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—¿Estás tratando de conquistar a mi hermana, o algo así? —le preguntó Sebastián a Fernando a la mañana siguiente, mientras caminaban hacia un arroyuelo de agua fresca. Todos seguían durmiendo, y ellos dos parecían los únicos con la energía suficiente para salir a dar una caminata.

Fernando miró a Sebastián de reojo.

—¿Te opondrías? —él se encogió de hombros.

—Estoy más preocupado por ti que por ella —Fernando sonrió.

—Alguien que me entiende.

—No pierdas tu tiempo —dijo el adolescente sin mirarlo—. Se va para Australia en dos semanas.

—¿Para dónde? —preguntó Fernando parando en seco, y Sebastián se detuvo a dos pasos de él para mirarlo fijamente.

—¿No lo sabías?

—¿Qué cosa?

—Carlos la matriculó en una universidad en Australia. Se va a estudiar allá en dos semanas.

Fernando sintió una frialdad bañar su piel, y se quedó allí de pie largo rato, mirando nada.

Ella se iba, y a Australia, nada menos.

No le gustaba. No quería. Ella se iría por largos años, seguramente, y él quedaría aquí solo y olvidado. Perdería su oportunidad de conquistarla, de seducirla. La perdería por siempre.

Se secó el sudor de su frente con su brazo incapaz de dar otro paso hacia el arroyo, y apretó sus labios pensando y pensando. Apenas anoche había conseguido hablarle de sus sentimientos, y era consciente de que necesitaría mucho tiempo y trabajo para convencerla de tener algo con él. Ella necesitaba confiar en él, pero no conseguiría esa hazaña si ella se iba tan lejos.

—¿Te pasa algo? —preguntó Sebastián preocupado, devolviéndose hasta él. Fernando lo miró fijamente.

—¿Por qué se va tan lejos? —preguntó—. ¿Acaso en Colombia no hay buenas universidades? —Sebastián sólo se encogió de hombros—. ¿Por qué no me dijo nada? —se preguntó luego en voz baja—. Si me hubiera dicho eso, yo...

—Lo saben casi todos. Me extraña que no te hayas enterado.

—Nadie me lo dijo. Ni siquiera lo imaginé.

—¿Te afecta?

—Muchísimo.

—Entonces te gusta mucho —Fernando lo miró tragando saliva. Parpadeó varias veces y respiró profundo retomando la caminata.

Estuvo largo rato en silencio, escuchando sólo el sonido de la naturaleza, y la corriente de agua que se acercaba a medida que avanzaban. La luz del sol había ido aumentando mientras caminaban, y ahora todo el paisaje era verde y azul.

Pero para él, todo se había vuelto gris de repente.

—¿Crees que acepte una relación a distancia? —Sebastián sonrió de medio lado.

—Fernando, ya es difícil para ti viviendo al lado, crees que en otro continente será mejor?

—Deja de ser tan sensato o le caerás gordo a todo el mundo —Sebastián sólo se echó a reír, y luego de un rato, llegaron al fin al arroyo. Había una pequeña cascada, y el agua pintaba delicioso.

Fernando se quedó allí admirando el paisaje sólo por un instante. Su mente estaba en Silvia, y que sólo le quedaban dos semanas para convencerla. Si hubiese sabido, habría actuado antes, pensó. Pero también debía reconocer que la confesión de anoche fue más un accidente que algo premeditado.

Tu ilusión (No. 5 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora