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Con algo de dificultad e ignorando el mareo que le acosó en el momento en que se sentó en la cama y apoyó los pies en el suelo, se levantó y esperó unos segundos a que el mundo dejara de brincar y moverse frenéticamente a su alrededor. Para luego ponerse en marcha.

Se movió por el cuarto con sigilo procurando evitar hacer ruido, sus años de entrenamiento fueron esenciales y los puso en práctica mientras revisaba el cuarto en busca de armas y ropa. Dos objetos esenciales para su huida: ropa y armas con las que comenzar la misión de su vida. Entreabrió una puerta muy despacio, sonriendo para dentro al ver que había ropa.

¡Bien! Había dado con el armario del empresario.

Miró hacia atrás unos segundos para comprobar que el otro todavía seguía en el baño duchándose, antes de elegir unos pantalones negros y una camisa negra que se puso rápidamente, apretando los dientes ante el ramalazo de dolor que sintió ante los bruscos movimientos que hizo. Joder, dolía mucho. Se sentía como un viejo atropellado por un aerodeslizador y lanzado hacia el río para ser pasto de los peces.

Le iba a resultar una misión suicida adentrarse en la Sede para armarse en condiciones y revisar los informes de la misión realizada por YiFan "el asesinato de casi toda su sociedad y de su familia". Luego acudiría cara a cara con aquel hijo de puta que ordenó la muerte de los suyos. Le quedaba el punto de averiguar a donde se encontraba este. No le sería difícil si conseguía piratear los ordenadores en busca de los informes. Y si era incapaz de romper la seguridad de los documentos, le rompería la cara al que llevara el archivo para obtener la información que necesitaba. Había hecho cosas horrendas, y torturar a un compañero por información no iba a ser de los peores recuerdos que se llevaría a la otra vida.

Salió descalzo del cuarto y se asombró al ver la amplitud del piso. Él vivía en un cuartucho de mierda al que daba ganas de quemar cuando regresaba de una tarde llena de trabajo y estudios o de un entrenamiento, pero no dejaba de autoconvencerse que era lo mejor a lo que podía aspirar teniendo en cuenta que sólo lo usaba para descansar. Así que tendría que soportar lo que la vida le daba, ahorrando todo lo que pudiese.

Dejó atrás la habitación y se encontró en un largo pasillo que le recordó al de un hospital, frío, blanco y con una luz blanquecina que se encendió y tintineó cuando él llegó a medio pasillo. Miró hacia el techo y maldijo en voz baja ante esto. Era una maldita luz de sensor que se activaba con el movimiento. Solo esperaba que fuera lo único que activara, pues muchas veces esas luces estaban conectadas a los sistemas de seguridad de una vivienda encendiendo la alarma al mismo tiempo que las bombillas. Esperaba no haber activado nada o estaría francamente jodido. Ante la duda, avanzó con rapidez y sin hacer ruido por el pasillo, sin pensar en nada más que en encontrar una salida... para dar con una sala amplia, enorme, que parecía el salón.

¡Joder con estos alfas!

Ellos vivían a todo lujo mientras los suyos apenas malvivían en residencias que daban pena. Le dio rabia ver la diferencia entre las dos razas y los dos estatus, aun a pesar de haberse firmado un tratado de paz en el que se abolió la esclavitud de los omegas de su clase. La desigualdad entre las dos razas era más que evidente en cada eslabón de la sociedad, aunque por suerte año tras año los suyos iban adquiriendo más control y poder, sobre todo tras su presencia en los tan importantes negocios.

Sin dejar de insultar mentalmente a JongIn, por todo lo que poseía, y por ser el cabrón que era, SeHun, atravesó el salón mirando a su alrededor buscando la cocina para armarse, y luego la salida de aquella enorme mansión. Vio varias puertas blancas, pero no se atrevió a abrirlas por temor a activar algo. Estaba seguro que el alfa poseía una seguridad estricta en su hogar y ya había jugado a la ruleta rusa varias partidas, y quien le iba a asegurar que a la próxima no se iba a pegar el tiro de gracia. Dio una vuelta completa al salón observando cada detalle con atención.

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