión tan familiar? ¿No tenían la suya propia?, fue el primer pensamiento que se le vino a la mente. Sabía muy bien cómo eran las cenas de navidad entre los ricos; cada cual se reunía con su círculo familiar más cercano, celebraba, daba gracias y festejaban sólo con los más allegados.
Para los Soler, antes había significado que asistirían Judith, Carlos, Juan José, y su novia. Luego eran ellos y Ángela, Mateo y Eloísa, Fabián y Sophie, y por supuesto, los Velásquez.
Las navidades siempre habían sido alegres y casi multitudinarias, con la casa Soler tan llena de gente; pero que ella recordara, los Alvarado nunca se habían unido.
—Desde que Rebeca no está —explicó Dora, otra vez leyendo su mente— las navidades son un poco solitarias para los Alvarado.
—Pero tienen a Sophie...
—Sí, pero Sophie está con su esposo, un Magliani... y el viejo Bernardino no dejará ir tan fácil a su nieto y a su bisnieto, así que...
—Oh...
—Las navidades siempre la reclaman ellos, pero están con nosotros en año nuevo. Espero que no te incomode.
—No, no. Para nada... ¿por qué habría de incomodarme?
—Porque sé que a duras penas toleras a mi hijo... —Silvia se quedó con la boca abierta, sin saber qué decir. No recordaba que Dora fuera tan escueta al hablar—. Aunque, deberías echarle un vistazo al hombre que es ahora —dijo Dora cruzando su pierna y suspirando—. Te dejaría pasmada.
—¿Por qué... lo dice?
—Porque su vida dio un giro de ciento ochenta grados luego de que volvió de esas vacaciones contigo.
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Tu ilusión (No. 5 Saga Tu Silencio)
RomanceSilvia Velásquez, a pesar de su corta edad, ya ha atravesado por más cambios, pérdidas y desilusiones que la mayoría de jóvenes que ha conocido; y eso ha templado su carácter, volviéndola, tal vez, un poco más cínica que antes. Ser nadie para los de...