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—No se detenga —le bramó al médico haciendo que se sobresaltara cuando lo vio detenerse frente al abdomen del paciente. Odiaba ver que otro hombre tocaba lo que era de su propiedad, pero era necesario para salvarle la vida—Continúe.

—Sí, señor. —Asintió este rompiendo la tela que cubría las partes íntimas de su paciente. Al escuchar un gruñido cuando rozó el vello que coronaba el miembro viril del omega, tragó con dificultad y optó por ignorarlo. Era consciente de que si alzaba la vista en esos momentos vería la mirada de un asesino en los ojos del empresario. Si le quedaba alguna duda acerca de la relación de su jefe con ese hombre ahora se le había resuelto del todo: eran amantes.

Quien iba a decir que uno de los dueños de las empresas más importantes en toda Corea, siendo uno de los más temidos ejecutivos se tiraba a un simple y ordinario omega. Viendo ese tipo de relación como alguna especie de locura ya que era bien sabido que JongIn, mantenía a varias mujeres poderosas como amantes, cumpliendo cada capricho de ellas para tenerlas contentas y dispuestas a servirle. Por eso, ver que también tenía un amante masculino, y ordinario, le sorprendía muchísimo y le hacía saborear el miedo, pues si en esos momentos su paciente decidía sucumbir a sus heridas, acabaría muerto en ese mismo cuarto, o como se decía en la calle, acabaría como comida para peces.

Otro gruñido le devolvió a la realidad y levantó las dos manos hasta la altura de su cara. Sin ser consciente había rozado el pene y este había engrosado unos centímetros, como si el cuerpo del omega reaccionara a su roce, excitado, como si este estuviese en su época de calor «Es una reacción común, el paciente no tiene control de su cuerpo y....» No, mejor no decirle nada, no intentar explicar la base científica de una reacción tan natural como esa. Lo más sensato que podía hacer era continuar y terminar cuanto antes. Dejó a un lado el instrumental médico que estaba empleando para cauterizar las heridas, y buscó en su maletín las jeringuillas dérmicas con la composición química para prevenir las infecciones. Eran las mejores del mercado, unos verdaderos cócteles de antibióticos, antivirales, viricidas y opiáceos que esperaba que asegurara una rápida recuperación al hombre.

Las colocó con cuidado sobre la mesita de noche, además del inyector de TRIOX34. Golpeó la base de la primera jeringuilla con dos dedos para remover el líquido oscuro, y le pinchó en la pierna, sobre la arteria femoral, a la altura de la ingle derecha. Introdujo lentamente todo el contenido del vial y retiró la aguja, limpiando la minúscula herida con un paño humedecido de alcohol. Procedió de igual modo con las otras dos jeringuillas y con el inyector de TRIOX34, asegurándose de no tocar más piel de la necesaria cuando limpiaba con el paño humedecido de alcohol para esterilizar. Dio un paso hacia atrás cuando guardó todo el material usado en su maletín y contempló en silencio al paciente. Gracias a los opiáceos inyectados la respiración era pausada, no tan agitada como minutos antes y la tensión que percibió en su cuerpo mientras cauterizaba las heridas, se había ido. Se le veía más tranquilo, como si entrara en un sueño reparador en el transcurso que se curaban las heridas.

—Voy a palparle el abdomen para comprobar si hay hemorragia interna pues a simple vista no se ve signos, y a recolocarle el hombro izquierdo que está discolocado —explicó mirando a los ojos del empresario esperando a que este le diera permiso. Cuando este permiso se materializó con un asentimiento de cabeza, procedió a estirarle el brazo hasta que escuchó un crack que le confirmó que le había colocado el hombro izquierdo en su sitio. Para luego palparle con las manos el abdomen, comprobando que la piel no estaba fría al tacto ni se retraía por el dolor, buena señal, pues la frialdad y el dolor eran dos signos de hemorragia interna—. Parece que no está roto el bazo y no hay hemorragia interna, aun así, recomiendo trasladar cuanto antes a un hospital para una revisión más exhaustiva y... Estuvo a punto de orinarse encima cuando vio al empresario levantarse de golpe, a un paso de arrancarse con ese gesto la vía que tenía en el brazo, mirándole fijamente con esos ojos que prometían sangre, la suya.

—No saldrás de aquí hasta que me asegures que se recuperará, no es viable llevarlo a un hospital en estos momentos, ¿entiendes? —

El medico tuvo que tragar un par de veces, antes de responderle con voz entrecortada. —Es imposible que le asegure su recuperación total con los medios actuales que dispongo y...

No pudo decir nada más, se quedó mudo al ver la punta de la pistola que JongIn, desenfundó en apenas unos segundos y que se la plantó frente a la cara. Tener el arma tan cerca le llenó de miedo, a un paso de perder el conocimiento tras orinarse encima. «Y que luego digan que la vida de un médico es aburrida, que pasen y vean la mía». Ironizó para sus adentros, temblando de pies a cabeza, dejando caer el maletín al suelo al no ser capaz de sujetarlo.

—Señor empresario yo...

—Ni una palabra más o tus sesos bañarán las paredes del cuarto.

JongIn, retiró el seguro al arma, escuchándose el click en el silencio de la alcoba, y le dijo—. No saldrás de este cuarto hasta que me asegures que se salvará, que despertará en unas horas, que...

Ahora sí que se dejó llevar por la oscuridad, cayendo hacia atrás desmayado en el suelo, a un lado del maletín que se abrió con el impacto de su caída, esparciendo parte del material médico que contenía.

Estuvo tentado a disparar al hijo de perra del médico, rematarlo en el suelo, vaciarle el cargador, por incompetente, por no haberse asegurado de hacer todo lo posible por salvar a SeHun, por...

—¡Maldición! —masculló en alto, poniéndole el seguro al arma y guardándosela en la funda que portaba siempre atada a la espalda. Por más que estuviera tentado a matarlo no lo haría, por el momento. No hasta que su SeHun abriera los ojos, luego ya pensaría seriamente en si deshacerse de ese estorbo o no, si permitirle vivir. Miró el cuerpo desmayado del médico y a su brazo, que aún seguía conectado por la vía con el omega. No sabía cuánto tiempo tendría que estar así, con la vía, poco importaba que tuviera que entregarle hasta la última de su oscura y corrupta sangre, pero al tener eso en el brazo no podía moverse libremente por el cuarto, despertar de una patada al médico y gruñirle que se largara del piso antes de que se arrepintiese de su decisión.

—¡Joder! Estoy rodeado de inútiles, debería deshacerme de todos—bramó a un paso de arrancarse la vía, pero en lugar de eso se tuvo que tragar las ganas de derramar sangre y volver a sentarse al lado de su amante para continuar con el proceso de la transfusión. Esperaría, hasta que su cuerpo aguantara o hasta ver como SeHun abría los ojos, y mientras... que el médico rezara en sueños por el omega o iba a ser fiambre, envuelto en una bolsa de plástico y enviado como regalo a su familia.

MÍODonde viven las historias. Descúbrelo ahora