Capítulo 13

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«¡Pero qué mierda!» chilló internamente Samantha al verlo totalmente...¿Desnudo?¡Por Dios!
Samantha lo vio caminar de un lado a otro frente al clóset de madera, al parecer buscando qué ponerse, sin siquiera sentirse apenado porque ella estuviera aún ahí.
Samantha lo observó. Tensando y destensando los perfectos músculos del trasero y de la espalda, mientras sacaba la ropa descolgándola del perchero. Sin poder evitarlo recorrió con lujuria la ancha espalda salpicada aún por minúsculas gotas de agua.
Una vez que tuvo todo, Daniel se giró para colocarla en la cama. Quedando de frente y mostrando su bien trabajado cuerpo de infarto.
«¿¡Es que aquel gilipollas no tenía sentido de la decencia, del pudor!?»lo recriminó en su mente, molesta más consigo misma que con él, por sentir nuevamente aquel calor abrasador apoderarse, no solo de su cuerpo, sino también en su parte más íntima.
Aún estaba con la boca abierta, en shock, recorriendo, con ojos ávidos y curiosos, el poderoso torso cubierto de vello, pasando por el bien delineado abdomen hasta llegar.... ¡Mierda! Se regañó nuevamente en su mente al no poder apartar su indiscreta mirada de su poderoso, terso y venoso falo, que al parecer crecía por segundos como las agujas de una brújula apuntando al Norte.
No cabía dudas que tenía un cuerpo glorioso, divino, como si hubiera sido tallado por el mejor escultor.
No pudo evitar morder su labio inferior para ahogar un gemido que amenazaba con salir de su garganta.

— ¿Te gusta lo que ves, Samantha?— inquirió divertido, atento al escrutinio femenino que provocara aquella erección que se apoderaba de su entrepierna. Detuvo sus movimientos y cruzó sus manos frente a su pecho con una sonrisa irónica en sus labios.

— Podías... podías— carraspeó intentando recuperar su voz— Podías haberte cubierto un poco— gimió ella ahogando un sofoco. ¡Maldita sea! Estaba a punto de un colapso nervioso y se sorprendió a sí misma deseando perderse en aquellos brazos.

— No pensé que estuvieras aquí todavía— respondió sincero mirándola atentamente, observando cada reacción, cada gesto.— No respondiste a mi pregunta— repitió con voz sensual.
Ella tragó en seco¡Maldita sea! Ni siquiera recordaba la pregunta.
— ¿Te gusta lo que ves, Samantha?— volvió a repetir él tratando de controlar sus propios deseos, el impulso que sentía por hacerla suya en aquel preciso instante. Aquella mirada azul cielo lo estaba poniendo a mil.

— ¡Vete a la mierda, Daniel! — balbuceó molesta por sentirse acorralada por las circunstancias.
Dio media vuelta para salir de la habitación. Escuchó la risa de él provocando que diera un portazo al salir.
Necesitaba con urgencia respirar aire puro. «¡Joder! Aquello sería una tortura!» gimió internamente.

Serás míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora