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JongIn sonrió con arrogancia, mirando fijamente a los ojos a su bellísimo amante. Era el único hombre al que le permitía hablarle con esa falta de respeto, ya que a cualquier otro le habría roto el cuello sin algún remordimiento.

—No deberías desafiarme querido SeHun, o acabaras de rodillas y suplicándome que te folle de forma dura, así como tanto te gusta que siempre te dé. —

SeHun se congeló en el sitio, haciendo una mueca de desagrado, teniendo las manos en el cinturón de su pantalón.

Si había algo que le jodiera, era que su cuerpo inconscientemente reaccionara de la manera en que lo estaba haciendo cuando el arrogante hombre que tenía al frente se mostraba dominante, con esa pose de seguridad, orgulloso de ser el amo absoluto de todo el mundo. Una parte de él deseaba romperle la cara y recordarle que los dos tenían polla. Que no era una de sus putas con tetas falsas y sin cerebro que gemían como perras cuando las montaba pero
, que luego lloriqueaban como mocosas malcriadas dispuestas a todo por dinero, por los caros regalos que les hacia JongIn. Pero su corazón le traicionaba cada vez que estaba con él, asfixiándose en los amargos sentimientos que experimentaba cuando estaban juntos.

Ahogó la rabia y el dolor que sintió cuando pensó en esas perras. Era una absoluta pérdida de tiempo hacerlo, No debería ni estar desperdiciando un segundo en que el hombre que ahora se encontraba devorándole con la mirada, mientras tenía toda una especie de harem.

Él mismo había aceptado la situación en la que se encontraba. Él fue quien le puso nombre a los calientes y explosivos encuentros que tenía con JongIn, minutos furtivos que le robaba al destino en esos moteles de mala muerte. Un tú la metes y yo me callo renunciando al ser devorado por el ambicioso placer.

No podía negar que con cada encuentro quería más, necesitaba más, deseaba más, por mucho que fuera imposible. JongIn en cada fogoso encuentro desaparecía al amanecer, sin dejar rastro alguno.

Le observó en silencio, luchando con sus sentimientos que le hacían sentir estúpido, por no querer aceptar que aquellos clandestinos encuentros era lo máximo que estaba dispuesto a darle JongIn. Él no iba a perder su posición social, ni sus mujeres, ni el poder que ostentaba por un culo al que follar.

No era más que una puta en su lista, una puta con un trozo largo de carne colgando entremedio de sus piernas, que se abría de piernas cada vez que él quería, jadeando al máximo su nombre y aclamando por querer sentir aún más por parte de él.

Apretó su mandíbula con rabia sintiendo como sus dientes se tensaban al igual como su rostro. Había llegado al punto de no retorno, de no volver a ser aquel chico libre con un sueño de libertad. Había sido atrapo por las garras de JongIn.

Su jefe, su dueño... su amo como a él le gustaba que lo llamara.

—En la cama o en el suelo? —

Le interrumpió la voz del moreno haciéndolo volver a la realidad.

Estuvo a punto de reírse en alto al ver que cuando él estaba a punto de ahogarse con sus sentimientos, su jefe ya se encontraba erecto y dispuesto a meterle su gran polla hasta hacerlo gemir de forma alta y grotescamente.

<<Ya no puedes negar que esto no te gusta, que esto no tiene futuro y que te encuentras atrapado en sus manos, que, aunque trates de correr él vendrá por ti y te hará repetir mil veces que le perteneces, que no puedes escapar de él.>> Pensó con pesar creyendo muy en el fondo que él podría cortar el tipo de "relación" enfermiza que mantenía con el mayor.

Si tan solo hubiera cortado esto el primer día en que toda aquella situación había comenzado, en donde su corazón aún no se encontraba involucrado con aquel engreído ser.

MÍODonde viven las historias. Descúbrelo ahora