verás.

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mientras tanto, en las afueras de la parte habitada de las islas, matthew allen se reunía con la verdadera escritora de la carta; odalia blight.

allen no era más que un títere, una excusa para ir por venganza. el hombre era una máscara que la mujer llevaba para no ser descubierta; ni ella, ni su malévolo plan contra su propia hija. amity había manchado el nombre de los blight enamorándose de una humana, derrocando al hombre al que se suponía debía servir, rebelándose ante la injusticia en vez de mantenerse al margen, como siempre le habían enseñado debía hacer. no tendría que haberse dejado llevar por sus emociones, mucho menos haber luchado contra el emperador. y si el nombre ya estaba manchado, la reputación de la familia terminó de destruirse cuando el rumor de que la gran amity blight había sido víctima de una maldición empezó a correr; más que nada, porque era cierto.

así que la sed de venganza de esa mujer contra su hija era lo que le sigue de cruel. matthew creía que eran aliados, ambos buscando arruinar a las mismas personas por una vendetta que no les dejaba sentir compasión; pero el hombre estaba equivocado. odalia era demasiado egoísta para coligarse con alguien, incluso si el propósito era igual; cuando un plan es compartido, la probabilidad de ser descubierto, delatado, o vencido se multiplica por dos. así que el hombre no era más que un juguete, un espía, casi un sirviente.

—dejé la carta anoche. debiste haber visto la cara de amity, muerta de miedo. creo que hasta se desmayó.—matthew rió, y, a pesar de que hablaba de su propia hija, odalia rió con él.

—esa niña le teme a todo. ha de amar mucho a esa tal humana para haberla tapado de aquella maldición y derrocado al pobre belos junto a ella. pero sin luz,—odalia miró a allen con maldad y complicidad, sonriendo—amity no es nada. ahora que no nos tiene, sin luz, estará sola... y cuando amity esté sola, es ahí cuando las cosas se pondrán feas.

—pero... ¿cómo haremos que amity se quede sola?

—ya verás.

tan sólo en el tono de voz que la mujer tenía al hablar se escuchaba perversidad pura, y aquella perversidad parecía ser contagiosa, pues de sólo escuchar sus palabras, el hombre se llenaba de malicia también.

—esa chica mató a mi hijo...—a matthew se le llenaban los ojos de lágrimas. incluso los malos sienten, incluso los malos lloran, incluso los malos echan de menos.

—esa chica mató nuestro estatus...—odalia parecía no sentir ningún dolor. parecía sentir más bien odio, rencor, desprecio hacia el tiempo y los años... parecía maldecir el día en que amity nació.

a pesar de que ambos eran igual de cretinos, y que lo que iban a hacer no se podía excusar con nada, a matthew se le podría dar un punto; su hijo estaba muerto, y, a pesar de que él se lo había ganado por ser el mayor hijo de puta existente, perder un hijo ha de ser duro. pero odalia... odalia estaba siento simplemente ridícula.

ha de haber cero amor en tu corazón para cambiar a tu hija por tu apellido, para preferir lo social sobre la familia, para dejar a quien se supone es la luz de tus ojos sólo por tu estúpido "estatus".

—pero, entonces, ¿cuál es el plan? ¿qué vamos a hacerles?

odalia rió y negó con la cabeza ligeramente.

—espera y verás.

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