9: Rey del drama

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Camino con mucho nerviosismo hasta llegar a su casa. ¿Y si me pongo nerviosa y no puedo hablar? ¿Y si se dan cuenta de que no soy nada interesante y no quieren volver a acercarse a mí?

—¡Pam! —saluda Arán abriendo la puerta y le sonrío. Todavía no me acostumbro a que me llame Pam, pero me sabe muy mal decirle que solo me llamaba así mi madre.

—Hola, Arán —lo abrazo y camino hacia el interior de la casa.

El recibidor es el más bonito que he visto en la vida, tiene un toque antiguo.

—Dante, acompáñala a la habitación —pide Arán y su mellizo más alto viene hacia mí.

Con el silencio, puedo oír los latidos acelerados de mi corazón.

—Estás guapa, te favorece el morado —asegura y noto como el color sube a mis mejillas.

Por instinto, miro mi camiseta morada y sonrío.

—Gracias, eres el primero que me hace un cumplido en años —comento y suspira.

—El mundo no sabe ver la verdadera belleza de las personas —dice en voz baja, más cerca de mí.

Noto como mis piernas comienzan a temblar de los nervios.

—Yo...

—Vamos, te acompaño a la habitación —dice con una media sonrisa y asiento.

Camino detrás de él y eso me permite mirarlo. Lleva puesto un pantalón de chándal gris y una camiseta ajustada negra. Su espalda es ancha, pero no tanto como la de Arán.

—Aún la estamos reformando, no te asustes mucho —bromea y sonrío.

Siento que sin Arán, se deja llevar más.

—Tranquilo, la mía está peor —aseguro y sonríe conmigo.

—¡Dante! —lo llama Arán desde algún punto de la casa y él suspira.

—Ahora vuelvo.

Me quedo sola en la habitación y aprovecho para observarla detenidamente. Tiene una litera y varias cajas en una esquina. En el escritorio hay una liberta y me acerco a ella intrigada.

La libreta es negra y a un lado pone: Dante Rodriguez. Por pura curiosidad, abro la tapa y en la primera hoja veo un dibujo de una chica que se parece a mí. Siento como unas manos me arrebatan la libreta bruscamente y me sobresalto.

—¿No te han enseñado que está mal cotillear las cosas de los demás? —replica Dante molesto.

—Yo... Lo siento mucho, de veras. No pensé y...

—Hermano, no seas exagerado —dice Arán entrando en la habitación con un bol de palomitas—. Venga, sentémonos a comer.

Miro a Dante para volver a pedirle disculpas, pero sale de la habitación dando un portazo.

—Me siento fatal... —le digo apenada a Arán y el tuerce la boca.

—Es un dramático. No te preocupes, Pam. Una vez entré al baño mientras se duchaba y no me habló por el resto de día —explica y me río un poco.

—Vaya... ¿Pero qué tiene de malo ver sus dibujos?

—Es que Dante se expresa a través de los dibujos. Es muy reservado. Es como si fuera su diario, ¿entiendes?

—Sí —asiento y suspiro.

—Ya se le pasará. Venga, conecto Netflix y vemos algo, ¿vale? —dice con una sonrisa y le sonrío de vuelta.

—Me caes bien, Arán. Tú y tu hermano habéis sido los primeros en fijaros en mí.

—Somos chicos con suerte —me guiña un ojo y me río.

Mi obsesión (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora