MAX
Mi mamá no deja de caminar por toda la casa, intenta estar en muchos lados al mismo tiempo y se enoja soltando palabrotas si mi padre o yo intentamos ayudarla. Él la observa divertido en el marco de la puerta, mientras trata sin mucho éxito robarle un poco de tarta.
– ¡Tobías! ¡Quédate quieto!- siento que grita–. Esa niña está por llegar, y ¡siento que algo no está bien! Tengo que concentrarme para ver que es. Tal vez sea la pasta…
–Tranquilízate, Miranda. Es solo que estás nerviosa.
– No lo sé…
Mi celular suena y es un mensaje de Emma diciendo que llega en unos minutos.
–Mamá...- la llamo al entrar en la cocina, esquivo a mi padre que todavía está en el umbral viendo si tiene alguna oportunidad con el postre.
–Ahora no, hijo.
–Emma, acaba de avisarme que viene en camino.
–Todavía falta que la tarta se entibie. ¿Compraste el helado que te pedí, Max?
–Sí, y debo decir que no fue tarea sencilla. ¡Solo a ti se te ocurre comprar helado en invierno!– Mi madre me ignoró. Siguió controlando olla por olla, plato por plato.
–Mamá, sé que ya lo hablamos… pero no presiones mucho a Emma es un toque tímida.– Ella suspiró–. Está bien, es muy tímida y se impresiona con facilidad. Por lo que no hagas nada que…
–Max, lo sé.
–Sí, sí… Me callaré. Solo quería recordártelo.
Caminé hasta mi antigua habitación, allí todo estaba igual como antes que me fuera. Había dos camas, ya que Leo vivía más tiempo en mi casa que en la de él. Él siempre había sido como mi hermano, sus padres si es que se los podía llamar así, no eran los mejores. Por lo que siempre había tenido su lugar en mi familia. El cuarto era de un tono gris con los muebles azules, mi madre estaba obsesionada con esos colores y había decorado todo lo que podía con ellos. Para ella todo tenía su significado, su valor y su importancia. El azul simbolizaba la claridad de la mente, la relajación y la inteligencia. Y según ella, yo lo necesitaba mientras era pequeño.
Acomodé mis objetos personales en la habitación, pasaría la noche allí, para no volver tan tarde al departamento. Mientras salía, el timbre sonó. Emma había llegado.
Caminé hacia la puerta y la abrí lentamente, y me sorprendí al ver a Emma con un vestido de cuadrillé en negro, rojos y líneas blancas de fondo. Sus labios eran de un color violeta o ¿bordo? Sus ojos delineados con su habitual negro y sus espesas pestañas viendo en mi dirección.
–Woo…– fue lo único que se ocurrió para decir.
–Maya, me obligó a comprarlo– dijo señalando su vestido. Me asombré aún más cuando nombro a mi mejor amiga. Tendría que agradecérselo cuando la viera, porque le quedaba perfecto, se ajustaba hasta su cintura y luego se ampliaba un poco. Terminaba un poco más arriba de su rodilla y sus sutiles piernas quedaban a la vista, algo que no muchas veces tenía la ventaja de ver.
–Estas hermosa, Emma– comenté mientras la atraía hacia mis brazos. A ella todavía le resultaba un poco extraño que quisiera abrazarla, pero ya no se resistía como al comienzo.
–Vamos, entra.
Me entregó su abrigo, lo guardé y llamé a mis padres. Bueno, el gran momento me ponía realmente nervioso. Mi madre a veces era tan excéntrica que ponía histérica hasta a Pashmina. Por lo que estaba preparado para detener a Emma, cuando quisiera correr lo más lejos de mi familia.

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Recuerdos Fragmentados
RomanceEmmaline Heit, olvidó lo que es vivir sin miedo. Un brutal suceso hizo que su vida gire sin retorno. Desde entonces lucha por encontrar estabilidad y la confianza en sí misma que le ha sido arrebatada. Su aliento, es su extraña y numerosa familia y...