—Suerte en la entrevista con Leo, hija —mi padre me da un beso en la mejilla y sigue preparándose su bocadillo para irse a trabajar.
—Gracias, papá. Espero que sea breve.
—Por cierto, ayer llegaste tarde a casa. ¿Qué tal con los padres de Darío? —pregunta con una sonrisa amable.
—Dante, papá, no Darío —le corrijo riendo—. Fue... bien.
Recuerdo lo que pasó con Dante a solas en la habitación y el color comienza a subir a mi cara. Me giro para que no pueda verme y me muerdo el labio inferior al sentir un cosquilleo por la parte baja de mi barriga.
—Me voy a la entrevista —aviso y cojo mi bolso antes de salir de casa.
Según mi padre, la casa de Leo está en el centro de la ciudad así que cojo un autobús para poder llegar a tiempo y no acabar con dolor de pies. Mientras tanto, pienso en lo que pasó la vez que vino a mi casa.
¿Y si le encaro y le pregunto qué fue lo que hizo en mi habitación? Podría enfadarse y a saber lo que haría... Mejor opto por fingir que no me acuerdo. Si al final el trabajo no me convence, me esforzaré por encontrar otro y así podré ayudar a mi padre igual.
A la que me doy cuenta, ya he llegado a mi destino. Bajo del autobús y me coloco el pelo detrás de las orejas. Miro a ambos lados de la calle hasta que consigo ubicarme; es por la izquierda. Camino dos minutos más hasta que paro en la puerta número 48.
Es una casa grande y por lo que alcanzo a ver a través de la verja, el jardín es precioso. Ojalá pudiera tener jardín yo también.
—Hola, Pamela García —saluda el chico joven alias Leo y mi estómago se me revuelve.
Lleva un traje y el pelo perfectamente peinado. Su mirada recorre todo mi cuerpo y me veo obligada a hablar para atraer su atención de nuevo a mi cara.
—¿Puedo pasar?
—Claro, García.
Lo sigo por el jardín hasta que entramos en la casa. Es muy minimalista y me gusta, pero prefiero las casas con toques antiguos. Supongo que eso lo heredé de mis padres. Los tres éramos amantes de las casas viejas.
—¿Te gusta? —pregunta orgulloso mirando una pared con un ventanal.
Si tuviera confianza le diría que prefiero otro tipo de cosas, pero no me fío de este chico y no quiero que le dé una venada y me haga daño.
—Sí, es muy bonita —digo únicamente y Leo asiente complacido.
—Esperaba oír eso. A todas las chicas les vuelve locas esta casa.
Pues a mí no, pringado. No deberías generalizar.
—Mi padre no me especificó de qué es el trabajo. ¿Puedes explicármelo? —cambio de tema y él me mira.
—Te lo voy a mostrar. Sígueme —mueve su cabeza hacia un pasillo y camino detrás de él en silencio.
¿Un trabajo en esta casa? No se me ocurre de qué pueda ser. Por lo que me ha contado mi padre esta mañana, Leo tiene infinidad de trabajadores cualificados. ¿Por qué querría contratar a una adolescente sin ningún estudio en específico?
Nos paramos frente a una puerta blanca en la que pone con letras grandes Daniela y Hugo. Frunzo el ceño y voy a preguntarle que de qué se trata todo esto, pero abre la misteriosa puerta y me quedo embobada mirando el interior.
—¡Papi! —una niña de unos cinco años se levanta del suelo en el que estaba jugando y corre a abrazar a Leo.
—¿Eres padre? —pregunto sorprendida.
Leo coge a la pequeña niña en brazos y ella intenta esconder su cara detrás de su padre. Su timidez me recuerda a mí.
—Sí. Ella es Daniela. Dile algo a Pamela, tu niñera —Leo le habla a la niña con ternura.
¿Niñera? Nunca he cuidado a niños, pero haré lo que sea con tal de ayudar a mi padre. Sólo espero que Daniela no sea como su padre.
—¿Tú serás buena con nosotros? La otra no me gustaba... —habla la dulce niña.
—Claro que seré buena —aseguro y Leo me sonríe.
—Cielo, ¿no vas a presentarle a Pamela tu hermanito?
Me quedo boquiabierta. ¿Dos hijos a tan temprana edad?
—¡Sí!
Daniela se retuerce entre los brazos de su padre y este la deja en el suelo con cuidado. Me da la mano y la miro con ternura. Me habría encantado tener una hermanita, pero mis padres decían que yo daba tanta guerra que parecía que tuvieran tres hijos en lugar de una.
La niña me guía hasta el final de la habitación, donde hay una cuna. Abro los ojos sorprendida.
—No sé si voy a poder cuidar un bebé... —confieso girándome para hablar con Leo.
—Es muy tranquilo, ya lo verás —asegura y señala al interior de la cuna.
Me asomo para mirar la cuna y veo a un pequeño bebé durmiendo plácidamente. Poco más y se me cae la baba. No suelo ver parecidos entre las personas, pero estos dos niños son clones de su padre.
—Se llama Hugo —interviene Daniela y sonrío.
—Tenéis unos nombres preciosos —confieso y ella se ríe.
—Nos los puso mi mami.
Me alejo un poco de la cuna cogida de la mano de Daniela.
—¿Aceptas el trabajo? —pregunta Leo con una sonrisa nerviosa.
—¡Porfi, Amela! —me pide la pequeña y suspiro.
Si fuera otra persona, le habría corregido. Pero me parece tan adorable, que paso de de corregirle.
—Acepto —asiento y Daniela salta de alegría.
—¡Vamos a jugar!
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Mi obsesión (COMPLETA)
Teen FictionPamela es una adolescente que tras la pérdida de su madre, comienza a tener ataques de ansiedad y a subir de peso. Como consecuencia, todo el mundo se burla de ella para intentar hundirla más, hasta que sin esperarlo, alguien que se hace llamar @dar...