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Deseaba gritarle para saber que demonios le pasaba, porque mierda se comportaba de esa manera, pero ante la furia que sentía al ver que su omega se alejaba de él de esa manera perdió la razón, se volvió la bestia que muchos temían.

Sin dejar de mirarlo, se movió por la cama hasta alcanzar la correa que sujetaba las cortinas. De un tirón arrancó ese trozo de tela que estaba sujeta y desgastada con el tiempo dejando que las viejas cortinas cayeran al suelo con un sonido seco. La luz del atardecer penetró en el cuarto inundándolo por completo, iluminando la figura que seguía tumbada en la cama y que lo miraba como si no lo reconociese.

SeHun iba a conocer una parte de él que sólo mostraba a sus enemigos, pero que no podía acallar en ese momento, pues estaba impresa su sangre en cada movimiento, en cada respiración que daba. Era cruel lo reconocía, pero esa crueldad que muchos temían le mantenía vivo.

—¿Qué haces? —Preguntó con nerviosismo SeHun, sentándose en la cama, mirando de reojo la distancia que había desde donde estaba a la puerta. Apenas eran unos metros, pero temía que no iba a conseguirlo, si JongIn iba por él, estaría perdido.

Este lo miró y lo paralizó con la mirada.

—Voy a recordarte quien es tú amo, a quien le perteneces. No te dejaré ir de este cuarto hasta que reconozcas que eres de mi propiedad, hasta que te rindas a tu destino.

No lo pensó dos veces SeHun, se lanzó hacia el suelo y no tardo en ponerse de pie corriendo hacia la puerta de salida. Esos ojos... No estaba ante JongIn su amante, estaba ante aquel hombre que ejercía más poder que cualquier otro en este maldito mundo.

No llegó muy lejos, un golpe directo al bajo de su espalda lo lanzó al suelo, boqueando de dolor. Intento girarse para levantarse de nuevo y hacerle frente, pero sintió el duro cuerpo de JongIn sobre él.

—¡Déjame ir! Nada de lo que me hagas conseguirá que cambie de opinión, no por ser un omega, un ser inferior como tú, tienes derecho a querer atarme, a querer humillarme pidiéndome que te diga que eres mi amo. Porque para tu información Kim JongIn no lo eres, no somos nada, y no, no soy tuyo ni de nadie.

Aquello fue lo que rompió por completo a JongIn, y con manos temblorosas, agarró con fuerza las muñecas de SeHun y las ató con la correa de tela.

—¡Suéltame, joder! Ya no quiero...

Quiso quejarse de nuevo, pero no pudo hablar más. Se quedó sin habla al ver como JongIn rompió parte de la camisa destrozada que encontró en el suelo, y con ese trozo le cubrió la boca,

Ahora si que tenía miedo. Estaba atado por las manos, y con la boca cubierta, mirando con temor al hombre que ahora se cernía sobre él, con la mirada oscura y el pecho subiéndole y bajándole como si fuera un animal salvaje, poseído por la rabia y la obsesión de tenerlo sólo para él.

—Si que vas a querer pertenecerme. No sé que demonios te ha pasado hoy para que te muestres así de distante, pero no vas a salir de aquí hasta que no me entregues tu cuerpo y tu alma.

Con cada palabra, le fue arrancando la ropa, dejándole desnudo sobre el suelo, vistiendo sólo su ropa interior que se apegaba a su trasero. El cuerpo de SeHun era duro por los entrenamientos y por el trato que desde pequeño tuvo que aguantar. En si era delicado también y bien formado con hermosas curvas y todo, pero muy diferentes a los de las mujeres que tomaba para saciar el gusano del deseo que le atormentaba todas las noches, meros agujeros a los que follar hasta correrse, para luego colmarlos de regalos caros para deshacerse de cualquier bebé que pudiera ser engendrado por él.

SeHun siempre fue diferente, una debilidad que nunca mostraría ante los demás, una obsesión que lo volvió loco y que estaba dispuesto a destruir con sus propias manos antes de perderlo.

—Siempre has sabido como trastornarme con tu cuerpo, SeHun. —Le aseguró con voz enfurecida consigo mismo ante esa realidad.

Muchas veces deseaba que aquel chico que temblaba bajo su mirada fuera igual que las otras mujeres, que no ocupara más pensamientos en su cabeza que los minutos que tardara en correrse. Le odiaba por haberse aferrado a su esencia de esa manera, por haberse metido bajo su piel hasta contaminarle con su presencia, hasta envenenarle con su sabor, con la ferocidad con la que se entregaba a él.

Sonrió al darle la vuelta y ver que seguía duro pese a sus protestas, estaba duro con su polla presionando con fuerza contra la tela oscura de su ropa interior, mojándola con liquido preseminal.

Le toco su miembro con una de sus manos y lo aplasto con fuerza, disfrutando al ver como SeHun jadeaba, cerraba los ojos e intentaba alejarse de él.

—Tu cuerpo es incapaz de mentirme, sabe que me pertenece, que eres mío, que deseas mi polla partiéndote en dos, follándote con fuerza hasta que te desmayes de placer. Puede que quieras mentirte, pero no puedes ocultar esto. —Le bajó la tela de golpe y agarró el rígido pene con la mano comenzando a bombeárselo sin miramientos, apretándole la base antes de continuar con la ruda caricia. —Estas deseando que te folle, no lo puedes negar. Mira como gotea tu polla, como desea que la chupe. Que pruebe tu sabor, que beba tu semilla antes de que te folle contra el duro suelo hasta que vuelvas a correrte, hasta que te rompa en dos.

No le permitió ni un segundo de relajación, masturbándole sin piedad, abriéndole las piernas para sacarle con la mano libre la ropa interior. Lo quería desnudo, con la respiración agitada y moviendo sus caderas como las estaba moviendo, buscando cada vez mas de su contacto.

JongIn sonrió de lado, disfrutando de la vista de su amante reducido a ese estado, salvaje, tembloroso y sucumbido al placer que le estaba dando. Tiró lejos el bóxer negro y le abrió mas las piernas, golpeándole los muslos para que le obedeciera.

SeHun abrió los ojos y le fulminó con la mirada. Aquello le encendió todavía más, quería que se enfrentara a él, que mostrara la fuerza que poseía, que le hiciera cara para poder saborear mejor su caída, iba a poseerlo, y a mostrarle que era el propio omega quien ansiaba ser sometido, tomado a la fuerza por él.

—Te voy a follar sin prepararte, quiero que me mires a los ojos para que veas quien posee tu cuerpo, quiero ver tu odio, tu placer, tu deseo, tu rabia, prefiero que me odies a que me rechaces cómo lo estabas haciendo antes. Nunca podrás olvidarte de mí. —Se colocó entre sus muslos abiertos. Sonrió de nuevo al ver como SeHun intento alejarse, pero no pudo ir muy lejos ya que, él seguía bombeándole la polla con fuerza. Para tenerlo controlado, le apretó la base y tiró hacia arriba, al tiempo en que decía —. Quieto omega, ha llegado la hora que te haga recordar quien es TÚ DUEÑO—enfatizó esas palabras sabiendo que lo iba a enfurecer más. Quería su furia, no su indiferencia.


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