No ha sido fácil, pero siempre he podido librarme de este tipo de mierda barata. El día y la noche ha atravesado innumerable de veces mi pecho, siento dolor, siento miedo, que ya no puedo ver la diferencia de estar con mis ojos abiertos o cerrados, ya que, sea como se sea, sigue estando oscuro aquí. Tengo fe de que toda esta tormenta algún día acabara, cargo con aquellas palabras que en verdad me llenan de temor y nervios. Se que el tiempo no puede arreglarlo, si sigo aquí me atraparan, me mataran porque no se han cansado de seguir disparando, debo hacer algo, sin mirar hacia atrás como siempre, debo obtener mi libertad, cuidar mi vida y velar por el único que a pesar de ser un maldito hijo de perra como todos dicen, ha estado ahí siempre para mí, aunque, no lo parezca, y si eso me lleva a cuidar a alguien que no veo digno de él, de igual forma lo haré. Ahora solo me queda correr, correr y no pensar en nada mas que no sea el llegar hasta el final, el vencer al lado de mi señor Kim JongIn.
Sin mas Tao se lanzó como pudo demostrando sus habilidades, utilizando el cuerpo incluso de la mujer que se desangraba en el piso como escudo para poder huir de ahí. Estaba poniendo a prueba cosas que no hacia hace tiempo, pero que ahora podía ver que si le habían servido del todo. Tenia que llegar a la casa en donde se encontraba el empresario antes de que este volviera a salir y quedase solo el jodido omega, ya que sabía que ChanYeol iba hacia allá, todo este maldito juego trataba de una pelea absurda, tratando a una persona como un objeto. Objeto, que era de su señor, aquello estaba mas que claro, desde el día en que casi lo mata y JongIn lo puso a volar, o cuando estuvieron a punto de follar delante de él. Aquella guerra era tan absurda, pero a la vez pensándolo, le llegaba a tocar el duro corazón que había forjado, pensando en aquellos que murieron, en las parejas que no alcanzaron a consumar su amor, lo arrebatado solo por malicia, por desconsideración, ante una codicia y lujuria no correspondida.
— ¡Guárdenme un lugar en el infierno malditos hijos de putas corrientes! — Expresó al haber salido de aquella mansión, tirando el cuerpo que había utilizado, para verle la cara a los hombres de YiFan, quienes comenzaron a cargar sus armas nuevamente para hacer otro desplome, cosa que no se los permitió. Ya qué, de la mochila que cargaba saco una granada, en donde con sus dientes quitó el seguro para lanzárselas a aquellos imbéciles, corriendo así con mayor intensidad, logrando saltar para que aquella explosión no le afectara, riendo al haber logrado por un momento aquel cometido, ahora sólo le quedaba el llegar a donde se encontraba JongIn.
Después de haber reaccionado, había querido seguir al de tes morena, pero no lo alcanzó JongIn ya había vuelto a salir, sin siquiera decirle mas nada, y aquello... aquello lo hacía sentirse como la mierda, porque no podía entender el porque este tenía que ser tan impertinente en aquel pensar, cuando estaban enfrentando aquel tipo de situación. A demás, el doctor tenia razón, quizás todo aquello había sido producto de que su celo aún no le llegaba, por ello quizás no pudo albergar algo tan importante para ambos. Porque si, para él también lo era aquello.— Ah... — Suspiró acariciando su cuello, en lo que se encaminaba hacia el jardín trasero, despreocupándose un poco, ya que, de igual forma, estaba rodeado de guardias. Él sabía protegerse, sabia luchar, sabia pelear, e incluso ya había matado, pero sus condiciones por ahora sumado a su estado de humor, eran tan deplorables, que sólo quería observar las flores que ahí permanecían, recordando a sus caídos, queriendo pensar que muy pronto podría tener en sus manos la cabeza de YiFan, para poder mostrarles a los demás que pudo lograrlo, con ayuda de quien amaba y odiaba, pudo acabar con aquel deplorable sistema maniatado por aquel Magante falso y despiadado.
Lo que el omega no sabia, era que se encontraba siendo bien observado por uno de los hombres que poseía JongIn. Y es que, este no sólo poseía a betas haciendo guardia, sino que también manejaba a alfas en ello, que para uno de los tantas guardias, le fue inevitable ver la belleza de aquel que tanto protegía su señor, que no evitó el no sonreírle cuando cruzó mirada con el contrario, a lo que el de cabellos castaños, alzó sus cejas extrañado ante aquel hombre, que prefirió no decir nada, sino que continuo observando las flores que estaban ahí a su alcance, inclinándose a olerlas, disfrutando un poco de aquel aroma, que le embriagaba y llenaba sus fosas nasales.
—Fiu... —silbó— ya veo el porque pelean aquellas cabezas huecas, debo admitirlo, no eres ordinario como pude oír de otras bocas, al contrario, puedo llegar a entender el conflicto de aquellos hermanos.
De repente se escuchó una gruesa voz, la cual puso alerta a todos los ahí presentes. SeHun alzó su mirada, sintiendo escalofríos, al ver los rojos ojos que ahora le observaban y como la sonrisa de aquél que le había hablado exponía sus grandes colmillos.
— Pero que mierd...
Y no pronuncio mas nada, ya que fue obligado a echarse sobre el césped, puesto que el ataque había comenzado de inmediato.
Un hombre de YiFan había llegado. Y todos sabían que no era cualquiera al haber burlado la seguridad con tal facilidad, que ahora se encontraba dentro de la propiedad y enfrente del omega de su señor.
Sin embargo, aquello no era lo único que se encontraba pasando.
— He venido a contarte la verdad, y a conocerte por fin, hermano.
Una voz, cercana a unas de las empresas de JongIn se hacia presente, pero no precisamente buscando al empresario, sino queriéndose reencontrar con aquel omega, el cual hasta el doctor había revelado que en verdad no era del todo ordinario. Tenían algo pendiente, una conversación en donde por fin, podría saber en verdad su origen.
Así es señores, explotó esta madre y estamos en la cuenta regresiva
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MÍO
FanfictionEn un mundo donde domina el linaje, las costumbres y el poder de los Alfas, se encontraba uno en particular. Uno que a toda costa lucharía e incluso encerraría y castigaría a su pequeño Omega, sólo para que este entendiera que le pertenecía, y que n...