Durante los siguientes cinco días, Samantha descubrió que convivir con Daniel no era tan difícil como creyó al inicio. Aunque generalmente lo dejaba salirse con la suya.
Sentía rabia con aquella actitud autoritaria y el ingenio que demostraba Daniel para dominar cada una de las situaciones.
Aunque no podía negar que también era un hombre inteligente, culto y muy generoso; todo lo contrario a su primera impresión de él aquella mañana en su despacho.
Tuvieron varios encontronazos cuando él insistió en comprar un nuevo guardarropa para ella al darse cuenta de su precaria situación debido a las veces en las que tuvo que repetir en más de una ocasión algún atuendo. Era un hombre muy observador.
Al final ella siempre perdía cada batalla con él.
Dormir con él esos días tampoco resultó tan difícil, pues él se acostaba tan tarde que no lo sentía llegar vencida por el sueño. En su primera noche había creado una barrera entre ambos con cojines y edredones causando la risa en él.
— ¿En serio crees que si quisiera tomarte ahora mismo,esos almohadones que tanto has demorado en poner, podrían impedírmelo?— le dijo él divertido aquella primera noche.— Ya te dije que no voy a hacerte nada hasta que tú misma me lo ruegues.
Y diciendo esto se acostó indiferente o al menos eso creyó ella.Daniel no hizo el intento de seducirla de nuevo desde aquel día. Y eso lejos de animarla logró el efecto contrario en ella, incluso llegó a pensar que ya no la deseaba y eso la enfurecía reconociendo muy a su pesar que estaba perdiendo también en eso ante él.
Gracias a Daniel conoció hermosos lugares, y una que otra vez observaron el atardecer en Orta San Giulio, ubicada en la región de los lagos al norte del Piamonte.
Una localidad decadentemente bella, de fachadas con tonos pastel y tejas rojas a orillas del lago Orta.
Era un pequeño pueblo, lleno de desconchones artísticos y decrepitud con porte. Con callejuelas en pendiente y un espacio sublime en el que se sentaban con regularidad para disfrutar del paisaje y charlar: La Piazza Motta.—¿Y dime Daniel?— inquirió ella una tarde sentada frente a él en una de las mesas— ¿Realmente a qué te dedicas?.
—Negocios— respondió escueto admirando el cabello femenino revolotear en el viento. Sirvió de nuevo las copas de ambos que ya estaban vacías, con el delicioso vino rojo granate con reflejos anaranjados. Llevó luego su copa a sus labios sintiendo el sabor seco, robusto y aterciopelado de aquel “Riserva Speciale” que tanto le gustaba. Observó de nuevo a la hermosa mujer que tenía en frente y añadió— Compro empresas prácticamente en ruinas, pero salvables. Vuelvo a levantarlas, aumento su valor en el mercado y luego vendo las acciones.
— Todo un visionario. — replicó ella con sana envidia. Su padre no tuvo tanta suerte. Pensó con pesar. Daniel era un tiburón hambriento engullendo todo a su paso— Y dime Daniel, ¿mi padre fue uno de esos tantos empresarios que cayeron en tus redes?— su voz sonó cargada de ironía provocando que él la observara con recelo.
— Por lo visto, estás muy mal informada — dijo tajante — No sé nada sobre extraer petróleo, ni siquiera me interesa ese tipo de negocios— reconoció sincero, aunque incómodo, no le gustaba para nada el rumbo de aquella conversación.
—Tampoco sabías nada de fabricar vinos y mírate— añadió con desdén— dueño de un viñedo preparado y listo para producir y exportar en el mundo entero— Recordó las enormes plantaciones de uvas. La inmensa bodega de barriles de roble y de castaño para almacenar el líquido rojo.
—Es diferente— aclaró mirándola desafiante— El mundo del vino me apasiona, me interesa. Es un reto personal. La petrolera de tu padre llegó a mí por accidente— añadió. Dió un sorbo al vino y continuó con tono firme—Yo no busqué a tu padre. Él me buscó a mí con la única y clara intención de solicitar un préstamo. Préstamo que le hice por una antigua amistad que unió a mi padre con el tuyo en el pasado, de lo contrario ten por seguro que lo hubiera mandado a la mierda en aquel instante. No soy un maldito banco— tensó su mandíbula y envalentonado por el asombro que vio en los ojos de ella al conocer la verdad prosiguió—Yo imaginé que no podría pagarme pero él me aseguró que lo haría y mira quién tuvo la razón al final— sonrió con amargura— Como comprenderás soy empresario, no idiota; y mucho menos Papá Noel. No regalo lo que es mío. Tuve que asegurarme de que me pagara de alguna forma. Por eso todo terminó en mis manos. No fue mi culpa.
—Disculpa, no sabía...supuse que...— intentó en vano remediar el mal entendido sin conseguirlo.
Había tenido la certeza de que fue Daniel quien se acercara a su padre sabiéndolo perdido y la brindó su ayuda para luego tenderle una trampa, trampa en la que ella ahora estaba sumergida. ¡ Cuán equivocada estuvo todo este tiempo!—Ese es tu problema, Samantha. Tu maldito problema— espetó en voz baja pero firme y visiblemente molesto. El lugar estaba repleto de personas— Tu problema es, que desde que me conociste has esperado lo peor de mí. Yo no provoqué la situación en la que te encuentras ahora, fue tu padre, al no reconocer que no podía salvar la puñetera petrolera. Él tuvo la opción de declararse en la quiebra o vender la petrolera, pero el orgullo de convertirse en un don nadie no se lo pernitió. Yo solo quise que me devolviera lo que me debía. Te recuerdo, además, que yo tampoco te busqué a ti, ¿recuerdas? — prosiguió él — Fuiste tú quien me buscó con el afán de recuperar tu preciada casa y pagar lo que queda de la deuda ¿Tienes el dinero para pagar, Samantha? Si así lo deseas podemos anular toda esta mierda si tanto te repugno. Al final, tú, solo finges odiarme para ocultar lo que sientes por mí ¿o me equivoco?—finalizó tomando de un solo trago el vino que quedaba en la copa.
— Creo que mejor nos vamos— pidió ella con voz temblorosa, deseosa por terminar aquella plática tan desagradable, que solo logró que se sintiera abochornada ante él.
«¿Por qué él siempre tenía que tener la razón?»« ¿Por qué tenía que decir la última palabra haciendo gala de una lógica aplastante y que la dejaba totalmente desarmada contra él?»
ESTÁS LEYENDO
Serás mía
RomansaAl morir su padre Samantha Jones quedó en la más profunda miseria. La gran mansión en la que creció había sido hipotecada por su progenitor y estaba a punto de perderla. Daniel Pitt estaba obsesionado con una mujer desde que la vio en aquella gala b...