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Fernando preparó el omelette, y para sorpresa de Silvia, tenía buen sabor y buena textura. La esperó mientras ella se duchaba, se vestía y se peinaba, sorprendido porque ella era más bien rápida, y se aplicaba poco maquillaje. Luego, fueron al hotel de él, y fue turno de Fernando de ducharse.

Silvia miró la habitación en derredor, dándose cuenta de que era un buen hotel, espacioso e iluminado. Pero claro, sonrió; alguien como Fernando no se hospedaría en ningún sitio de menor comodidad o limpieza. Siendo el heredero de la fortuna Alvarado, era obvio que se diera ciertos lujos.

Él apareció en la habitación luciendo solamente una pequeña toalla alrededor de su estrecha cintura, y Silvia fue incapaz de desviar la mirada. Él sonrió al notarlo y miró la cama.

—Podríamos quedarnos aquí el resto del día —propuso con una sonrisa pícara, pero Silvia sólo miró por la ventana y se movió sacando de su campo de visión toda la perfección de aquel cuerpo masculino. Escuchó la risita burlona de Fernando tras ella, pero entonces su teléfono vibró.

Era un mensaje de Valeria, su amiga del colegio, y le sorprendió un poco, pues hacía tiempo que no hablaban. No era que estuviesen disgustadas, sólo se había instalado entre las dos la enorme distancia, y el tiempo.

"Me dijeron que Fernando Alvarado está en Australia, contigo", decía el mensaje de WhatsApp. Silvia enarcó una ceja y lo ignoró guardando de nuevo el teléfono en su pequeño bolso de bandolera. ¿Quién le habría dicho?

Se giró para mirar de nuevo a Fernando, que seguía vistiéndose.

—¿Le avisaste a alguien que vendrías a Australia? —Fernando giró su cabeza para mirarla un poco pensativo en la respuesta.

—Creo que a dos personas —contestó—. De la familia—. Silvia se mordió el interior del labio pensando en aquello. Seguro que le había dicho a su madre que viajaría, y a su abuela. Dudaba que ellas dos se pusieran a contarle a todos de las andanzas y viajes de su hijo y nieto.

"¿Cómo lo supiste?", le preguntó a Valeria.

"¡Entonces es cierto! Lo dudé por un momento, porque no has subido fotos con él a tu Instagram, pero ya veo que es verdad". Silvia torció los ojos al darse cuenta de que había caído en una trampa; Valeria sólo había causado intriga para sacar información.

Volvió a ignorar el teléfono y miró de nuevo a Fernando. Por un momento, un minúsculo instante, había pensado que tal vez él le había contado a alguien dónde estaba y para qué. Fue un instante en que su corazón había dolido, y odió la sensación.

Fernando ya llevaba puestos unos pantalones, y viendo que los ojos de ella estaban centrados en sus pectorales, se le acercó a paso lento y le besó la mejilla.

—¿Segura que no quieres que nos quedemos aquí? —Silvia sonrió.

—Quiero pasear—. Él estiró sus labios mostrándose decepcionado al tiempo que la tomaba de la cintura y la pegaba a él.

—Podríamos estar aprovechando el tiempo.

—Pasear es otra manera de aprovechar el tiempo —sonrió ella alejándose; se acercó al armario donde él había colgado su ropa y le eligió una camisa. Fernando la recibió resignado.

—Entonces, ¿quieres ir al zoológico? —los ojos de Silvia brillaron al instante.

—Me encantará—. Fernando se abrochó los botones de la camisa sonriendo con ella.

Silvia parecía una niña en muchos aspectos, notó. Era feliz comiendo algodones de azúcar, helados, visitando parques y zoos. Cosas que a él ya no le provocaban demasiada emoción, casi la hacían saltar a ella.

Tu ilusión (No. 5 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora