«¡Dios mío!»«¿¡Qué mierda había sido eso!?»«¡Menudo calentón!» pensó ella soltando el aire contenido para envolverse nuevamente en la toalla para luego abanicarse el rostro, que aún ardía presa de la exitación.
Si Daniel no se hubiera detenido en aquel momento,ella misma le habría rogado para que la poseyera en ese mismo instante.
Se dirigió con piernas temblorosas, a rebuscar en su maleta algo decente que ponerse.
Se sentía vulnerable ante lo sucedido y con los nervios a flor de piel. Ahora no tenía dudas de que Daniel Pitt era peligroso para su salud mental.
¡Joder! Ni siquiera sabía que su cuerpo pudiera reaccionar de la forma en que lo hizo con él minutos atrás.
Ni siquiera con Devon, su ex novio; hasta que salió corriendo al enterarse de su ruina, sintió nada parecido.
Un mes. Un mísero y maldito mes. ¿Podría Samantha ser capaz de superar aquella prueba, sin sucumbir a la poderosa atracción que sentía hacía aquel hombre?¿Podría negarse a lo que evidentemente su cuerpo anhelaba?
Ella lo deseaba y él lo sabía, lo cual la dejaba totalmente expuesta ante él y el peligro que representaba para ella.
Expuesta en cuerpo y alma a un hombre al que debía odiar, aborrecer por obligarla a entrar en su juego, amenazando no solo con dejarla en la más absoluta miseria, sino también de enviarla a la cárcel con solo un chasquido de sus dedos.
Estiró la columna y se colocó su vestido de girasoles.
«No se acostaría con Daniel» se dijo con vehemencia en su fuero interno y sacudiendo su cabeza para eliminar sus díscolos pensamientos.
«Pero deseas hacerlo. En el fondo lo sabes» dijo de nuevo su voz interior a la que ella trató de acallar colocando con furia sus sandalias doradas, sentada al borde de la enorme cama de madera con dosel.
Una relación con Daniel no era una buena idea. Era el tipo de hombre que la dejaría hecha una mierda, con el corazón destrozado.
Y la prueba fehaciente de ello era que ni siquiera se había acostado con él y ya su mundo estaba de cabezas.
Cerró los ojos y no pudo evitar recordar el suave tacto de sus manos contra su propio cuerpo, su aliento a menta y su aroma.
¡Qué bien olía el condenado!
Recordó cada sensación sentida. Y sí. Estaba consciente que una noche con él sería increíble y que jamás podría olvidarla. De eso precisamente temía.
De que esa noche fuera demasiado memorable.
De que con solo esa noche se volviera adicta a sus besos, a sus caricias.
Negó con la cabeza, como si con ello apartara todo lo que estaba sintiendo en ese preciso instante.
Le iba a costar mucho resistirse a aquella tentación convertida en hombre.
El timbre de su móvil sonó provocando que diera un sobresalto.
- Hola Athena- saludó ella.--¿Dónde estás?-inquirió Athena al otro lado de la línea- Estoy en la puerta de tu casa hace media hora.
-Estoy en Italia- soltó Samantha. Con todo el caos de la que era presa su mente, olvidó por completo avisarle de su repentino viaje.
- ¿En Italia?- exclamó incrédula-¿En serio?-añadió sin poder salir de su asombro- ¿Con él?
-Sí- respondió escueta, casi en un susurro, por temor a que Daniel la escuchara.- ¿Te puedo llamar más tarde?- inquirió al sentir un pequeño ruido detrás de ella. Colgó al escuchar la respuesta afirmativa de Athena.
Su cuerpo fue conciente de inmediato de la presencia masculina, no solo por el aroma a jabón y al after shave que usaba él después de afeitarse, sino también por la reacción de su propio cuerpo cada vez que lo tenía cerca.
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Serás mía
RomanceAl morir su padre Samantha Jones quedó en la más profunda miseria. La gran mansión en la que creció había sido hipotecada por su progenitor y estaba a punto de perderla. Daniel Pitt estaba obsesionado con una mujer desde que la vio en aquella gala b...