Juntas

venganza.

—¿de verdad tienes que irte a vivir al palacio?—preguntó eda.

la dama búho, por orgullosa, intentaba no mostrar melancolía; pero vivir con lilith le había recordado a su niñez y juventud, y se la había estado pasando bien.

—¿qué? ¿vas a extrañarme, edalyn?—lilith alzó una ceja y sonrió triunfante.

—¡ja! ya quisieras.—se burló de aquella verdad con esa risa de cerdo tan suya, y ayudó a su hermana mayor a sacar su maleta.

—sabes que lo harás.

las hermanas clawthorne se miraron con cariño. claro que peleaban, claro que se desesperaban una a la otra, claro que a veces les era insoportable estar cerca; aún así, seguían siendo hermanas, y, después de todo el tiempo separadas por los estúpidos aquelarres y las ilegalidades de eda, habían aprendido a valorarse una a la otra.

—y oye, no me olvides ahora que estás en el gran puesto, ¿eh?

—no lo haré, edalyn.—lilith rió—no lo haré.

y después de un fuerte abrazo, la mujer partió hacia el palacio.

—¿está bien?—preguntó willow a luz, mientras veía desde lejos a amity quedándose dormida sobre la mesa, sentada en el suelo mientras dibujaba los patrones de hechizos.

ahora que no podía utilizar su propia magia sin sentir un dolor terrible en el pecho, tendría que aprender cómo se hacía a la antigua.

—la verdad no lo sé.—luz apretó los labios—no durmió nada anoche porque tuvo... la pesadilla.

—¿la misma de siempre?

—sí. y además, no quiere hablarme porque dice que creo que está loca, sólo porque le dije que a lo mejor debíamos buscar ayuda.

—bueno, sabes que amity cambió en muchos aspectos, pero nunca dejó de ser orgullosa...

—lo sé, willow, pero me gustaría que, si no lo hace por ella, que lo haga por mí. me mata verla despertarse llorando en la madrugada. no puedo... no podemos seguir así.

—¡sé que están hablando de mí!—les avisó amity en un grito.

—¡por fin me diriges la palabra!—luz se le acercó y se puso en cuclillas al lado de su novia—amity, sabes que tengo razón-

—puedo manejar esto sola, luz.

—no, no puedes.—willow se sentó en el sofá—amity, tienes que recordar que ya no eres la blight de hace dos años, que tenía que hacerse la fuerte, la perfecta, la que podía sola.

la chica de cabello verde frunció el ceño y cerró los ojos, sintiendo una lágrima correr por su mejilla.

—sé que no tengo que serlo, pero dentro de mí sé que aún lo soy... quizá siempre lo seré.

los ojos de allen no tenían chispas de maldad; los ojos de allen estaban inundados de maldad, anhelo de venganza, sed de sangre. y con esos mismos ojos miraba a través de las ventanas de la casa búho, directamente hacia la habitación de luz, donde la pobre amity se mortificaba cada noche, y con ella se afligía luz, y así creaba una cadena de angustia. desde un trauma hasta una injusticia, desde la preocupación hasta la desesperación, el dolor que allen causaba nunca parecía ser suficiente. pero ese dolor, decía él, no se comparaba con el de perder un hijo.

—veo que sufres, amity blight. te recomiendo que tomes fuerzas de donde no las hay... no has sentido ni la mitad de mi pena. ni la mitad de mi furia. ni la mitad de mi venganza.