EMMALINE
Siento un sudor frio correr por mi columna. Intento ignorarlo, y le sonrío con mucho esfuerzo.
–Es un placer verlo, señor Oliver– dije lo más claro posible.
–Igualmente, Emmaline– responde simplemente.
– Tenemos que irnos, Max- digo al girarme y notar a Maya a punto de gritarnos.
El camino al auto es incomodo, y siento los ojos de Max, pegados en mi espalda. Me ubico en mi lugar en la camioneta y suelto la respiración que estaba conteniendo.
–Hola chicos– saluda Max, al ver a Janet y Tony.
– No sabía que conocieras al padre de Maya– comenta a la ligera.
–Mmm, no sabía que era su padre–. Me giré, y lo vi a los ojos – Lo conozco por Vico, pero no mucho…
– Pero él parece que sí– suspiró, resignado. Intuyó que no hablaría más. No quería arruinar la noche, era mejor que los malos recuerdos permanecieran encerrados en mi memoria y no salieran a la superficie.
– Lo siento– murmuré tomándole la mano. Él sonrió. Sabía que en algún momento se cansaría de esperar mis respuestas, anhelaba que no fuera pronto. Quería disfrutar de mi pequeño felices para siempre. Hacía mucho que no me sentía tan normal, la tristeza se mantenía a raya y me miraba desde lejos, me parecía extraño. Me había acostumbrado a que todo fuera color gris, y ahora que había probado una minúscula brecha de felicidad, no permitiría que me abandonara tan rápido.
Saludamos a Tony y a Janet, y bajamos de la camioneta.
– ¡Vamos, Max! Se supone que yo sea la de la mala vibra– dije tomando su mano.
Maya tosió y luego trató de ocultar su sonrojo, mientras caminaba deprisa por delante de nosotros, para encontrarse con Leo.
– No, Emma. ¿Aún no te has dado cuenta que soy un desastre con mis pies en el suelo? ¿Cómo crees que seré con patines?
Yo me limité a sonreír.
– ¡No sonrías, Emma!– dijo. Era la primera vez que lo veía enojado. Su ceño estaba fuertemente fruncido y las puntas de sus orejas se habían enrojecido, sus labios eran una determinada línea recta. Y lo único que pasa por mi mente es lo tierno que pude llegar a ser este chico.
–Prometo que será divertido y que no te caerás.
–No puedes asegurarme eso.
–Claro que puedo.
–Eres demasiado pequeña para sostenerme.
Levante mis cejas y frotó sus dedos en la frente.
– ¿Apostamos?
– ¡No!
– ¿Por qué? ¿Tienes miedo a perder?
– ¿Qué? ¡No!
– Bueno… ¿Entonces?
–Está bien… está bien…– medio sonrió y por la forma en que lo hizo presentí que estaría en problemas si no llegara a ganar.
– ¡Si pierdes te quedaras una semana conmigo!
– ¿Queeeeeé?– él sonrió con suficiencia y se le borró del rostro cualquier rastro de enfado.
–Tal cual, como escuchaste. Sería como una cita, pero de una semana de, esa forma, no podrás dejarme plantado ningún día– rió al ver mi expresión y luego preguntó –Y si pierdo ¿Qué tengo que hacer mi bella dama?

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Recuerdos Fragmentados
RomansaEmmaline Heit, olvidó lo que es vivir sin miedo. Un brutal suceso hizo que su vida gire sin retorno. Desde entonces lucha por encontrar estabilidad y la confianza en sí misma que le ha sido arrebatada. Su aliento, es su extraña y numerosa familia y...