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Abrió la puerta de su alcoba y entró, quedando parado unos segundos ante la visión de SeHun, tumbado boca arriba sobre su cama. Joder, como le ponía. Quería que despertara de una vez para hacerle pagar todo lo que estaba pasando por su culpa. Devolverle con creces los días en el que el muy cabrón se atrevió a ignorarle, al no atender sus llamadas y al no acudir a la cita semanal en el motel de mala muerte donde follaban como si no hubiese un mañana. Oh, sí. Cuando despertara iba a follarle duro, marcándole para que quien lo viese supiese que era de su propiedad. Y esta vez, lo mataría si se atrevía a separarse de él. Se apartó lo justo para permitir la entrada del médico al cuarto al sentirlo tras él. Como un depredador silencioso lo vio penetrar en la alcoba con el maletín entre sus manos mirando horrorizado al hombre que yacía en la cama. Este lo observó en silencio unos segundos, antes de girarse y preguntarle con la mirada: ¿qué le ha sucedido?

«¿Tan mal está?» Pensó JongIn, sintiendo un escalofrió de miedo que le ahogó unos segundos. No. No quería pensarlo, no iba a hacerlo. SeHun era de su propiedad y no se iba a atrever a morirse.

—Yo... —El médico se mostró dudoso, como si no supiera qué decir—... necesitará una transfusión de sangre el chico que es lo primero que le haré y...

JongIn, se puso a la altura de él, quien estaba a un palmo de la cama, y le tendió el brazo. —Aquí tienes, saca la que necesites.

Pudo ver como el vejete se sorprendió ante su propuesta, pero sinceramente, le importó una mierda que abriera los ojos como platos, él necesitaba tener a SeHun a su lado, tener a la única persona capaz de causar todo aquello que nadie mas podía hacer en él.

—Yo... —Si volvía a titubear y dijera otra vez YO... le iba a partir el cuello con sus propias manos.

—Comienza a tratarlo, ¡YA! —le gritó fulminándole con la mirada. Odiaba cuando se perdía el tiempo, y en esos momentos cada segundo era muy valioso para su hermoso omega, y, por tanto, para él. Le movió el brazo izquierdo frente a la cara, y le repitió—. Aquí tienes para la transfusión, sácame toda la sangre que necesite él, pero, comienza ahora mismo. Te recuerdo que, si muere, no dudaré en cortarte el cuello y enviar tu cuerpo cortado en pedazos a tu familia.

El médico dio un respingo y estuvo a punto de tirar el maletín al suelo al ponerse a temblar de pies a cabeza, silencioso y tragando con dificultad. Al final, este asintió con un gesto y se posicionó a la cabecera de la cama para comenzar a tratar a su paciente. JongIn se negó a moverse del sitio, a los pies de la cama. Observando todo lo que acontecía con mirada fija, agresiva, dispuesto a romperle los huesos uno a uno y hacerle gritar de dolor si hiciera falta para que comprendiese el matasanos que la vida del paciente era lo más importante. Si SeHun moría, lo mataría sin piedad.

Presenció como el médico dejó caer el maletín sobre la mesita de noche, provocando un estruendo que resonó en el silencioso cuarto. Lo abrió a duras penas con las manos temblorosas y comenzó a colocar por la metalizada superficie el material que iba a emplear para la transfusión de sangre. Como comentó, primero haría la transfusión y luego se dedicaría a cauterizar cada herida, recolocar el hombro izquierdo que se veía fuera de lugar, y acribillarles a inyecciones de TRIOX34, un compuesto médico que aceleraba la curación y la cicatrización interna. Colocó todo lo necesario para la transfusión sobre la mesita, y se giró para encontrarse con la mirada penetrante e impasible del empresario. No se iba a dejar engañar, le conocía muy bien, y bajo esa apariencia fría yacía una bestia que no conocía la piedad, y que disfrutaba bañándose en la sangre del enemigo.

Antes de que le indicara que había llegado el momento para hacer la transfusión, que por jodido que sonara la sangre de un alfa de su especie no era siempre compatible con la de un omega como aquel chico, puede existir riesgo a un rechazo a no ser que por parte materna o paterna aquel chico tuviese aunque sea un poco de sangre noble. Estaría jugando a la ruleta rusa al introducirle sangre sin analizar, el empresario le bramó con su voz potente y gélida:

—Por tu bien espero que no pierdas más tiempo, cada segundo es vital, para él. —Señaló con un gesto al hombre que yacía malherido en la cama y luego le miró a los ojos fijamente—. Y para ti, no lo olvides.

—No me atrevería a hacerlo —le respondió con un hilo de voz, rezando para que cuando llegara el momento de ponerle la vía no le temblara la mano como lo estaba haciendo o acabaría clavándosela en medio del brazo sin acertar en la vena—. Primero la transfusión. — Mostró lo que llevaba en la mano, la vía intravenosa para el empresario.

JongIn, se acercó hasta él, sentándose en el borde de la cama, rozando el rostro dormido del omega antes de girarse y extenderle el brazo, exigiéndole. —Aquí tienes mi brazo, comienza esa puta transfusión, ¡YA!

Apenas fueron unos segundos lo que tardó en localizar una buena vena y ponerle la vía intravenosa, pero le parecieron eternos, sobre todo porque le ponía de los nervios por no decir que se meaba en los pantalones, estar tan cerca del empresario.

—Ya está, ahora conectaré esta vía con él y esperemos que la sangre que le dones le ayude a recuperarse —comentó, alzando el fino tubo de la vía y acercándose al omega para pincharle el otro extremo. La vía intravenosa que estaba empleando era un tubo largo y fino con dos extremos en el que se encontraban agujas de gran calibre, con el que podía hacer transfusiones de una manera eficaz y rápida.

Bien es cierto que el método más empleado era el de la donación, y por tanto la transfusión con bolsa de sangre, siendo esta suspendida en el aire y el paciente pinchado con una vía intravenosa por la que circularía la sangre hasta el torrente sanguíneo tardando todo el proceso entre una a dos horas, aproximadamente. Pero como no disponía de bolsa de sangre donada, ni creía que JongIn, le permitiera tardar más de media hora con la transfusión, utilizaría la vía con dos agujas. Un método que se empleaba en los domicilios cuando no había tiempo que perder. Por suerte él tenía un buen surtido de material clínico con el que enfrentarse a los retos que el empresario le planteaba cada vez que lo llamaba.

— Esperémos, ya que en esto no admito errores —No hizo falta decir nada más. La amenaza de nuevo quedó en el aire

En silencio trabajó sobre el omega, pinchándole eficazmente y alzando el tubo para que la sangre comenzara a pasar desde el brazo del empresario al del enfermo. En cuanto vio avanzar la sangre por la vía, la dejó caer sobre el colchón, y se giró para mirar al empresario. Este tenía la vista clavada en el tubo, en el preciado líquido de un tono oscuro carmesí que circulaba lentamente hasta penetrar en el cuerpo del omega.

Esperaba que pudiese salvarle, o se veía muerto tirado en una cuneta. En todo momento estuvo observando de reojo a JongIn, incapaz de olvidar su presencia mientras comenzaba a cauterizar con láser las heridas del omega. Este estaba destrozado, mostrando heridas graves y desgarradoras, desde la cabeza a los pies. No había un rincón que no estuviese magullado, malherido, ensangrentado y a carne viva. Era un milagro que todavía siguiera con vida, que respirara y su corazón latiese, aunque fuera apenas el aleteo de un pájaro.

«Los omegas tienen una resistencia física asombrosa». Comentó para sus adentros, cauterizando las heridas del cuello con minuciosidad, para luego pasar a las del pecho. No descansaba entre una y otra. Iba centímetro a centímetro quemándolas con el láser. Tomando nota mental de los componentes químicos que le iba a inyectar a mayores del TRIOX34, en cuanto terminara de cerrar todas las heridas. Los minutos pasaron lentamente como una tortura para JongIn, quien no despegó la mirada del rostro contorsionado por el dolor de su amante. Estaba ante un guerrero caído en combate, destrozado por sus enemigos, y del que esperaba que se enfrentara cara a cara con la muerte y regresara a su lado. Por su bien. Pues SeHun era suyo para siempre. Ya lo creía antes y ahora iba a asegurarse de dejárselo muy claro al omega.



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