20: Saliva traicionera

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Camino a paso lento por las calles. Nunca me paro a disfrutar de la brisa, del canto de los pájaros... Siempre me he centrado en caminar deprisa para que nadie pudiera fijarse en mi cuerpo. Admito que he llegado a un punto de obsesión muy grande. Por suerte, estoy dispuesta a ver las cosas desde otra perspectiva.

Mi madre me dijo una vez que si algo no me gustaba, que probara a verlo desde otra perspectiva, con otra mirada distinta. Ese consejo me marcó y estoy dispuesta a hacerlo. Sé que ella querría que no me dejara pisotear por nadie, y mucho menos por mis propios pensamientos. Voy a hacerte caso, mami.

A la que me doy cuenta, ya he llegado a casa de Dante y Arán. Toco el timbre y espero con ansias mientras me vuelvo a colocar el vestido. Quiero causar la mejor impresión posible. Es la primera vez que voy a ir a cenar a casa de alguien, espero que todo vaya bien y mis nervios no me jueguen una mala pasada.

—¡Pamela! —me recibe Carla con un acogedor abrazo.

—Hola, Carla —le dedico una amplia sonrisa.

Lleva puesta una blusa blanca y unos vaqueros anchos. No es delgada, pero tampoco gorda. Está en lo que llamo yo: el limbo del peso.

—Pasa, cielo.

Camino a su lado hasta llegar al salón. He de decir que es una casa preciosa y que el toque antiguo consigue enamorarme. Un hombre de unos cincuenta años más o menos se levanta del sofá. Se parece mucho a sus hijos, la verdad.

—Tomás, ella es Pamela, la novia de Dante —me presenta Carla y el hombre me da dos besos.

—Así que eres tú la que tiene a mi hijo en las nubes... —bromea y sonrío.

—¡Papá! —lo regaña Dante y lo miro. Es demasiado guapo—. Hola, monada —se acerca a mí y me da un pequeño beso en la mejilla.

—¡Y aquí llega el rey de la casa! —grita risueño Arán de la mano de Pablo, su novio.

Hacen una pareja ideal. Se nota que se complementan y se quieren.

—Aquí llega el creído —bromea Tomás y me río por lo bajo.

Siento que esta familia me va a aportar mucha felicidad. Yo no tengo familia, solo tengo a mi padre, y verlos tan unidos me recuerda a mi madre y me pone triste. Pero estoy aquí para olvidarme de mis problemas, así que mejor dejo de pensar por un rato.

Nos sentamos a la mesa y desconecto un momento cuando me llega un mensaje de Dark. Me pone muy nerviosa eso.

@dark_person: Ese vestido... Mmh... Te quedaría mejor un pelín más corto, a mi gusto.

Me atraganto con mi propia saliva al leer el mensaje y comienzo a toser.

—¡Pami! —grita Dante y se levanta de su silla para venir hacia mí.

—¡Trae un vaso de agua, mamá! —pide Arán y su madre no tarda en traérmelo.

Cuando bebo del agua, carraspeo un poco mi garganta y por fin puedo respirar con normalidad.

—Muchas gracias. Me he atragantado con mi propia saliva —explico muerta de vergüenza.

—Tranquila, cielo. A todos nos puede pasar —Carla me ofrece una sonrisa y me siento mucho mejor.

Ojalá los hubiera podido conocer hace mucho tiempo.

—¿Segura que estás bien? —me pregunta Dante por lo bajo.

—Sí, tranquilo.

—Vale, guapa.

Todos vuelven a sus sitios y comienzan a servir la cena; lasaña vegetariana.

—Tiene muy buena pinta —digo sincera y Tomás me mira con una sonrisa.

—La he hecho yo —comenta orgulloso.

—Así es. Tomás es el que cocina en esta casa y no es porque esté orgullosa de mi marido, pero va a ser la mejor lasaña de verduras que probarás en tu vida —dice Carla mientras la sirve en platos.

Para un segundo para mirar a su marido y este le lanza un beso. Ojalá llegar a su edad y querer tanto a mi pareja.

Mientras cenamos, el mensaje de Dark regresa a mi mente. ¿Cómo sabe qué llevo puesto? Creo que después de la cena hablaré con Dante porque no sé con quién más hablar y este tema ya me está dando miedo.

Mi obsesión (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora