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Marco Magliani nació en el mes de septiembre del año dos mil quince para traer al mundo luz, alegría, felicidad y bondad... sobre todo para el mundo de su abuela, pensó Fernando. Rebeca se deshacía en mimos y halagos para Marco, no se cansaba de señalar lo perfecto que era, y al parecer le tenía sin cuidado que fuera pelirrojo como su papá, e insistía en que era idéntico a su mamá. Al oír esto, Fabián sólo se encogía de hombros.

—Mientras lo vea perfecto, me da igual que su piel le parezca azul —decía.

Cuando sabía que su Sophie y su bebé irían a visitarla en su casa, mandaba a desinfectarla toda y a lavar las cortinas.

—¡Le puede dar una alergia a ese angelito por culpa de los ácaros del polvo! —decía—. ¡Limpien bien todo!

Se la veía muy enérgica, como si estuviese completamente recuperada luego de aquel intento de asesinato sufrido a manos de su propio hijo, y en el que se vio afectada Sophie. Vivía por y para su bisnieto, no había nada más en este mundo.

—Estoy algo preocupada —le dijo Sophie a su primo una noche que lo invitó a cenar en su casa. Había cocinado Fabián, pues ella seguía de dieta, y luego de terminar el postre, Fernando tomó a Marco en sus brazos para mecerlo un poco.

Era regordete, pesado, blanco, y las lanillas rojizas de su cabeza se paraban en su coronilla en todas direcciones. Sus ojos se veían grises, pero tanto Fabián como Sophie aseguraban que se quedarían verdes.

Al escuchar las palabras de su prima la miró fijamente, y ella suspiró doblando un poco su espalda. Ella no había recuperado todavía su peso anterior al embarazo, y apenas se había puesto un poco de labial para recibirlo, y, aun así, se veía guapa.

—Supe que la abuela llamó a su abogado... y mando cambiar de nuevo su testamento.

—¿Y por qué eso te preocupa?

—Porque si incluyó a Marco en el testamento... será menos herencia para ti —Fernando sonrió con una mueca, y apoyó al bebé en su hombro palmeando suavemente su espalda. Parecía un muñequito de trapo, pues ahí se quedó.

—La tercera parte de la fortuna Alvarado tampoco es despreciable.

—¡Pero no sería justo para ti! Tienes derecho a la mitad, eres tan nieto suyo como yo. Y finalmente... Marco no necesita que lo incluya... ¡todo lo mío, y lo de su padre, será suyo! ¡Quitarte a ti es quitarles a tus futuros hijos! —Fernando se echó a reír.

—Tal vez nunca tenga hijos.

—No digas tonterías. Estás muy chiquito para decidir algo así... Y lo que estoy diciendo es la verdad, no le restes importancia.

—Pero, ¿qué podría hacer? Si ella decidió dividirlo en tres y no en dos, no puedo, de ninguna manera, impugnar ese testamento. Y si me empiezo a preocupar por asuntos como la herencia y la responsabilidad... terminaré como papá.

—Ni lo menciones —dijo Sophie con voz alarmada—. Tú nunca. Eres bueno... eres más bueno que el pan. Sólo que lo escondes.

—Como el bocadillo dentro del pan... va escondidito... para más placer —Sophie no pudo evitar sonreír.

—Hablaré con la abuela, para que no cometa ninguna injusticia contigo. Ella me escucha, y...

—Por supuesto, eres su nieta adorada.

—Lo siento. De verdad que lamento que ella sea así...

—Tú no tienes la culpa de nada. Si nunca hubieses vuelto a la familia, de todos modos, yo no sería su nieto favorito. Pero no tiene nada que ver conmigo, ya lo aprendí hace tiempo, y no te guardo rencor... —En el momento, Fabián apareció en la sala, pues había estado ocupado en la cocina, y al ver a Fernando con su hijo en brazos, tuvo el impulso de tomarlo en los suyos, pero se contuvo y se sentó al lado de su esposa en el sofá.

Tu ilusión (No. 5 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora