EMMALINE
La tarde estaba cálida, veía a los perros correr de un lado a otro desde la ventana de mi cuarto. Jugaban con sus pelotas y sogas. Disfrutaban del día, del sol. Los días ya eran más cortos y la noche nos cubría a una hora muy temprana, por lo que casi todo el mundo se encontraba afuera. Aprovechaban para hacer mandados, caminar y hacer ejercicios. Cualquier cosa menos estar encerrada en su habitación. Todo lo contrario a lo que yo, normalmente hago.
Solo el hecho de estar en un espacio tan grande, y sola, hace que mi piel se ponga de gallina. Mis hermanos habían salido, solo Tony se encontraba, pero hacía horas que estaba metido en su habitación. La casa se sentía completamente vacía. Demasiado grande, excesivamente silenciosa.
La estancia, estaba rodeada de grandes campos, llenos de flores, pinos y abedules. Hacia el sur había un estanque, precioso. De pequeños íbamos allí a pescar renacuajos, y Griselda nos preparaba sándwiches de jamón y queso, para pasar el día.
– More… ¿Recuerdas cuando Ariel cayó al agua y pensamos que se había ahogado, pero en realidad el muy idiota se había escondido detrás del muellecito?– sonreí ante el recuerdo. Amanda, nuestra niñera, lo había regañado casi al borde de las lágrimas –Nunca lo golpeé tanto como ese día.
Me pasé una mano por el pelo.
– ¿Tienes sed? Porque yo sí. Vamos abajo y si tienes suerte Tony te compró tu sobrecito sorpresa– Abrí la puerta y mi gata pasó por delante mío.
Al descender por el piso inferior, el timbre resonó por toda la casa.
–No, More no salgas– dije interponiendo mi pie en su camino. Abrí la puerta y un chico de ojos color canela me sonrió.
– ¡Ey, Kavanough!
– Hola, Emmaline– acomodó su mochila en su hombro. – ¿Cómo estás?
– Bien, pasa– dije haciéndome a un lado para que entrara. Giré y grité el nombre de mi hermano.
Max entró en la casa, con sus manos ocultas en sus bolsillos. Caminando tímidamente, mientras miraba el gélido cerámico blanco.
– Siéntate, Tony no tardara en venir. No sé realmente que está haciendo. Ha estado encerrado en su cuarto desde que llegó. Y que yo sepa no ha entrado con nadie como para sospechar algo.
Max rió y caminó detrás de mí, hasta el living. La puerta trasera produjo un estridente ruido y un ejército de patas atravesaron mi campo de visión, y acto seguido tumbaron a Max en su espalda y comenzaron a brincar sobre él, mordisqueando su ropa y babeando su cara.
– No, no, no. ¡Bebés, dejen a Max! Primero tienen que conocerlo antes de intentar comerlo–. El chico puso una cara de terror cuando Fluffy comenzó a olisquear su bolsillo.
– No, por favor por allí no. Necesito esa parte de mí– dijo Max con voz estrangulada.
– ¡Fluffy! Deja a Max tranquilo, vamos ven aquí –. ÉL sonrió de alivio, cuando los perros se alejaron y se posicionaron a mi lado.
Tomé la mano de Max y lo ayude a levantarse.
– Lo siento. Son un poco hiperactivos, y tienen muy mala educación– dije acariciando a la golden dorada de Ariel.
– ¿Fluffy? – dijo Max confundido. Él perro se sentó a su lado expectante. – ¿Cómo el de Harry Potter?
Reí mientras afirmaba.
Fluffy tenía la vista fija en Max y él en el perro.
– ¿Qué tienes en tu bolsillo? – pregunté.

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Recuerdos Fragmentados
RomanceEmmaline Heit, olvidó lo que es vivir sin miedo. Un brutal suceso hizo que su vida gire sin retorno. Desde entonces lucha por encontrar estabilidad y la confianza en sí misma que le ha sido arrebatada. Su aliento, es su extraña y numerosa familia y...