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EMMALINE

«Por fin es viernes– pienso al abrir los ojos­–. Vamos Emma, hoy puede ser un gran día»

Hoy es la segunda clase en el taller. La semana no había sido tan mala después de todo. La profesora Claus, me había interceptado para ver cómo iba con el proyecto por tercera vez y por fin había podido darle una respuesta medianamente certera. Tenía una gran idea para el borrador, solo tenía que comenzarla...

El martes por la tarde había recibido un llamado de la escuelita de estética, donde me informaron que las clases comenzarían en pocos días, el jueves me habían aplazado dos trabajos que no había podido terminar para dentro de una semana y hoy para mi sorpresa, mi ánimo no estaba por el suelo. ¡Había podido dormir gran parte de la noche!

Morella se sube a la cama y se acuesta sobre mí.

–Buen día, More–. Mi pequeña gata gris, acerca su cabecita hacia mi mano para que la acaricie detrás de las orejas. Ella es mucho más pequeña que un gato normal, a pesar de llevar casi cinco años conmigo no ha crecido mucho más que un cachorro. Al poco tiempo de haberla encontrado en un callejón, detrás de un restaurant, el veterinario le diagnostico una deficiencia de la hormona de crecimiento, provocándole su poca estatura.  

– Vamos a levantarnos–digo y ella me responde con un suave miau. Salta de la cama y se dirige hacia mi ropero.

Al atravesar la puerta de mi dormitorio, me quedo mirando la angosta mesita negra que sostiene una gran foto familiar.

Contemplé los rostros sonrientes de mis hermanos, la familia Fox me estaba recibiendo e integrando a su familia. Vico tomaba fuertemente mi mano y es el único que no está mirando hacia la cámara, esta mirándome a mí, y yo me apoyo en su pequeño brazo. Todavía lo sigo haciendo. A pesar de los años el recuerdo de ese primer día, me acompaña en cada momento.

– ¿Te gusta tu nueva habitación, Emmaline? –.Observé detenidamente todo el cuarto. Me acerqué a mi casa de muñecas, y me senté en el suelo.

– Tus papás la mandaron antes de que llegaras. No sabíamos dónde ponerla, porque es muy grande. Pero tu hermano dijo que allí quedaba bien. ¿Te gusta? Si quieres la podemos cambiar de lugar... 

– Me gusta donde está – estiré mis piernas y vi mi cordones desatados. Mi nana me había enseñado a atarlos, por lo que me apuré para amarrarlos.

– ¿Te ayudo? – me preguntó, la señora Fox.

Negué.

Agarré los dos extremos e intenté con todas mis fuerzas para que me saliera hacerlo bien. Griselda se pondría contenta de verme hacer algo nuevo. Pero al hacerlo, en vez de quedar un moño entero quedó la mitad de uno. Al cambiar de pie, olvide como se hacía, y observo los dos cordones. Extendí mi zapatilla a Griselda y ella los ató.

– ¿Dónde está Vico? pregunté, mientras refregaba mis ojos.

– Está en la escuela. Los chicos vienen a la tarde. dijo tomando mi mano y llevándome fuera de la habitación. Era la casa más grande que había visto. Tenía muchos pasillos y puertas. Era mucho más grande que la de los amigos de papá. Grandes cuadros colgaban de las paredes y cantidades de fotos decoraban los rincones. A mamá le encanta sacar fotos, en especial cuando me enseña a tocar su piano, llama a papá para que haga fotografías.

– ¿Yo también voy a ir al colegio?

– ¿Te gustaría?–. Me encogí de hombros. Nunca había visto un instituto. Vico me había contado que eran muchos salones con muchos niños. Había maestras y señoritas que enseñaban cosas, las mismas cosas que mamá me enseñó a mí.

Recuerdos FragmentadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora