EMMALINE
Salí de mi clase de Sociología y antropología del arte, con la cabeza a punto de estallar. Habíamos estado debatiendo sobre el problema del choque de éticas: la oriental y la occidental en el Renacimiento. Exactamente cuatro horas duró y fue aplicado en la novela “Me llamo rojo” de Orhan Pamuk.
La falta de sueño tampoco me ayudaba mucho y sentía que el bolso pesaba el doble de lo acostumbrado. Prácticamente lo iba arrastrando por el suelo. Me apoyé en unas de las paredes esperando que el tumulto se gente se alejara lo suficiente, como para seguir caminando y no recibir un empujón.
Vi a Max doblando por el pasillo haciendo malabares con unas cajas, mientras hablaba por lo bajo. «Tal vez debería ir a saludarlo. Él siempre que me ve lo hace…»
Apresuro el paso, igualando los suyos. Lo observé por unos segundos y le pregunté:
– ¿Te ayudo?
–No está bien– dice distraído, por lo que me roba una sonrisa.
– ¿De verdad?– voltea a verme. Y una expresión de confusión se refleja en su rostro y luego sonríe.
–¡Emma! No me había dado cuenta… Lo siento.
–No importa. Lo noté– agarré la caja que estaba ocultando parcialmente su rostro y lo acompañé al taller de física.
El profesor Ford nos miró con una cara pícara al entrar al salón, haciendo que las mejillas de Max se tornaran de un tierno color rosado. Depositamos las cajas en su escritorio y amablemente nos despidió.
Caminamos hacia el exterior hablando de lo que haríamos en la clase siguiente. Las facultades se comunicaban por una extensa galería y varios alumnos pasaban a nuestro lado.
– ¿Cómo estuvo tu día?– preguntó mientras bajábamos las escalinatas de la entrada a la facultad de arte.
–Agotador, pero estuvo bien. ¿Y el tuyo?
–Igual… Estuve corriendo todo el día. Primero tuve que ir al canal local, porque tuvieron un problema en una de sus redes y me llevó más tiempo del que pensé, por lo que casi llego tarde a Análisis matemático y recién me llamó el profesor Ford que necesitaba unos trabajos que casualmente estaban en mi departamento.
– ¿Cómo te da el tiempo para hacer todo eso?– pregunté confundida. « Yo apenas hago una materia al día y termino exhausta»
Se encogió de hombros y tomó mi gélida mano. Una sensación extraña me invadió. Observé el rostro de Max, era lindo, realmente lindo, pero para nada mi tipo…. Le hacía falta más… metal. Reí internamente.
« ¡Basta, Emma! Deja de buscarle defectos. Es perfecto tal cual es…»
Piensa en cómo sus labios se mueven, carnosos y perfectamente besables y su voz tan baja y grave, que no coincide en nada con sus facciones de bebé. Y sus ojos del color del caramelo, enmarcados por esos lentes, que le dan ese especial aspecto de catedrático... « ¿Por qué no dejo de sonreír como tonta?»
Cada palabra que brota de su boca suenan como una caricia, aunque no intenten ser seductoras logran serlo. Siento la pasión y dedicación en cada una de sus frases. Sus ojos se iluminan con cierto brillo que hace que mi estómago se vuelva un nudo. Solo puedo imaginarme de lo que habla porque no conozco nada de lo que dice; pero solo pensar en esas estructuras, tan hermosas y gigantes hacen que no pueda interrumpirlo.
–Lo siento, ¿te estoy aburriendo? Yo-yo… a veces me dejo llevar un poco… cuando un tema me interesa y hablo mucho y no puedo callarme– rió, negando repetidas veces. –Como ahora. Discúlpame, mejor cierro la boca ya.

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Recuerdos Fragmentados
RomantikaEmmaline Heit, olvidó lo que es vivir sin miedo. Un brutal suceso hizo que su vida gire sin retorno. Desde entonces lucha por encontrar estabilidad y la confianza en sí misma que le ha sido arrebatada. Su aliento, es su extraña y numerosa familia y...