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Tenía dos opciones, hacerse el tonto e ignorar su sexto sentido para luego mantener la atención sobre esos dos buscando algún indicio acerca del magnate al que tenía intención matar con sus propias manos, o...

—¡Maldito hijo de puta, sabes quién lo hizo y ni se te ocurra negarlo! ¡Quiero su nombre, ahora!

Bien... la segunda opción era esa...

Saltar como la bestia que muchos creían que era, gritar y agarrar de los hombros al alfa que trastocó toda su existencia, enterrando los dedos en su desnuda y húmeda carne. —¡Es mi derecho acabar con él! ¡Debo vengar a mi familia, a mi gente! Dame su nombre, JongIn. —Lo zarandeó con fuerza, dejando marca con los dedos en ambos hombros—. ¡Dímelo!

—No.

Aquella respuesta le rompió por dentro, liberando toda la rabia, frustración y dolor que sentía desde que la sangre de su familia salpicó el suelo. Con un gruñido más propio de un animal, se abalanzó sobre JongIn asestándole un puñetazo en la cara, golpeando con dureza su mandíbula, empujándolo hacia atrás. El ver que el maldito empresario ni se quejó del golpe, avivó su furia y siguió asestándole golpes sin parar, puñetazo tras puñetazo sobre aquella seria y hermosa cara. —Todo es culpa vuestra, malditos alfas de mierda. Tendríamos que matar a todos para poder vivir tranquilos en este mundo. Se creen los amos y lo único que merecen es la muerte, y...

JongIn detuvo sin problemas su brazo, agarrándole la muñeca con fuerza, haciéndole daño. Apenas eran visibles varios moretones a lo largo del mentón y la mandíbula derecha de todos los golpes recibidos. Seguramente sus manos estarían más dañadas que el hermoso y moreno rostro del empresario —Si la muerte me atrapa, omega, te llevaré conmigo.

—¡Estás loco!

—Sí —murmuró JongIn reconociéndolo.

SeHun era su perdición, quien lo conduciría a la muerte. Le miró con atención, devorándole con los ojos. El omega era peligroso, pero él amaba el peligro y si debía morir lo haría a manos de ese salvaje, inconsciente y hermoso hombre—. Tienes razón, estoy loco y es todo por tu culpa, así que hazte responsable.

—Yo no...

No pudo terminar la frase pues JongIn tomó posesión de sus labios besándole con dureza, torturándole con la lengua. Mordisqueándole los labios con firmeza cuando intentó alejarse de él. Apoyó las manos contra su pecho con la intención de empujarle, pero no pudo hacerlo, no cuando su corazón saltaba cada vez que el otro hombre le miraba, le hablaba, le tocaba. JongIn era una droga de la que nunca tenía suficiente y del que dependía emocionalmente y sexualmente. Incapaz de negarle nada aun a pesar de que había días que lo odiaba con toda su alma por lo que le hacía sentir, por ser el hijo de puta que era.

Tao, tuvo que apartar la mirada ante ese beso. Estaba sin palabras, asombrado por la manera de actuar de su jefe. Cómo era capaz de rebajarse a estar con esa clase de omega, a marcarle como lo estaba haciendo delante de otro hombre sin pudor, sin medir las consecuencias de sus actos.

Se arrepentía de haber ayudado a salvar a ese hombre, si estuviese muerto, JongIn podría arreglar el desaguisado que armó al acabar con los hombres de su hermano. Pero ahora, era prácticamente imposible que salieran victoriosos de la guerra que se avecinaba en la empresa. Sus enemigos no tardarían en buscar un punto débil por donde atacar, y para Tao era más que evidente que este era un omega con polla que no medía sus palabras cuando hablaba a sus superiores y que para enredar más la situación, era uno de los que quería poseer YiFan. Y si, él lo veía más que claro, los enemigos de JongIn también lo harían.

Él juró proteger a JongIn aun a costa de su vida y por mucho que no aceptara las decisiones que este estaba tomando, lo haría, le cubriría la espalda y se aseguraría que saliera victorioso de lo que se avecinaba. Al ver que el beso estaba tomando un cariz más sexual ya que su jefe recostó al omega y estaba devorándole con los labios a un paso de arrancarle la escasa ropa que vestía, carraspeó en alto, doliéndole su magullada garganta.

SeHun fue el primero en reaccionar al escuchar el carraspeo, y esta vez sí lo apartó de un empujón, cortando el beso. Mirando a los ojos al hombre que volvía su mundo del revés, que provocaba que se olvidara de todo lo que le rodeaba, y lo redujera a ese estado de excitación perpetua que tenía cuando estaba con él. —Joder, no vuelvas a besarme —masculló entre dientes avergonzado, echándole una mirada de reojo a la sombra de JongIn quien seguía quieto como si llevara un palo por el culo, a unos metros del sofá. Maldita sea su suerte que ese beta había sido testigo de los "preliminares" a una cabalgada salvaje en el sofá, si no les hubiera interrumpido recordándoles su presencia en el salón.

—Lo haré siempre que lo desee, omega —le respondió a su vez JongIn sin preocuparse una mierda de que el otro hombre estuviera en la sala. Él no había olvidado que Tao aún permanecía con ellos, simplemente no le importaba que fuera testigo de su pasión. Podía observar todo lo que le diera la gana, pero si osaba tocar de nuevo a SeHun le iba a arrancar la cabeza del cuerpo sin miramientos.

—No, no lo harás. No te lo voy a permitir — gruñó SeHun cruzándose de brazos, mostrando la vergüenza que sentía en esos momentos, al ser incapaz de mirar a la cara a Tao y por el rubor en sus mejillas.

JongIn se levantó del suelo y le observó con atención unos segundos evaluando las heridas del omega, la noche anterior estuvo a punto de perderle, debía recordarlo y no saltar sobre él como un animal dispuesto a cubrirle y a poseerle hasta partirlo en dos. —Comienzo a pensar que te gusta provocarme, que lo haces para te castigue adecuadamente tal y como te gusta —se burló de él, alejando el deseo de su mente pues en breve iba a exigirle a Tao todo lo que había averiguado a través del hombre de YiFan que capturaron con vida, y que esperaba que hubiese muerto de manera lenta y dolorosa.

—Capullo —susurró SeHun sin cambiar la postura, pero bajando la mirada. Delante de Tao no se sentía seguro de sí mismo, estaba ante la presencia de dos hombres, un alfa puro y un beta con aires de ser un alfa. Uno le volvía un imbécil hormonado cada vez que posaba sus ojos sobre los de él y el otro estuvo a punto de enviarlo a patadas al otro barrio.

Le habría gustado seguir discutiendo con SeHun todo el día, para luego saborear el magistral triunfo cuando el testarudo omega se entregará sin restricciones a él, en cuerpo y alma, como hacía cada vez que lo tenía a su merced, pero las horas eran vitales en sus planes de acabar con YiFan y con los aliados de este en las empresas que habían sido de su padre.

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