El dolor lacerante en su cabeza la despertó de pronto, como mil agujas incrustadas en su cerebro.
Sus ojos vendados le impedían ver el lugar donde se encontraba.
Aturdida.
Confundida.
Asustada.
Comenzó a moverse frenética y a patalear. La barra de acero a la que permanecía sujeta ni siquiera se inmutó al ritmo de sus violentas y y continuas sacudidas, la piel de sus muñecas comenzó a lacerarse por la fricción de unos rústicos e improvisados grilletes.
Intentó gritar para pedir ayuda, pero su voz sonó ronca provocándole dolor de garganta.— Veo que ya despertó la bella durmiente– comentó el captor al entrar al pequeño espacio en el que tenía atada a Samantha.–¡Quédate quieta!.–le ordenó irritado mientras le quitaba la venda.
Samantha sintió incomodidad al inicio mientras sus ojos se adaptaban a la claridad del único bombillo de luz amarillenta que alumbraba el lugar.—¡Suéltame, Devon! —suplicó entre sollozos– ¿¡Acaso has perdido la cabeza!?
—No. Solo quiero venganza.– comentó con una voz tan calmada que a Samantha la hizo temblar de terror.
Devon tenía un brillo malicioso en su mirada. Destilaba odio por cada poro de su cuerpo y aún no entendía por qué. Él fue quien se alejó. Él fue quien terminó la relación cuando su padre cayó en banca rota.
Samantha continúo forcejeando hasta que sus fuerzas se agotaron, no sin antes propinarle una patada en sus partes bajas. Devon se encogió por el dolor.—¡Oh!, ahora sí que la has cagado, pequeña zorra —le advirtió con rabia asesinándola con la mirada y estampando su puño en el rostro femenino con saña.
— ¡Eres un maldito cobarde y un gran hijo de puta!– escupió Samantha a pesar del calambre doloroso e intenso que se apropió del lado izquierdo, donde había recibido el golpe.
Devon observó sus ojos azules con un brillo desafiante y una idea perversa cruzó por su mente.
—Así que la fierecilla quiere sacar sus uñas ¿eh?. Verás ahora –exclamó molesto mientras con una cuerda amarraba los pies de la chica sin el menor reparo, para luego propinarle varios golpes en el abdomen a Samantha.— Basta, Devon, por favor– suplicó con ojos llorosos tratando de recuperar el aire debido a los fuertes golpes.
—Vaya, vaya¿dónde mierda está la chica mala que me desafiaba hace un instante? —se mofó acercándose despacio.
Su sonrisa se fue haciendo más ancha a medida que las pupilas de Samantha se dilataban por el terror.– Siempre me creíste menos– dijo molesto– ¿Y tu padre?, tu padre; nunca me consideró bueno para ti, su niña linda, su bien más preciado– prosiguió sarcástico.– Por eso me alejé de ti, ¿Sabías? Y canté de felicidad cuando lo perdieron todo y quedaste en la puta calle. Pero cuál fue mi sorpresa al enterarme, por la perra de tu amiguita, que estabas saliendo con un millonario, ¡Ja!– soltó con amargura mientras la sujetó con fuerza por el cabello para obligarla a mirarlo. – y nada más y nada menos que Daniel Pitt, el hombre que hizo que mi padre perdiera 50 millones de dólares.Creo que es justicia poética¿No crees?Ahora ese idiota va a devolver hasta el último maldito centavo por ti o de lo contrario te recibirá en pequeños pedazos.– soltó el cabello de la chica que estaba casi en la inconsiencia debido a los golpes.
— Eres un iluso si crees que Daniel te pagará algo por mí– masculló Samantha aún adolorida.– Entre nosostros no hay ningún tipo de relación.Devon la observó confuso. Pero luego se recuperó. «Ella miente» se dijo.
— Eso ya lo veremos– comentó él pensativo– Siempre puede pagar tu amiguita del alma– dijo con sarcasmo– O de lo contrario mueres. De una forma o de otra obtengo lo que quiero.
Devon salió del pequeño habitáculo. Era hora de pasar a la próxima fase de su plan.
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Serás mía
RomanceAl morir su padre Samantha Jones quedó en la más profunda miseria. La gran mansión en la que creció había sido hipotecada por su progenitor y estaba a punto de perderla. Daniel Pitt estaba obsesionado con una mujer desde que la vio en aquella gala b...