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—¡Suéltalo!

Tao se sobresaltó al escuchar el grito de furia del empresario a su espalda, se giró y lo enfrentó deteniendo las patadas. JongIn estaba con los cabellos húmedos pegados al rostro, y el pecho descubierto perlado de gotitas de agua que se deslizaban lentamente hasta perderse en la toalla negra que cubría su cadera.

—Mi Señor, creí que...

JongIn no le respondió, miró una vez al suelo y sin darle oportunidad de defenderse lo lanzó contra la pared con fuerza, usando una de sus manos. —¡Nadie toca lo que es mío! —gruñó este sintiendo la furia agolparse en el pecho. SeHun estaba malherido en el suelo, escupiendo sangre y gimiendo de dolor, y todo por culpa de Tao. Lo iba a matar.

—Mi Señor, al no responder cuando le llamé creí que el omega le había atacado y...

Con fuerza JongIn lo levantó del suelo y lo estampó tres veces contra la pared agrietándola con cada impacto, antes de elevarlo del piso unos centímetros para comenzar a asfixiarle, apretándole con sus dos manos la garganta. —Voy a matarte Tao, te has atrevido a tocar a mi omega, a dañarle.

—Yo, no soy... —

Ni una palabra más. Quería acabar con él, partirle el cuello con sus manos, disfrutando al ver caer al suelo su cuerpo sin vida. Estamparlo una y otra vez contra la pared hasta que se convirtiera en una pulpa sanguinolenta de carne irreconocible. Arrancarle la piel a tiras por dañar a SeHun... Pero, le necesitaba a su vez al ser una pieza importante en el macabro juego que jugaría con YiFan.

—. Debería acabar contigo, pero seré benévolo y te perdonaré la vida... —Le dejó caer al suelo donde quedó el alfa de rodillas y boqueando con el cuerpo malherido, la ropa maltrecha y el cuello enrojecido por la presión. Cuando este le miró a los ojos, JongIn apuntilló—... Por ahora. Pero vuelve a fallarme Tao, y me cobraré tu vida como pago. Este asintió con la cabeza respirando con dificultad, aceptando con humildad y con rabia que su destino estaba en manos de ese despiadado hombre al que había jurado servir hasta que la deuda de vida que le debía, estuviese cumplida.

Era lo que le motivaba a levantarse cada día y enfrentarse a la maldad de su mundo, a la crueldad que lo rodeaba y de la que aprendió a ser un hombre sin corazón, una sombra del alfa que fue, más oscuro, más frío, más cruel. —Sí, señor —masculló con voz rota, mirando de reojo el cuerpo malherido del omega. Ese hombre iba a ser la perdición del empresario, quien lo arrojaría a los depredadores que no dudarían ni un segundo en destrozarle por completo.

Sin piedad, JongIn, se acercó hasta donde yacía SeHun y se agachó, levantándolo del suelo, para tumbarlo sobre el sofá. Cuando los ojos de SeHun se encontraron con los suyos pudo leer el dolor que estaba experimentando el omega. —Debería castigarte por no permanecer donde debías estar.

SeHun se río sin ganas, con una carcajada seca y enronquecida. —¿Y dónde se supone que debería estar? ¿Atado con una correa al cuello a la pata de tu cama?

JongIn mostró una sonrisa que apenas duró unos segundos, pero de la que fueron testigos tanto SeHun como Tao. —No es mala idea, omega, pero añadiría: "dispuesto y ansioso a complacer a tu amo", a esa sugerencia tuya.

SeHun bufó y cerró los ojos, agotado. —Lo que digas, alfa, lo que digas. Pero, ahora mismo, a lo único que estoy dispuesto es a salir de esta casa en cuanto vuelva a tener sensibilidad en todos mis miembros.

JongIn se agachó hasta quedar a la altura del otro y le miró fijamente, acallando las ganas de gritarle y zarandearle hasta que admitiera de una maldita vez que su lugar era a su lado. En cambio, dijo.

—Estás equivocado, omega. A lo único que deberías estar dispuesto en estos momentos es a complacerme, a asegurarte de no enfurecerme más con tu negligente actitud. Por si no te había quedado claro el mensaje. —Acercó su rostro al del otro hombre y esperó a que este abriera los ojos de nuevo, para continuar—. Eres mío, SeHun y no voy a permitir que te alejes de mi lado.

—Sigue soñando.

—No, SeHun, el que debe aceptar de una vez la realidad, eres tú. Ya estoy cansado de juegos. —«Ni es momento de jugar, no cuándo tendremos a YiFan tras nosotros y a sus aliados a estas horas. Por mucho que mi equipo haya ocultado sus huellas, estoy seguro que ya sabrán que fue orden mía destruir a todos sus hombres.» Pensó, no dispuesto a admitir en voz alta lo que temía.

SeHun intentó incorporarse del sofá, avergonzándose de su debilidad. La maldita sombra de JongIn, le había golpeado como si fuera un saco de boxeo dejándolo hecho papilla, dolorido y con ganas de maldecir su suerte. —El que está cansado soy yo, JongIn. — Percibió de reojo como Tao, quien se había levantado del suelo, los miraba con atención, mostrando una clara mueca de sorpresa que no pudo esconder cuando llamó por su nombre al empresario. ¡Es lo mínimo que le debía, sobre todo cuando le había follado tantas veces que perdió la cuenta! —. Mi sociedad, mi... familia —puntualizó, sin desviar la mirada de JongIn. Necesitaba que supiera lo que tenía pensando hacer, lo que estaba dispuesto a entregar por la memoria de los suyos, que lo entregaría todo para vengar sus muertes, apretó los puños con fuerza—... Lo voy a destruir con mis propias manos cuando averigüe quien fue.

—¿No puedes estar hablando en serio?

SeHun se giró para hacer frente a la sombra de JongIn. —Nunca bromeo cuando hablo de matar a alguien, y menos cuando ese alguien es quien acabó con mi familia, y con casi todos lo que son de mi misma clase.

Tao rompió a reír ante lo absurdo de esa declaración. ¿Un omega contra un magnate, un alfa? ¿En qué mundo vivía ese chico? ¿Acaso recibir tantos golpes le habían jodido la cabeza? —Es imposible que acabes con ...

—¡Silencio! —bramó JongIn antes de que Tao dijera el nombre del empresario. Podía leer la decisión de SeHun en su mirada y por nada del mundo le iba a dar vía libre a una misión suicida. Si le facilitaban el nombre de su hermano lo perdería a manos de la muerte.

SeHun, presenció el intercambio de miradas entre JongIn y Tao. Muchos de ellos creían que los omega de bajo estatus no eran más que animales capacitados para los trabajos duros, para morir protegiendo a los ricachones de la ciudad, o para hacer el trabajo sucio. En su caso acallaba la astucia y la capacidad analítica que le hizo sobresalir en su familia. Y su instinto le gritaba que los dos hombres que se miraban con sigilo sabían el nombre del que ordenó acabar con su familia.

«¿Cómo no iban a saberlo, si JongIn es parte de aquella empresa? No lo olvides nunca, SeHun, él es tu enemigo, aunque te acuestes con él y no deje de gritarte que le perteneces y que se va a asegurar que no te alejes de su lado. No eres más que un juguete del que prescindirá cuando se canse de la novedad de doblegar sexualmente a un soldado, a un guerrero entrenado para enfrentarse al dolor y a la muerte».

Tenía dos opciones, hacerse el tonto e ignorar su sexto sentido para luego mantener la atención sobre esos dos buscando algún indicio acerca del magnate al que tenía intención matar con sus propias manos, o...

 —¡Maldito hijo de puta, sabes quién lo hizo y ni se te ocurra negarlo! ¡Quiero su nombre, ahora!

Bien... la segunda opción era esa...


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