Al día siguiente...
La luz de la mañana lo despertó. Por instinto lo primero que hizo fue intentar levantarse de donde estaba, pero acabó soltando un grito de dolor además de quedar tendido en la cama, con el cuerpo en tensión y el corazón bombeando frenéticamente.
—Oh, joder... —
SeHun entreabrió los ojos y miró a su alrededor. Estaba confuso, los últimos recuerdos que tenía se entremezclaban vertiginosamente. No tenía ni puta idea de donde estaba, ni siquiera reconocía la habitación en la que se encontraba. La única verdad era que se sentía como una mierda y estaba tumbado en una mullida cama. Intentó levantarse de nuevo, pero desistió al notar como el estómago se revolvía rabiosamente a un paso de echar hasta la primera papilla.
—¡Mierda! ¿Dónde estoy? —masculló tapándose la cara con un brazo, notando que lo tenía vendado, al igual que percibió que tenía nuevas heridas cauterizadas que se sumaban al gran listado que mostraba su cuerpo. Unas pruebas de lo que vivió a lo largo de su corta vida y que le hacían recordar cada una de las situaciones en las que se vio al borde de la muerte.
—Estás en mi casa.
SeHun, se movió hasta quedar sentado en la cama sin importarle el intenso dolor que experimentó. Aquella voz le perseguía en sueños. Sería capaz de reconocerla en cualquier lugar, aunque estuviera preso de alucinógenos.
—¿JongIn? —gritó sin aliento, mostrándose sorprendido al verle delante de él.
—¿A quién otro esperabas? —respondió este sin moverse del sitio, intimidándole con su sola presencia y eso que estaba a unos pasos de la cama, con los brazos cruzados, la ropa arrugada y los ojos fríos como el hielo, fijos sobre él.
Se había jurado no volver a verle, sacarle de su vida, aunque nunca pudiese arrancarse su presencia de su mente, de su corazón, de su alma, y aunque fue difícil, lo cumplió, ignorando sus mensajes, aferrándose a su trabajo. Y ahora... tenerlo delante de él..., lo trastocó. Desvió la mirada y la paseó por el cuarto, aprovechando para estudiar donde se encontraba. Con JongIn, siempre sentía esa necesidad de tener todos los ases bajo la manga para poder tener una oportunidad de ganar.
No lo sé, tal vez... ¿a la muerte? Por si no lo recuerdo mal, casi la mayoría de mi sociedad cayó y... — Su semblante se ensombreció al recordar todo lo que había pasado. Su familia había muerto por él, YiFan, que quería tenerlos bajo sus órdenes, sobre todo a él que tenía otra voluntad consigo, lo sabía.
Sin embargo, ahora su deber era vengar a su familia y a los demás caídos, aunque fuera lo último que hiciese en esta vida. Un puñetazo en la mejilla lo estampó contra el cabecero de la cama y lo devolvió brutalmente a la realidad, alejándole de los recuerdos de su familia muerta.
—¡Pero qué demonios! —exclamó sorprendido, palpándose la mejilla con la mano y probando el metalizado sabor de su sangre, ya que el golpe le había partido el labio—. ¡Estás loco! ¿Por qué me golpeas?
—Porque estuviste al borde de la muerte.
SeHun, se quedó sin habla ante esa respuesta. Definitivamente JongIn, había perdido el juicio. Bueno... ya lo había perdido hacía tiempo, por eso era el empresario más temido de todo el país, pero ahora quedaba evidente que era un maldito hijo de perra al que le faltaban varios tornillos.
—¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Qué es lo que buscas que haga? Te conozco bien JongIn, y no haces nada gratis. Si estoy en una de tus casas. — Se miró el cuerpo, deteniéndose unos segundos en las cicatrices enrojecidas que cubría gran parte de su piel y retomó la conversación, mirándole directamente a los ojos. Los recuerdos regresaban con fuerza a su mente. La muerte de su familia, las últimas palabras del jefe de esta, ser transportado en un furgón blanco, los golpes de los hombres de YiFan, que le exigían respuestas que su cerebro adormecido y entumecido por el dolor era incapaz de procesar, la brillante luz ante sus ojos y luego..., nada, oscuridad absoluta—. Curado, es porque quieres que haga algo por ti. ¿A quién quieres que mate? —
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MÍO
FanfictionEn un mundo donde domina el linaje, las costumbres y el poder de los Alfas, se encontraba uno en particular. Uno que a toda costa lucharía e incluso encerraría y castigaría a su pequeño Omega, sólo para que este entendiera que le pertenecía, y que n...