Recuerdos Fragmentados

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EMMALINE

Caso Emerson: Ninguna prueba.

A dos meses de la desaparición de Rebeca Emerson, los investigadores policiales tienen a un sospechoso que podría estar vinculado con el hecho, pero carecen de pruebas para fundar una acusación formal en su contra.

Según fuentes allegadas al caso este sospechoso es un importante empresario que le reclamaba a la familia de la victima una suma extraordinaria de dinero por la compra de una casa.

Los familiares temen que el caso Emerson, se relacione con la desaparición de Melinda Bruno el pasado julio. Los investigadores no descartan esta hipótesis.

Hasta el momento la Justicia tiene el nombre del empresario, pero  busca pruebas para imputarle su responsabilidad en la desaparición de Rebeca, ocurrida el 16 de agosto  en la ciudad de Puerto Ángel.

Caminé por el dormitorio, tratando de ignorar el diario que guardaba en el cajón de la mesa de luz. No sabía la razón exacta por la que lo había tomado por la mañana, pero había sido una terrible idea. Volví sobre mis pasos y observé el escritorio. Los libros de la facultad estaban perfectamente ordenados por tamaño, color y materia. Noté que uno tenía una de sus esquinas dobladas y me apresuré a acomodarlo.

Vi la cajita negra, sobre el escritorio que llamó mi atención. Hacía tiempo que se encontraba allí. La había olvidado completamente. Estaba segura que no era mío. Sin embargo, tenía mi nombre en él. ¿Y si era algo sobre el curso? ¿Esas cosas que te reparten en la universidad y ponen tu nombre en él y no lo recuerdo?

Lo abrí y tracé con mi índice las letras escritas.

« ¿Cómo no lo recordaba?»

Metí el CD en la notebook. 

Una mujer con el cabello largo hasta casi su cadera, con sus brazos colgados del techo; observaba sus pies suspendidos. Un suave llanto, repercutía por la habitación. El video estaba en blanco y negro pero aún así se notaba la superficie de clavos debajo de ella. Sus dedos rozaban las puntas, y sus sollozos se hacían más fuertes. Una voz masculina, y electrónica, susurraba de fondo: «Y al caer la noche, tu sonrisa será por siempre mía»

Y la cuerda que la sujetaba se soltó y los pies de la chica quedaron clavados en el filo de los clavos. 

Un grito desgarrador se escuchó y luego todo fue silencio. 

La impresión y el espanto me dejan sin reacción. Me quedé observando la pantalla de un completo negro, con un nudo en la garganta y una mano ilusoria estrujándome el corazón hasta hacerlo detener.  Mi respiración se volvió superficial, pero aún así ningún musculo de mi cuerpo lograba moverse. No hay temblor, no hay brote de ansiedad. 

Con la mente completamente en  blanco salgo a buscar a Morella. Ninguna pregunta se formula en mi cabeza. Apenas soy consciente que estoy caminando por la casa gritando el nombre de mi gata.

–Morella…

Las luces se apagaron de golpe, y la oscuridad tragó por completo la estancia. Mis pies se paralizaron en su sitio. Mi corazón latió enloquecido, retumbando por mi cuerpo como si se hubiera magnificado. La casa se mantenía en silencio y los perros parecían haberse quedado dormidos dentro del cobertizo, justo cuando más los necesitaba. Sentí las lagrimas picar en las esquinas de mis ojos. La desesperación corroer mis venas.

Hubo un movimiento detrás de mí. Y giré tratando de ver que había. Recé para que fuera mi gata, pero solo había más oscuridad.