Capítulo 16

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Samantha acercó su rostro al de él poniéndose en puntillas para alcanzarlo, y besó tímidamente sus labios. Fue un beso breve, algo inseguro, pero cargado de intensidad. Un beso que abría una puerta hacia algo desconocido para ambos y nunca cerrar jamás.
Sus miradas se encontraron y el corazón de Daniel se detuvo un breve instante al ver la pasión y el anhelo que transmitía aquel océano de paz en los ojos femeninos.  Aquel azul cristalino en el que quería perderse para siempre.
Él inclinó ahora la cabeza, lenta y pausadamente para buscar la boca de ella, Samantha cerró sus párpados con lentitud, como si quisiera alargar el momento; hacerlo eterno, memorable.
Él puso una de sus manos en la fina cintura de ella y la otra detrás de la nuca, quizá para impedir que se alejara. Para impedir que se arrepintiera.
La pegó a su cuerpo y suspiró al acariciar la suavidad sedosa de su rubia cabellera. La besó.
Samantha sabía a hembra, olía a primavera; y él respondió con un deseo irrefrenable que lo llevó al límite.
Lo que comenzó con un beso suave y tierno se había convertido en un beso intenso, profundo. Ella jugó con su lengua y mordía suavemente aquellos labios que tanto anhelaba desde la primera vez que él la besara.
Aquella calidez femenina hacía que Daniel la deseara aún más.
Que se volviera imperiosa la necesidad de ella.
La atrajo más hacia él manteniendo una mano en la nuca femenina y la otra colocándola,ahora, en la parte baja de la espalda.
Quería que ella sintiera su dureza y necesitaba  sumergirse en ella y explorar cada centímetro de aquella boca tan dulce.
Deslizó la mano al trasero apretándolo contra su pelvis.
Se le hacía sumamente imperioso sentir piel contra piel. Rozar cada milímetro de su cuerpo y, mientras sus lenguas danzaban en un sensual duelo, jadeó dentro de la boca de Samantha.
Ella correspondía cada caricia con fogosidad y euforia que hizo que Daniel se olvidara del mundo por un instante y se perdiera en aquel apetitoso y sensual, cuerpo femenino sin importar que luego no hubiera retorno.

Cegado por un deseo animal de poseerla al fin, metía y sacaba la lengua de su boca deslizándola sensualmente por los labios de ella.
Samantha se retiró jadeando, enterró el rostro en el cuello de Daniel y empezó a lamerlo y  mordisquearlo. Daniel sentía su cálido aliento al oído.

— Samantha, no sabes la de veces que imaginé este momento.
¡Mierda, no podría seguir así por mucho tiempo! Sentía su miembro a punto de romper la bragueta de su pantalón, tan duro como una roca, y todos sus instintos le empujaban a que se lanzara a por ella.

— Yo también te deseo, Daniel.–jadeó ella.

Daniel emitió un gemido  al escuchar aquella voz entrecortada y sensual. Le estaba pidiendo que la hiciera  suya y él se moría por hacerlo. Pero aun así…
—No lo hagas porque te sientas presionada u obligada a hacerlo —gruñó apartándose unos milímetros dejando de sentir brevemente el calor del cuerpo femenino.
Samantha lo miró a los ojos con una expresión que reflejaba el ardiente deseo que sentía.

—Jamás me entregaría a ti por obligación, Daniel. – jadeó ella en un intento vano de acercarlo nuevamente a ella para sentir de nuevo la calidez de su boca contra su piel –Estoy cansada de intentar frenar esta atracción que hay entre nosotros. Quiero..., más bien, deseo esta noche. Olvidemos por un instante nuestra situación y...
Una noche. El corazón de Daniel comenzó a latir con una fuerza descomunal.
Aún le era inverosímil que Samantha estuviera entre sus brazos mostrándose más que  decidida a entregarse a él por fin. Se apoderó nuevamente de la boca femenina con más ímpetu que antes.
Samantha tembló de deseo mientras Daniel la tomaba en sus recios y vigorosos brazos para llevarla a la cama. Ella enredó sus piernas alrededor de las caderas masculinas.

Samantha sintió desaparecer un enorme peso de su pecho al sincerarse con Daniel. Era cierto que estaba más que harta de refrenar la poderosa atracción que sentía por él. Harta de controlar sus impulsos por el simple echo de no querer dar su brazo a torcer ante él.
Era el maldito orgullo lo que la había mantenido atada todo ese tiempo. «Pero ya no más»se dijo ella mentalmente.
Necesitaba sentirlo dentro de ella. Luego asumiría las deliciosas y a la vez dolorosas consecuencias que eso podría traerle, como perder su corazón¿Quizá?
Nunca experimentó nada parecido, por ende, su mucha con Daniel era en  vano y el resultado, ineludible.
Ardía en deseos de que la penetrara. Él y nadie más que él.
Para ella Daniel era todo un enigma, un misterio por resolver. Brusco, implacable, infranqueable y  arrogante pero astuto…, y también muy considerado, atento y, de vez en cuando, mostraba signos de vulnerabilidad.
¿Cómo podía resistir la necesidad que sentía de él? Necesitaba pasar al menos una noche con él, experimentar un deseo auténtico. Estaba conciente que de no hacerlo, de no aprovechar esta oportunidad, se arrepentiría el resto de su vida.

  

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