Capítulo 27

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— Estás echo mierda, Pitt– bufó Álvaro más tarde al verlo con la ropa arrugada en el sofá–  Eres un maldito bidón de alcohol ambulante.

— Ahora me arrepiento de haberte dicho dónde estaba la llave de repuesto– masculló Daniel.

— Es bueno saber que no eres invulnerable, idiota– espetó con voz firme. – ahora levántate de ahí y ve a darte una ducha. Haré algo de café– lo vio levantarse con dificultad– si necesitas ayuda con el baño me avisas– bromeó

— ¡Vete a la mierda, Álvaro!– bufó Daniel molesto.

Unos minutos más tarde Daniel tenía mejor semblante. Álvaro lo esperaba con una taza de café recién hecho y a su lado estaba Harry.
— Veo que llamaste a la caballería– se burló él al ver a sus dos amigos juntos en la misma habitación sin discutir.
Álvaro y Harry nunca se llevaron bien debido a una chica de la Universidad. Habían sido inseparables hasta que llegó Janice a su vida y los separó. Por más que trató de juntarlos para que hicieran las pases le fue imposible. Ambos eran tan tercos como él.
— La situación lo amerita– comentó Harry mirando a Álvaro para luego volver a dirigir su mirada a Daniel– Hemos decidido levantar bandera blanca.
— A pesar de las circunstancias, y de que me siento como una maldita lata de cerveza escachada que va a materia prima para reciclarse, me alegra saber que mi situación los unió de nuevo.
— Bueno dejemos esta cháchara insulsa y vamos a lo importante– comentó Harry incómodo– Ya te diste cuenta al fin que no eres el maldito Superman, tan solo un hombre común, así que estamos aquí para ti.
— Así es– corroboró Álvaro– No tienes que hablar del problema si aún no estás cómodo con ello. Solo quería que supieras que estamos contigo.

Daniel agradeció a sus amigos con un abrazo a cada uno.
Enfrascados en charlas recordando tiempos de antaño, uno que otro partido de ajedrez fue corriendo el tiempo.
Harry fue el primero en darse cuenta de que algo no iba bien. Quizá fue su oído bien entrenado lo que lo llevó a descubrir el motivo de la algarabía seguido por Álvaro y Daniel.
— ¡Qué cojones pasa aquí, Pietro!– exclamó Daniel al ver a su guarda personal con una mujer en brazos que parecía un maldito pulpo lanzando golpes al aire con sus piernas y brazos. Pietro la sostenía por la cintura sin permitirle llegar siquiera al suelo.
— Esta señorita que es algo escurridiza, señor Pitt– dijo Pietro con respiración agitada debido al esfuerzo físico– logró colarse a pesar de que le dije que no podía entrar hasta que no fuera anunciada.
— ¡Qué le hiciste, maldito cerdo!– chilló Athena mirando ahora a Daniel– ¿¡Dime qué le hiciste o te juro que te arranco los huevos!? Y dile a tu gorila que me suelte o no respondo– prosiguió la chica furiosa.
Daniel, algo aturdido le pidió a Pietro que la soltara.
— Puedo llamar una patrulla ahora mismo, Daniel– intervino Harry sacando su celular del bolsillo.
— ¡Llámalos!– espetó Athena sin inmutarse– Quizá así  logre que este idiota me diga qué hizo con Samantha.
— ¿Athena?¿Eres Athena Blandes?– preguntó Daniel y un miedo atroz se instaló en su estómago. La certeza de saber que ella estaba en peligro.

Daniel la invitó a entrar. Athena observó el rostro preocupado de Daniel y tuvo la seguridad de que él no la tenía. De que él no le haría daño nunca a Samantha. Solo un ciego no se daría cuenta que Daniel Pitt estaba loco por su amiga.
Athena lo siguió adentro, escoltada por Álvaro y Harry.
— Samantha salió de aquí en la tarde– comenzó Daniel– Athena qué es lo que sabes, cuéntame con detalles qué fue lo que pasó.
Athena le habló de la llamada hecha por Samantha en la que le decía que llegaría dentro de media hora. Pero nunca apareció.
Y realmente en el estado de nervios en el que se encontraba no podía siquiera pensar con claridad en nadie más que pudiera tener a su amiga.
O que quisiera hacerle daño.

Serás míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora