7: Aula de castigos

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Cuando llego al aula de castigo, inhalo y exhalo varias veces para intentar controlar mi pulso. Me coloco la camiseta para intentar que no se marque tanto mi cuerpo y cuando estoy lista, entro.

Arán y Dante ya están dentro y ambos me miran detenidamente, acto que me pone muy nerviosa.

—Hola... —saludo atropelladamente.

Están sentados frente a una mesa enorme y yo me pongo al otro lado, cara a cara.

—Tengo que irme a atender unos asuntos, estaréis aquí encerrados una hora —explica una mujer y asiento. Cuando se marcha, miro hacia mis manos y jugueteo con ellas con nerviosismo.

—Hola, yo soy Arán y él es mi hermano mellizo Dante. ¿Cuál es tu nombre? —escucho como habla, pero no levanto la cabeza.

Me da mucha vergüenza por si se ríen de mí.

—Pamela —digo en un susurro.

—¿Por qué no hablas más alto? —pregunta esta vez Dante y me sorprende que me hable. Parece mucho más reservado que Arán.

Levanto la cabeza lentamente y nuestras miradas conectan por un segundo, pero rápidamente lo esquivo.

—¿Por qué me defendiste? —pregunto esta vez mirando a Arán.

—Porque se estaban metiendo contigo y no me pareció justo que el profesor te castigara a ti en lugar de a ellos —explica amable y me siento un poco más segura.

Parece una persona agradable.

—Debes aprender a defenderte tú misma —espeta Dante y me pilla desprevenida su brusquedad.

—Yo...

—No hagas caso a mi hermano, a veces es un poco borde con las personas que no conoce —se disculpa Arán y le sonrío con la boca cerrada.

—En realidad tiene razón, pero no soy capaz. Me atormentan cada día y... —no puedo terminar la frase antes de que una lágrima ruede por mi mejilla.

Noto la mirada atenta de Dante, que parece como si examinara mi rostro atentamente. Arán, por su parte, se levanta de su sitio y da media vuelta a la mesa para venir a darme un abrazo. Me levanto y dejo que sus brazos me rodeen.

—Dante y yo no vamos a dejar que te sigan atormentando —asegura con voz segura y sonrío.

Cuando nos separamos, miro a Dante.

—Gracias a los dos —agradezco y por primera vez, veo a Dante sonreír un poco. Cuando se da cuenta de que lo estoy mirando, se pone serio.

Qué chico más raro.

—¿Te apetece que hablemos por mensaje? Me has caído muy bien —comenta Arán con una sonrisa.

—Claro, estaría genial.

Intercambiamos nuestros nombres de usuario y seguimos charlando. Resulta que son nuevos en la ciudad, tampoco me han dado demasiados detalles, al igual que yo. Me gustan porque tienen un toque misterioso.

—El castigo ha terminado —avisa la mujer de antes entrando en la sala.

—Seguimos en contacto, Pam —se despide Arán y comienza a caminar hacia la salida.

Yo me quedo paralizada al oír Pam. Así me llamaba mi madre y escucharlo de otra persona se me hace muy extraño...

Dante me mira atento y yo me muerdo el labio inferior nerviosa.

—Yo...

—Adiós, Pamela —se despide y me quedo sola en la sala pensando en mi madre.

Mi obsesión (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora