17: Un día muy intenso

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Entro en el instituto con una sonrisa sincera en el rostro. Noto que la gente me mira sorprendida, pero no los culpo. He pasado de ir con ropa muy ancha para ocultarme a ir con ropa ceñida a mi cuerpo.

Me coloco el asa de la mochila que se escurre por mi hombro y sigo caminando por el extenso pasillo. A lo lejos veo a Arán y a Dante y algo en mí se revuelve. La última vez que estuve con Dante, acabamos confesando que nos gustábamos y nos besamos. Ese beso...

Camino decidida hacia ellos; no puedo ocultarme por siempre, ya no. Cuando llego, Arán me sonríe y yo toco su cabeza rapada.

—No me juzgues, siempre he querido hacer eso —bromeo y nos reímos.

Miro a Dante con una sonrisa, pero él esquiva mi mirada. ¿Qué le pasa?

—Dante, ¿podemos hablar un segundo? —le pregunto, pero sigue sin mirarme.

—No lo creo, tengo muchos planes que hacer —se va y me quedo estática.

—¿Ocurre algo? —pregunta preocupado Arán.

—No lo sé. El último día estábamos genial, no sé qué ha podido ocurrir.

Arán tuerce los labios y yo suspiro.

—No te preocupes, Pam. Hablaré con él para que deje de portarse como un idiota —asegura con una sonrisa.

—Gracias.

Caminamos hasta clase y él pasa su brazo por mi hombro. Me gusta pasar tiempo con Arán porque desde el primer instante, estuvo cuando no sabía que lo necesitaba. Él me defendió sin conocerme y siempre le estaré agradecida por ello.

—Mira quién viene por aquí... —dice Sabrina cogida del brazo de Nora.

Ruedo los ojos cansada de sus tonterías.

—Apártate —digo segura y ambas se sorprenden.

—¿No había ropa de tu talla? —pregunta Nora.

—¿No había neuronas cuando naciste? Porque al parecer, no tienes ni una —espeta enfadado Arán y me río.

—Mira, maricón de mierda. No voy a dejar que una foca o un anormal me digan cosas así —su mirada de desprecio no me intimida.

Arán me defendió a mí, ahora voy a hacerlo yo. Se acabó el quedarse calladas.

—Que le gusten unas personas u otras, no lo hace menos válido. Al igual que a mí no me hace ser peor persona el hecho de ser gorda. Creo que tienes un grave problema, Nora, y no bromeo.

—Ojalá encuentren pronto la cura para los maricones —habla ahora Sabrina mirando a Arán.

—¿Sabes que la homofobia si está categorizada como una enfermedad? Así que la cura la necesitáis vosotras, homófobas —espeto furiosa.

Siento como la adrenalina viaja a través de mis venas por poder enfrentarme a ellas.

—Al menos no somos aberraciones —habla Nora.

—¡Al menos no somos idiotas sin cerebro! —grito y Arán y yo nos vamos de allí triunfantes.

—¡Wow! Has estado genial, Pam —asegura con una gran sonrisa.

—Tú me defendiste a mí, ahora era mi turno. No les hagas caso, ser homosexual no tiene nada de malo —hablo sincera y Arán vuelve a pasar su brazo por mis hombros.

—Lo sé, amiga. Me costó aceptarme por la mierda de sociedad en la que vivimos, pero ahora no hay quien me pare —asegura feliz.

—Estoy orgullosa de ti —confieso y apoya su cabeza contra la mía.

—Y yo de ti, Pam, y yo de ti...

Mi obsesión (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora