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—Se lo suplico señor, necesito más tiempo.

JongIn alzó una ceja mirándole con fingido humor y sorpresa.

—¿Más tiempo? —preguntó hastiado de que siempre dijeran lo mismo.

Más tiempo para pagar, más tiempo para eliminar al objetivo marcado, más, más, más...

Siempre lo mismo. Excusas y más excusas con las que ampararse al no haber sido capaz de cumplir la palabra pactada.

Y en este caso debía haberlo visto venir. El quejumbroso hombre que tenia de rodillas ante él, suplicando por su vida, era uno de los muchos que lo habían decepcionado, que intentaban evitar el destino que ellos mismos habían elegido. Todo el mundo sabía que si se pedía un favor a él su vida dependía de si cumplía o no.

El mierda que tenía delante no había cumplido, es más llevaba desaparecido un mes intentando borrar su rastro con poca eficacia, pues los hombres que trabajaban para JongIn no habían tardado en encontrarlo y llevarlo hasta él, hasta la oficina en la que despachaba los negocios oscuros como empresario.

Miró hacia su alrededor comprobando que sus hombres no se habían movido de sus puestos. Todos vestían de negro con su emblema en sus uniformes. La primera inicial de su nombre con un rayo cortándolo en dos a la altura de su corazón, y se mantenían cruzados de brazos con la mirada fija en las dos salidas de la oficina.

Aquel lugar lo tenía en su poder desde el momento en que tomo su lugar como jefe, lo usaba para solucionar los problemas que le surgían cada día, que no eran pocos eran pues muchos imbéciles que acudían a él en busca de que les solucionasen sus problemas sin esperar a que el favor fuera pagado con creces. Si algo quieres algo te cuesta, así de sencillo.

—Por favor señor Kim juro que le voy a pagar, yo...

Este se volvió y sin mediar palabra agarró el arma oculta en su espalda con su mano derecha y alzó el brazo, apuntando directamente a la cabeza del cabrón.

No por favor, yo...

Dos disparos certeros a la cabeza y problema solucionado. Aquel hijo de puta no iba a jugársela dos veces. Sus informantes le habían confirmado lo que sospechó cuando se escapó ese imbécil en la fecha señalada para el pago. Se lo había gastado todo en el juego. Y las cartas le habían llevado a pedirle dinero prestado, y ahora... Le había conducido a la muerte. Era irónico, ¿no?

—Limpien esta mierda y envíenle el cuerpo a su familia. Díganles que tienen exactamente un mes para pagarme. La deuda no ha sido saldada.

Guardó de nuevo la pistola en la funda que tenía a la espalda y se dio la vuelta, alejándose del cuerpo, escuchando como sus hombres cumplían sus órdenes en silencio, arrastrando el cadáver hasta la salida, dejando una mancha irregular de sangre en el suelo. No le hizo falta mirar atrás para saber lo que estaban haciendo, ya que no era la primera vez que limpiaban la oficina, ni eliminaban el cuerpo de un hombre o una mujer que había muerto "prematuramente" por culpa del destino que habían elegido.

—Señor, ¿a dónde vamos ahora? —preguntó su guardaespaldas de confianza.

Tao era su mano derecha desde hace años, perteneciente a una poderosa e influyente familia de espionaje y seguridad, Tao era un experto en lo que eran las artes marciales, este siempre le aseguraba que daría la vida por él si era necesario, aquella había sido una promesa cuando él había matado a aquellos que habían tenido secuestrada a su familia.

Podía decir que era un hombre de confianza, hasta cierto punto, pues no confiaba en nadie más que en si mismo, no cuando podían apuñalarle por la espalda en cualquier momento.

—A casa de Krystal —respondió, esperando a que le abriera la puerta de salida de la oficina, y le acompañara hasta el coche—. Esta noche creo que la pasaré con ella —le informó antes de que Tao asintiera y cerrara la puerta del coche, para ir a sentarse en el asiento del conductor.

Como ordenes señor, Krystal estará muy dichosa de tener su compañía esta noche —aseguró este antes de arrancar y poner rumbo a la casa que JongIn le compró a la mujer para mantenerla contenta.

Krystal era una de sus muchas amantes que mantenía (la mayoría Betas), y una a las que más visitaba últimamente. Era una mujer fogosa que le gustaba el sexo con crudeza. Que disfrutaba que le marcara el cuerpo, ya que era una masoquista que saboreaba el dolor y que nunca se quejaba, gimiendo como la perra que era cuando lo montaba.

Las muchas veces que le juraba amor eterno, podía ver más allá de la fachada de mujer enamorada que quería mostrarle, veía a la verdadera Krystal, capaz de todo para conseguir sus objetivos, con tal de alcanzar el estatus que desde joven ansiaba tener. Le juraba amor cuando lo único que amaba era su dinero y su posición frente a todos.

La relación que tenía con ella eran las horas en las que follaban, en las que buscaba paz que no alcanzaba cuando se sumergía entre sus muslos. Y esa noche, necesitaba desahogarse,

JongIn apretó los puños y estuvo a punto de golpear con furia la ventana. Llevaba una semana que no sabía nada de SeHun, una semana desde que lo había marcado en aquella habitación de motel, en la que lo había follado dos veces antes de morderle el cuello dejándole una cicatriz para que todo el mundo supiera que ya tenía dueño, como sería su inasistencia que ni a la empresa se había presentado, ni tampoco había asistido a la universidad,  ni modo ya más tarde lo buscaría y le haría pagar por ello.


SeHun había apagado su Tablet pensando en el día, en el que se había esfumado de la noche a la mañana sin dejar pista en el motel en el que había estado con el alfa. No apareció en su departamento, ni en la empresa, ni tampoco en la universidad.

Dejó atrás la Tablet viendo como le había llegado un mensaje a su teléfono celular en donde específicamente le explicaba que era la temporada de calor de los alfas, y que ellos ya no estaban seguros.

Como eran simples juguetes para ellos...



Una semana sin saber de él, en la que no acudió a la empresa, a la universidad, a su cita semanal en el motel indicado para la ocasión. Siete malditos días en los que se estaba volviendo loco poco a poco, con la única idea de salir a buscarle y hacerle pagar por haberse atrevido a alejarse de él de esa manera.

Le iba a hacer pagar aquellos días sin saber de él, todos y cada uno de ellos. Le ataría a una cama y no lo soltaría hasta que aceptara su destino, hasta que se rindiera por completo.

Le iba a follar hasta hacerle sangrar el culo, hasta partirle en dos, hasta que no pudiera aceptar más semen en su interior, hasta entregarle su nudo con fuerza, iba a castigarle por cada día que estuvo alejado de su lado.

Media hora después llegaron a su destino, la casa de Krystal, ubicada dentro de una lujosa urbanización con seguridad privada. Tao apenas se detuvo tras dar señales con las luces a los guardias que vigilaban la entrada, estos conocían el coche y no había necesidad de detenerles para registrarlo. Les dejaron pasar y activaron de nuevo la verja de laser que protegía la finca.

—Ya hemos llegado señor. ¿Quiere que le espere como siempre?

JongIn miró de nuevo a través de la ventana y fijó sus ojos sobre la fachada blanquecina de la casa de su amante, se la había comprado a pedido de que se abriera de piernas cada vez que él la visitara, con la única condición que no mantuviese relaciones con ningún otro hombre. Él no compartía, sus amantes debían jurarle fidelidad mientras durara la relación, o acabarían muertas.

—Si Tao, no pasaré la noche aquí.

Este lo miró desde el asiento del conductor y asintió con la cabeza.

—Si, señor.

JongIn abrió la puerta y salió al exterior, antes de entrar a la casa, escuchó de nuevo la voz de su guardaespaldas.

—Que tenga buena velada señor —esbozó una sonrisa que apenas duro unos segundos.

Tao conocía su lugar, pero en ocasiones mostraba el hombre endurecido por la vida y con aspiraciones políticas que había detrás de la fachada de guardaespaldas.



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