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MAX

Apenas abrí los ojos por la mañana, tuve la imagen viva de Emmaline forzando mi mente. ¿Cómo haría que la situación no se tornara incomoda?

Una vez que había logrado llamar la atención de una chica hermosa, algo vergonzoso tenía que sucederme. Aunque todavía se guardaba en mi memoria su agraciado cuerpo. Sus grandes pechos y su pequeña cintura. La palidez de su piel, opuesta a su oscuro cabello que estaba amarrado en lo alto de su cabeza, dejando a la vista un mechón blanco.

Y sus tatuajes. ¿Cómo podría sacarme de la cabeza sus tatuajes? No eran los típicos de una chica, tenían ese toque de oscuridad que enmarcaba perfectamente su cuerpo.

En sus costillas se alzaba un reloj de bolsillo de no más de cinco centímetros con excelente precisión marcaba las nueve de la noche, con una extensa cadena que lo bordeaba por detrás y caía hacia delante con una pequeña pluma. Una pluma que daba la impresión de haber descendido ahí por accidente apenas curvándose, como a la deriva.

También en su hombro derecho tenía un cuervo. Algo impactante a primera vista, por su terrible detallismo y realismo. 

Al mediodía mi estómago comienza a rugir. Restregué mi rostro con ambas manos, en un intento de alejar todo rastro de sueño y torsos desnudos. Resoplo y junto la energía suficiente como para levantarme y prepararme el almuerzo.

Prendo el televisor para no sentir el vacio del departamento y veo a Pashmina correr en su rueda. Lleno su recipiente con comida y luego de revisar las alacenas –donde no hay absolutamente nada–. Miro la heladera y en ella solo hay una manzana. Suspiro y la saco de allí.

–Pashi, me olvidé otra vez de comprar algo para comer…– ella deja de correr, y se recuesta en el aserrín– ¿Crees que deberíamos ir a la gran casa?

Al tomar el control remoto, con la intención de apagar el televisor, presto atención en las noticias. Un título en negrita y la voz de la periodista informan la búsqueda de una joven de veinte años.

Melinda salió de su domicilio por la mañana con destino a la Academia Nacional de Artes Escénicas. Nada se sabe de ella desde entonces. Se despliega un gran operativo en las inmediaciones de dicha institución. Allí se encuentra nuestro móvil con Octavio Arias. – hizo una pausa. –Octavio, te escuchamos.

Efectivamente aquí estamos. La policía está desplegando un gran rastrillaje en busca de pistas de lo que le habría sucedido a la joven Melinda Bruno. Las horas pasan y crece la preocupación sobre lo que le podría haberle sucedido. Las autoridades no descartan la posibilidad que se haya ido por su cuenta– una mujer de no más de cuarenta años apareció en pantalla y hablo con desesperación y los ojos plagados de lágrimas.

Melinda mide 1,70, es de contextura delgada. Morena. Tiene el cabello largo hasta la cintura y vestía un jean oscuro y un abrigo estilo militar. Si alguien sabe algo de ella por favor comuníquense con la policía de Puerto Ángel– explicó mientras una gotita resbalaba por su mejilla. 

«Pobre chica». Apagué el televisor y puse a Pashmina en su jaula de viaje.

–Si en las próximas horas no aparece… es probable que comiencen a pedir ayudantes de búsqueda. Douglas no tardará en llamarme.

Decidí  bajar por las escaleras, y llegué al garage donde guardaba mi bebé.

– Vamos Pashi. Conseguiremos un poco de comida. 

Metí la jaula de mi hámster en el asiento del copiloto y la sujeté con el cinturón de seguridad. Al encender el motor, So lonely comenzó a sonar a todo pulmón. « Escucho mi canción preferida, Pashmina está a mi lado… solo me faltaría un sándwich pollo y sería completamente feliz» 

Recuerdos FragmentadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora