No hacía falta...
Era mucho más de lo que esperaba cuando le lanzó el ultimátum. La verdad creía que le iba a apartar y a negarse a doblegarse ante él, manteniendo a las putas que tenía como amantes. Por eso, escuchar en boca del empresario más temido de la Sociedad, que ni la muerte los iba a separar y que había arriesgado su imperio por él, era un sueño del que no quería despertar. Y sí, se estaba comportando como una mujer con regla suspirando por su príncipe azul, pero le importaba una mierda. Estaba ahogándose de felicidad por unas pocas palabras que bien podían quedarse sólo en eso: palabras que se olvidaban con el tiempo, pero en esos momentos no quería pensar, sólo quería sentir.
Al ver que había dejado sin palabras a su omega, JongIn le preguntó—¿Quieres hablar de algo más, o ya puedo follarte?
SeHun rompió a reír y negó con la cabeza. Estaba en medio de un sueño del que no quería despertar, que lo llamaran iluso, pero si moría mañana podía hacerlo satisfecho de la vida que tuvo, por muy llena de mierda que era. Cuando la risa remitió, le miró fijamente y lo atrajo hacia él, elevando la cadera para mostrarle que seguía duro por él. Que quería que lo tomara de una vez en el sofá y lo llevara al cielo con sus embestidas.
—Perfecto, parece que ya puedo follarte — susurró JongIn con una sonrisa sarcástica, antes de tomar esos labios que lo tentaban y devorarle. El fuego se avivó con ese beso, amenazando con consumirles hasta convertirlos en ceniza.
JongIn no perdió tiempo y acarició con fuerza la polla de su amante, sin dejar de besarle, acallando los gemidos que brotaban de sus labios magullados. Ya no podía aguantar más, lo necesitaba, quería...
Se movió para darle la vuelta a SeHun, colocándolo boca abajo y entreabriéndole las piernas, exponiéndole ante él.
—Joder —siseó SeHun ante el brusco cambio de postura. JongIn lo había movido con rudeza hasta dejarle boca abajo. Abriéndole las piernas con las manos, golpeándole los muslos. Le había destrozado el pantalón, rasgándolo y dejándole desnudo.
En el momento en que se posicionó sobre él, SeHun gimió con voz ronca. Lo necesitaba, muy dentro de él, moviéndose con fuerza, estirándole hasta inundarle con su semilla.SeHun estaba actuando sin saber que su calor estaba entrando en él de aquella peligrosa forma.
Él sólo quería moverse y poder atrapar su polla con la mano, dolorida y necesitada, que chorreaba contra la tela del sofá, pero era incapaz. Estaba aprisionado con las palmas apoyadas en los cojines, las piernas entreabiertas y respirando con dificultad.
—Eso es lo que voy a darte, SeHun. —JongIn se posicionó contra la arrugada entrada penetrándolo lentamente hasta que le acogió, no sin cierta resistencia, la punta de la gruesa polla. Se movió sin penetrarle más para poder morderle en el hombro hundiéndole los dientes hasta sacarle sangre. Para luego susurrarle al oído, sonriendo internamente al notar cómo el omega movía las caderas buscando más contacto con él, que lo llenara de una sola estocada—. Dilo, mi omega. Acepta que eres mío, y que me perteneces.
SeHun negó con la cabeza. No quería hablar, solo quería sentir. Perderse en la vorágine de placer que le colmaba cada vez que estaban juntos. JongIn avanzó unos centímetros, hasta la mitad de su longitud. Estaba costándole contenerse, pero no estaba dispuesto a darle tregua, no cuando lo conocía tan bien. SeHun abrazaba su libertad como una balsa de salvación en la que refugiarse cuando la oscuridad de su vida lo ahogaba.
—Dilo, SeHun, o voy a separarme, y a dejarte así.
Este se giró y le miró por encima del hombro, fulminándole con la mirada. —Eres un hijo de puta.
JongIn sonrió con sorna, evitando que el otro se moviera y lo tentara con su vicioso culo, agarrándole de la cadera con las manos, inmovilizándolo. —No voy a cambiar sólo porque esté dispuesto a mantenerte a mi lado, omega, recuérdalo.
—Maldito hijo de perra, manipulador, juegas sucio y... —jadeó al notar cómo lo abandonaba, cómo se separaba dejándole una sensación de vacío que le aterraba. Aquella vez iba a ser especial, sobre todo tras la declaración de intenciones de parte de los dos, por una vez iba a tragarse su orgullo y a darle lo que le pedía...
—. ¡Está bien, joder! ¡Soy tuyo! ¿Te vale así o quieres que te lo deletree? —le gritó con furia, con ganas de golpearle o lanzarle contra el suelo, y tomar él el control clavándose así mismo, cabalgándole con rabia.
—Perfecto —susurró con voz enronquecida JongIn, penetrándole hasta el fondo, aplastándolo contra el sofá. SeHun jadeó y se movió buscando una postura que le resultara cómoda y no amenazara con romperle el cuello. Le dolió, joder cómo dolía. Hacía tiempo que no mantenía relaciones, y ser penetrado de esa manera le estaba pasando factura. Quiso decirle que le diera unos minutos para que se acostumbrara a la intromisión, pero no pudo. El maldito comenzó a moverse embistiéndole con fuerza una y otra vez, golpeando ese punto muy dentro de él que le hacía ver las estrellas. El dolor no remetía, pero el placer se volvía cada vez más intenso, entremezclándose los dos, dejándole jadeante e incapaz de razonar.
No se detuvo ni cuando vio como la sangre manchó su polla, cuando abandonaba aquel apretado culo, sumergiéndose de nuevo hasta que lo acogía por completo, asegurándose de golpear donde conseguía que SeHun temblara y jadeara en alto. JongIn quería grabar esos momentos para siempre en su mente, y revivirlos cuando la muerte lo llamara. La imagen de su amante gimiendo y temblando mientras él lo poseía con profundas embestidas, la aceptación total de SeHun ante la realidad de que le pertenecía e iba a ser de él aunque el mundo se opusiera. Cómo aquel cuerpo lo acogía por completo, apretándole, moviéndose a su vez necesitando más, deseando más. Eran recuerdos que grabaría para siempre en su mente, en su corazón.
—Di mi nombre, omega. ¡Dilo! —gruñó, agarrándole la cadera con fuerza, marcando sus dedos en aquella blanquecina piel mientras entraba y salía del apretado canal, que lo acogía con fiereza y lo estaba conduciendo a la locura.
SeHun abrió los ojos y miró de reojo por encima del hombro quedándose sin aliento al ver la imagen de JongIn. Este tenía los cabellos sueltos, los ojos brillantes y fijos en los suyos, mirándole con una pasión que ni la muerte iba a apagar. Con los labios entreabiertos mostrando los dientes y respirando con dificultad, como si luchara contra el destino y estuviera perdiendo la batalla. Era una visión que quedaría grabada para siempre en su mente, con la que se pondría duro cada vez que la recordara, pues JongIn era el único capaz de destrozar todo su mundo con una sola mirada.
—No... —gimió, entrecerrando los ojos de puro placer. Cada embestida le estaba rompiendo por dentro. Aquella dura polla que lo penetraba sin piedad era como lava en su interior, abrasándole con cada movimiento, provocando que su cuerpo se entregara por completo a aquel juego de dominación. Porque al final cada encuentro que tenía con JongIn era como un juego en el que los dos luchaban por marcar su territorio, por mostrar al otro quien era el que tenía la voz cantante, que eran capaces de hacer estallar el mundo del otro. Al final, ninguno de los dos ganaba.
Porque bien era cierto que SeHun se derretía y acababa gimiendo como una puta el nombre de JongIn mientras se corría con grandes chorros de semen que se esparcían por el sofá, el suelo o la cama... Pero también el alfa perdía el control de su cuerpo, de su alma, de su vida, en cada encuentro, mostrando unas facetas que nadie más tenía el derecho de ver.
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MÍO
FanfictionEn un mundo donde domina el linaje, las costumbres y el poder de los Alfas, se encontraba uno en particular. Uno que a toda costa lucharía e incluso encerraría y castigaría a su pequeño Omega, sólo para que este entendiera que le pertenecía, y que n...