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EMMALINE


Recordé cómo Serena se había acercado para conocer "a la nueva novia de Max". Maldita arpía. Obviamente que la había puesto en su lugar. ¡Qué ni se le ocurriera poner una mano encima de Max o decirle algo hiriente! Porque era capaz de romper cada uno de sus huesos. 

Quería encontrar a Max, la señal era un desastre y mi celular desde que a ese "alguien" se le había ocurrido encerrarme en un armario de limpieza, funcionaba cuando quería.

No sé cómo se me ocurrió recorrer los jardines. Tal vez quería demostrarme que era valiente o simplemente una estúpida. Estaba tentando mi suerte. Lo sabía pero incluso con ese pensamiento seguí caminando. Había salido de la habitación, en una distracción de Regina, quien en todo el día había estado atrás mío. Temiendo que nos mataran a todos.

Volví a marcar el número de Max y por fin me comunicó con él.

– ¡Este celular es una mierda! ¡Estoy cansada de estar encerrada en una habitación temiendo que el estúpido hijo de puta del sustituto venga a matarme! ¡Estoy hasta la coronilla de prestar declaraciones por las estupideces de este tipo!

– Emma... ¿Me parece a mí o estás enojada?

– ¿Dónde mierda te metiste, Max?– grité. –Y encima de todo eso. Recién me entero después de diez putos años que la cuñada de mi hermana es tu ex. La puta desgraciada que se acostó con un estúpido empresario y te rompió el corazón.

– Emma, si esa puta desgraciada, no me hubiera roto el corazón. Ahora no estaríamos juntos. Así deja ya de gritar como una loca vaya a saber dónde y ven al cobertizo que estamos jugando una partida de póker con tus hermanos.

Suspiré.

–Sigo enojada.

– Conozco una manera de descargar la rabia. Ven aquí. Si no voy a buscarte ¿Dónde estás?

–Estoy cerca. Ya voy para allá.

 Me hubiera gustado que Pashmina no se hubiera quedado en casa de los padres de Max. Hubiera sido más entretenido el fin de semana.

Caminé, pero no fue suficiente para sacar lo que sea que estaba molestándome internamente. Tenía unas ganas inmensas de golpear algo. Quería hablar con Max sobre eso. Necesitaba distraerme, no seguir estando encerrada en mi habitación esperando ser encontrada.

Corrí hasta que mis pies patinaron en el barro. Y caí al suelo en un golpe seco que repercutió hasta llegar a mi cabeza.

Mi brazo se sujetó a un troco cubierto de ramas que pellizcaron la piel de mis manos. Intenté levantarme, pero me di cuenta que la rama era muy suave y blanda. Miré de reojo de donde me estaba sujetando y lancé un grito de horror.

Me tiré hacia atrás y me quedé observando espantada lo que pensé en un momento era un simple árbol caído.

El movimiento había hecho que la cabeza del cuerpo que se extendía sobre el barro se desprendiera un poco del cadáver, haciendo que el hedor y los bichos que se estaban haciendo un festín en la mujer salieran a la superficie.

Tomé mi celular y llamé a Vico.

«¡Esto no puede estar pasando!»

Sentía a todos moverse a mí alrededor. Y me llevaron casi a rastras hasta la habitación, y me obligaron a tomar unos calmantes que me dejaron fuera de combate durante horas.

Recuerdos FragmentadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora