MAX
— ¿Mamá? ¿Me estás escuchando?
—Mmm...— la sentí quedarse quieta—. Lo siento. No te estaba prestando atención. Estoy un poco dispersa...
— ¿Te peleaste de nuevo con papá?
Negó rápidamente.
—No, no es eso. Solo que me desperté esta mañana con un presentimiento.
— ¿Qué quieres decir con eso?
Salí hacia afuera buscando con la vista a Emma. No había contestado mis últimos mensajes y estaba comenzando a preocuparme. La última vez que había desaparecido así había terminado encerrada en un armario donde guardaban productos de limpieza.
— No lo sé. ¿Todo está bien por allá?
— Si por bien, entiendes que hayan encontrado un cuerpo de la chica desaparecida estamos estupendamente.
—No seas cínico.
— Lo siento. Estoy un poco nervioso.
Crucé la entrada con la intención de ir hacia los jardines.
— Ten cuidado, hijo. No veo la hora que llegues a casa.
—Todo está bien... Ma.
Parpadeé sorprendido, por la proximidad de un auto que se dirigía a toda velocidad hacia donde estaba parado.
El dolor explotó en mi cuerpo como una bomba, cuando el parachoques me golpeó con fuerza. Salí disparado hacia el camino de tierra y solo pude gemir.
El auto viró y se alejo como si lo persiguieran mil demonios. «Mierda»
Titubeé por un momento, pero junté coraje y traté de levantarme. Un pequeño charco de sangre cubría el suelo. «Esto no puede ser bueno, pero por lo menos no estoy todo desarmado». Vi que provenía de mi pierna, el golpe iba a dejarme un buen moretón en las costillas, pero más allá de eso parecía que era más duro de lo que aparentaba.
Me levanté y me apresuré hacia mi coche. «Este hijo de puta no va a salirse con la suya»
Apreté el acelerador y busqué su color plateado. A medio kilómetro logré divisarlo, era un Toyota Corolla.
Conducía como un loco y yo no me quedaba muy atrás. Todavía no entendía como no habíamos llamado la atención de los policías. «Este fin de semana fue una locura»
Una mujer, con el cabello negro como el carbón y piel tan blanca como la nieve, se apoyó sobre el vidrio, dejando un rastro rojo en él. Estaba tan próximo que casi podía ver el espejo retrovisor que reflejaba parcialmente un rostro. No tuve que mirar dos veces para saber quién iba en el asiento del acompañante.
Me llevó ventaja cuando le perdí el rastro alrededor de media hora. El hijo de puta había tomado un atajo, en el medio de un embotellamiento, a causa de un choque y había tenido piedra libre por una de las calles que se dirigían a Meryland. Pero luego retomó su ruta hacia Villa Victoria y pude alcanzarlo.
Lo perseguí alrededor de dos horas, hasta que aparcó al otro lado de la ciudad en el límite de Puerto Ángel y Villa Victoria. Unos minutos después me estacioné justo detrás de él.
El vehículo se encontraba perfectamente detenido en una gran casa de un inmaculado color blanco. Las paredes estaban pulcramente pintadas y un jardín delantero, rodeado de magnolias y lirios que decoraban el camino de lajas de la entrada.
Entré a la casa, que extrañamente tenia la puerta abierta. Parecía que alguien había ingresado con mucha prisa y se había olvidado todo encendido. En la radio sonaba Queen. Marqué al 911, mientras entraba. Y prometieron que en unos minutos llegarían.
Tomé el arma que me había dado Vico esa mañana. Parecía que había intuido, que quizás podría necesitarla.
Un grito visceral desgarró la atmosfera de silencio. Un estrepitoso ruido de metal chocando contra el suelo, se escuchó fuertemente. Me apresuré hacia el lugar que provenía. Era un sótano, con las paredes pintadas de un espantoso rojo, más allá había una puerta de donde colgaban elementos que seguramente ese tipo usaba para torturar a todas esas chicas. Cadenas, látigos, sogas y otras cosas que no tenía idea que eran. Y junto a toda esa oscuridad una tambaleante Emma se sujetó de marco.
— ¡Emma! ¡Estás aquí!
Disminuí la distancia y di un vistazo adentro de la pequeña habitación. El cuerpo de Lucas estaba tendido en un baño de sangre, sus ojos estaban abiertos de par en par con la vista desenfocada. En su mano un arma parecida a la que Ludovico me había dado, amagaba caer.
— Era Lucas. Siempre fue Lucas Brown. Era su hermano— jadeó.
La agarré de la cintura para que pudiera caminar. Salimos lentamente de la gran casa blanca.
— Esta vez peleé, Max —dijo en un susurro —. Esta vez, lo hice.
Tomé la pequeña pistola que tenía en la mano, para que pudiera sostenerse de mí.
— Si, pequeña lo hiciste y ganaste.
— ¿Gane?
—Claro que sí — Ella cerró los ojos y su cuerpo se volvió más pesado y se tambaleo. — ¡Emma! No te duermas, no lo hagas, amor. Por favor, mantente despierta.
— Siento como si una manada de elefantes, bailó la zamba en mi espalda— murmuró en un gemido.
—Esa era la conclusión a la que estaba llegando...— Ella sonrió débilmente y un pequeño alivio se apoderó de mi. Por un momento pensé que jamás volvería a ver aquella sonrisa. Y en ese momento, estaba allí en su rostro, frágil pero allí estaba.
— Yo... pensaba allí dentro que...— sus rodillas flaquearon y la tomé en brazos. Caminé hasta el concreto en espera de la ambulancia. Sus ojos estaban cerrados fuertemente.
Me senté en el suelo y la recosté sobre mi regazo.
— ¿Emma? —. La llamé, tocando suavemente su rostro, tratando de descubrir de donde provenía la sangre que dejaba pequeños caminos en su mejilla.
— ¿Mmm?
— Háblame...
— Estoy cansada...
—Lo sé, pero... ya tendrás tiempo de descansar...
—Max... — ella gimió y entreabrió sus ojos.
— ¿Si?
— Ti amo—. Me quedé observándola atentamente—. Max, te amo— repitió.
— Lo escuché... solo estoy un poco en shock—. Ella curvó casi imperceptiblemente sus labios.
— ¿Quieres decirlo de nuevo?
—Te amo— articuló casi sin emitir sonido.
Las sirenas sonaron en la distancia y supe que todo iba a estar bien, mientras Emmaline Heit me eligiera y sacudiera mi mundo.

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Recuerdos Fragmentados
RomanceEmmaline Heit, olvidó lo que es vivir sin miedo. Un brutal suceso hizo que su vida gire sin retorno. Desde entonces lucha por encontrar estabilidad y la confianza en sí misma que le ha sido arrebatada. Su aliento, es su extraña y numerosa familia y...